Con Mariposas de Acero se produce un caso excepcional en la evaluación del arte escénico en la República Dominicana.
La crítica, frente a una producción de estas características, puede enjuiciar como montaje escénico y pasarla con notas excelentes, la revisión de lo que fue aquello, pero sería penoso que su rol fuera solo ese y que al final todos vuelvan a sus quehaceres cotidianos, como si nada extraordinario y desbordante, hubiera pasado.
¿Sería justo que solo se le evaluara, como se ha hecho con decenas de producciones similares, en la misma Sala Carlos Piantini del mismo Teatro Nacional, Eduardo Brito del mismo Teatro Nacional?
Son notables la consistencia creativa de sus gestores, la entrega de quienes aportaron cada uno de los recursos artísticos y técnicos, la trascendencia del tema y su abordaje inusual, sorprendente que, pese a lo novedoso y urbano, resultó digno, expresivo y respetuoso… pero Mariposas de Acero es ¿solo un musical destacado? No.
Es un acontecimiento que reta, que desafía, que aporta diez lecciones que son su gran desafío y que, de ninguna forma, pueden ser pasados por alto.
Mariposas de acero es uno de los mejores musicales producidos por talento dominicano en la historia del género, considerarlo impecable y complacer el ego de sus responsables al tiempo de engrosar una carpeta de publicaciones elogiosas. Pero no se trata solo de eso.
El montaje deja diez lecciones
La presentación supone mucho más que la obligación de su análisis, obedeciendo a un ritual en esas veleidosas variables y traumáticas relaciones de la crítica con los artistas.
Primero. Un género de arte audiovisual que sugiere otro proyecto. Entre los aportes no previsibles de Mariposas de Acero, el primero da origen a una pregunta tan importante como inesperada: ¿Por qué razón el país no ha hecho cine musical, si contamos con talentos de este nivel, con una tradición caribeña tan rítmica y las condiciones objetivas (jurídicas y sociales) para emprender proyectos audiovisuales? Las experiencias de cine dominicano que tocan la música, no tienen la música como género sino como recurso y apelan tangencialmente a esta sonora expresión de la cultura y el arte. A partir de este musical teatral, bastaría retrabajar el libreto teatral para llevarlo a guion de cine (reforzando algunos aspectos históricos que deben ser mejor trabajados) y recorrer el conocido camino de los mecanismos que establece la Ley Nacional de Cine, procurando ampliar la base de sus patrocinadores. Abogamos por la inmortalización del montaje.
Segundo. Un trabajo premiable…sin premio. Las funciones (su temporada oficial y su reposición el fin de semana del 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre) hace que el crítico se pregunte, ¿Como es posible que el año 2022, pase y un proyecto de este nivel, no encuentre una premiación de arte que le haga justicia? Una pena que diversas circunstancias hayan dado al traste con la posibilidad de reconocer como merecería, este y otros proyectos de arte popular dominicano. Una pena que no existan otras formas (públicas o privadas) de reconocer el talento, ubicadas por encima del circunstancial.
Tercero. Queda demostrada la capacidad nacional de producción para el musical. Desde 1987 fecha en que se inició la carrera del personaje La Pinky – factor determinante en el nacimiento del musical teatral, con su primero de los 23 musicales que presentó en el Teatro Nacional y el aporte subsiguiente de Amaury Sánchez que perfeccionó el género desde su técnica, su música y lo enriqueció formando nuevos talentos desde su Academia AFA, no había tenido un proyecto tan fundamentado en nuestra historia, con una perspectiva de reversión de la crónica tradicional que relata. Hay que agregar otros nombres nacionales al género musical, pero el riesgo a extendernos aconseja prudencia con el lector.
Cuarto. Queda consagrada la fuerza de la idea creativa. Las ideas transforman el mundo. El resto es trabajar por ellas. La iniciativa de Waddys Jáquez, aportó al país la posibilidad de ofrecer tanto un tratamiento completamente nuevo a un tema harto conocido y objeto de homenajes y reconocimientos cada año. Jáquez y Pablo García logran reinterpretar un proceso histórico nacional, dotándolo artísticamente de nuevos significados, logrando eso con la más alta expresión del musical.
La diferencia la aporta esta vez, la multiplicidad del tratamiento artístico que nos ha dejado una huella que marca el alma y fija muy alta la barra del desempeño artístico para hacer el tributo que merecían estas Mariposas de Acero.
Quinto. Un artista excepcional ha tenido su gran oportunidad de expresarse: Pablo García. Se trata de un, poeta, cantante, músico, productor dominicano radicado en Tampa, ha sido junto a Jáquez, la gran plataforma conceptual de este proyecto. Un aspecto destacable de su aporte al montaje, es la imagen gráfica del espectáculo. Ese logo lo dice todo. Mucha es la gente que no tiene una idea precisa de su talento. Intérprete de una penetrante y amigable voz de tenor, compositor de temas que enfocan el amor de forma única y responsable de una de las canciones corales (en ritmo balada pop de tintes épicos) que mejor ha retratado la voluntad del mundo de sobre imponerse a la pandemia Covid 19: Me Levantaré, (inspirada en la muerte por esta razón, de su padre) en una pieza musical para la historia que unió talentos latinos y caribeños en un llamado de garras emotivas que inspiró a millones de personas. Me levantaré es uno de los himnos corales más hermosos escritos en nuestro idioma y de mejor realización audiovisual.
Sexto. Confirmada la fuerza de los temas históricos nacionales como eje del musical. El encuentro del público con el tema patriótico, humano y social de las Hermanas Mirabal y el contexto implícito, ha resultado una condición que nuestra historia es tan digna de llevarse a extremos de excelencia escénica con tal trascendencia que los temas de otros proyectos que apelan a obras de Broadway, a cuentos de la literatura universal. Un fallo advertido se anota al no destacar a Rufino de la Cruz en la medida de su sacrificio. No fue el invisible chofer de las Mirabal. No fue el que aparece al final de una búsqueda, Fue el personaje que sabía a qué se exponía al apoyarlas y lo hizo. Fue el que aportó, igual que ellas, su vida. La referencia a De la Cruz es lastimeramente tangencial. En cambio, el criterio histórico hace justicia al plantear que hubo otras mariposas de acero. (siete y no tres), que hubo una cuarta (Doña Dedé).
Séptimo. Evidenciada la especialización técnica para un género exigente. El montaje ha demando resolver demandas técnicas muy especializadas: vestuario, zapatos de época, iluminación y en especial la transformación escenográfica digital abrió paso a una agilidad instantánea en cambios de escenarios sin tener que mover masas de escenografía física, con una capacidad de verosimilitud y de impacto visual, que lastimosamente pocos han resaltado. Los más de 60 cambios de ambientes escénicos que habrían sido virtualmente imposible sin la efectividad del recurso digital.
Octavo. ¡La música…! ¡Oh la música! La base musical es justo, la música. Un arte que trasciende por sus textos inspirados, por sus arreglos, por la interpretación de sus diversos talentos. 34 canciones para contar una historia, el haberle llenado de dignidad ritmos urbanos que de ordinario sirven a la vaciedad de concepto, sentir la fuerza, la ternura y la intensidad de aquellas interpretaciones, ese manejo de los agudos, de los tonos graves, de los falsetes (especialmente el de Trujillo (Frank Ceara) y descubrir la capacidad de Nairoby Duarte (Tonó) que nos robó el alma con la ternura de la Canción de cuna (a nuestro modo de ver la joven más trascendente de todo el montaje). Sorprendente por desconocida. Sorprendente por su ternura. Ese patrimonio musical debe ser editado, difundido, comercializado.
Noveno. La danza es poesía sincronizada en movimiento. La coreografía es un elemento radicalmente diferenciador, apoyada en una masa de bailarines y danzantes que sin ser demasiados, logra una sincronía perfecta, en base a un diseño ágil, puntualmente preciso.
Décimo: Actuar es vivir con intensidad otras vidas. El compromiso de las y los intérpretes es tal que el espectador no logra escapar de un estado de expectativa en que desfilan actuaciones que han de quedar en la memoria colectiva y en especial destacamos: Naslha Bogaert (quien revitaliza el ejemplo de Minerva), la multi expresiva Judith Rodríguez (Sina Cabral, Sagrario, Sor Inés y Secretaria), Hony Estrella (Patria, cuyo desarrollo en la actuación y la producción la aparta desde hace tiempo de su imagen de “diva”), Adalgisa Pantaleón (crucial como Dedé), Diana Ramos (Dedé), Paola Zayas Bazan, Coral González (María Teresa, sorprendente esa artista) , (Dulce Tejada y La Coja) y Ana Rivas (Mamá Chea, La Jarocha y Martha). Entre los hombres, apreciamos a Nico Clínico (que otorga una nueva personalidad a Manolo), Gnómico (El comandante y Johnny Abbes García), Frank Ceara (un Trujillo tan despreciable por lo bien hecho) y Acentoh (El calié # 1 y El Verdugo)
Mariposas de Acero es un trabajo tan completo, de tanta impecabilidad que resulta imposible que se quede limitado al público que pudo pagar entrada en el Teatro Nacional. Debe ser grabado y editado para su difusión en televisión y su uso en escuelas y colegios y otros espacios comunitarios, debe editarse como libro físico y digital, en fin, no debe quedar en el último aplauso a sus funciones en el exquisito y exclusivo ambiente del Teatro Nacional.
Mariposas de acero es la demostración del dominio impecable del talento dominicano, de un género escénico supremamente exigente, logrando una interpretación novedosa, respetuosa y fiel, en general, de la realidad del acontecimiento expuesto.
Ficha Técnica (resumida)
Mariposas de Acero
Producción general: Waddy Jáquez
Director musical y productor: Pablo García
Producción ejecutiva: Frank Ceara, Yanira Ferry y Hony Estrella.
Productores musicales asociados: Gnómico, Ambiorix Francisco
Directora vocal: Paola González
Curadurías e instructora de actuación: Bethania Rivera
Diseño de luces: Ernesto López
Vestuario: Bride To Be, Leonardo Third Avenue y Mirla Álvarez
Zapatos de carácter: So Danza
Peluquería: Xiomara García, Jenny Pérez y Reyna D’Oleo.
Diseño de escenografía: Fidel López (Skene)
Proyección visual tecno-sonido: Salvador Espinal y Alejandro Rincón
Diseño de producción y animación electrónica: Makako Studio
Equipo digital (directora creativa): Mazie Michelli
Diseñadora gráfica: Sarah Rojas
Regiduría: Diana Valk
Relaciones públicas: Severo Rivera
José Rafael Sosa periodista dominicano, editor, gestor cultural y escritor de literatura de soporte existencial y emocional a la gente , origami y comunicación masiva.