El país no existe. Oficialmente dejó de existir el 25 de diciembre de 1991. Pero en la realidad había dejado de existir hacía tiempo. Los alfileres de lo oficial lo mantenían entubado, en estado hipercrítico, con corazón, pulmones y cerebro artificiales. Se llamaba Union Soviética. Lo componían Rusia y 14 repúblicas más que habían sido «adquiridas» por Rusia antes de la Segunda Guerra Mundial. Lituania, Letonia, Estonia, Ucrania, Bielorrusia, Azherbadizhan, Tadzhikistán, Armenia, Georgia, Uzbekistán, Kirguizia, Kazajastán, Turkmenia y Moldavia.
Su capital era Moscú, el epicentro de casi todo lo que se llamaba izquierda en el siglo XXI. También, pero en menor medida influía la República Popular China. Existió un tiempo en que ambos eran enemigos entre sí.
La Guerra Fría, que fue el más visible resultado de la Segunda Guerra Mundial y la repartición del mundo entre los aliados y los soviéticos, impulsó no solamente una carrera armamentista de enormes proporciones, sino también una carrera espacial que a la larga trajo buenos resultados en la exploración no solo de la Tierra sino del mundo más allá de su órbita.
Durante buen tiempo la Unión Soviética llevaba la delantera en la exploración espacial. Aún hoy sus aparatos para volar hasta ella y la propia parte rusa de la Estación Espacial Internacional son más confiables que los americanos, aunque menos bonitos. Pero gracias al poder de las tácticas de la publicidad capitalista, más poderosa a la larga que los más poderosos tanques, aviones y soldados soviéticos que llegaron a Berlin el 16 de abril de 1945, existe otra percepción.
Ese día el 1er Frente Bielorruso dirigido por el mariscal de la Unión Soviética Gueorgui Zhúkov comenzó a bombardear el centro de Berlín, mientras que el 1er Frente Ucraniano dirigido por el mariscal Iván Kónev, empujó al sur los restos del Grupo de Ejércitos Centro. Los aliados estaban a cien kilómetros de distancia, separados por el rio Elba, esperando que los soviéticos se desgastaran, ablandaran y aplastaran los últimos restos del ejército nazi, para entonces entrar ellos triunfantes y hacerse del poder de la imagen. Como finalmente ocurrió. Numerosas unidades alemanas marcharon hacia el oeste para entregarse a los Aliados occidentales en lugar de ser capturados por los soviéticos.
El 2 de mayo de 1945 los defensores nazis de Berlin rindieron la ciudad ante el Ejército Rojo. El 9 de mayo ocurrió finalmente la rendición incondicional de la Alemania nazi.
Los nazis, claro está, prefirieron rendirse ante los aliados que ante los soviéticos, porque sabían muy bien que la deuda con los soviéticos era mucho mayor que con los americanos y demás acompañantes. Los crímenes cometidos en los territorios que conformaban la Union Soviética, las pérdidas de personas y materiales eran muchas veces mayor que las perpetradas contra los aliados.
Tan así, que Zhúkov obligó al ejercito nazi a rendirse oficialmente ante el Ejército Rojo, lo que ocurrió en la noche del 8 de mayo de 1945, cuando el general Wilhelm Weitel, el más alto grado militar vivo al frente de las tropas, se rindió oficialmente ante él. Solo entonces finalizó la II Guerra Mundial.
Un día, quien suscribe, viajando de Moscú a Leningrado (hoy San Petersburgo), en el invierno de 1981, tuvo de compañeros de viaje en el cupé a dos veteranos de la II Guerra Mundial -llamada por los soldados del Ejército Rojo como la Gran Guerra Patria-. Entre vasos de vodka y canciones del frente, pidieron ayuda para reencontrarse con un gran amigo del frente. Viajaban dos, pero habían sido tres amigos inseparables, que habían llegado hasta Berlín bajo las órdenes de Zhúkov. Después que tomaron Berlín y regresaron a Moscú, prometieron reencontrarse… Pero eso nunca ocurrió. Le habían pedido el rastro y 35 años después seguían en el frente. Llevaban medallas de la guerra y por sus ojos seguían pasando las atrocidades que solo se vivieron en la confrontación militar más grande de la historia, donde unos 100 millones de efectivos tomaron parte en el conflicto por parte de unos 20 países. Entre ellos aquellos dos veteranos que siguen viviendo en la memoria de quien suscribe.
El horno de la guerra más terrible que ha vivido la humanidad había sido apagado.
Inmediatamente se abrieron las compuertas de las grandes neveras de la Guerra Fría.
(Continuará)
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).