La devastación que provocó el ciclón de San Zenón marcó la historia dominicana (Fuente externa)

Cuando fue publicado este artículo en Diario Libre, hacían 87 años y cuatro días, exactamente el 3 de septiembre de 1930, que había azotado La Hispaniola el más grande huracán que registra la historia de las Antillas hasta este momento: el ciclón San Zenón. Hoy hacen 91 años.

Por aquellos tiempos del ciclón se encontraba en Santo Domingo el Trío Matamoros realizando su tercera gira al extranjero.

Alberto Mugercia, un destacado musicógrafo cubano ya fallecido, contó a quien redacta una tarde de inicios de los años 1990, en el Bar Hurón Azul de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, lo que Miguel Matamoros le había contado a su vez a él: la historia del son El Trío y el Ciclón, que alcanzó gran popularidad en su tiempo.

Sucede que el trío (Ciro, Miguel y Cueto) estaba quedándose en una casa del barrio de San Carlos, cuando comenzaron las ráfagas de viento y la lluvia, y tanto fue el pavor, que los tres se metieron en un fogón de aquellos coloniales, y colocaron un zinc a manera de puerta de adentro hacia afuera. Allí pasaron la noche. A la mañana siguiente sin haber podido pegar un ojo, con las primeras luces del día, salieron del improvisado refugio, viendo que alrededor no había ni casa ni nada, todo había sido arrasado y ellos se habían salvado milagrosamente dentro de aquel fogón.

La composición no se hizo esperar: “cada vez que me acuerdo del ciclón / se me para el corazón”.

La catástrofe dejó un saldo aproximado de 4 mil muertos y más de 20 mil heridos.

Motivos de inspiración

Los ciclones y huracanes han inspirado no solo canciones, sino que han servido de símil o metáfora en poemas o textos en prosa, además de haber dado nombre a revistas, como la famosa revista Ciclón que hicieran, a mediados de los años 50, en respuesta a la revista Orígenes, de la cual fueron disidentes el inolvidable crítico de cine y traductor literario Pepe Rodríguez Feo (un intelectual que al triunfar la revolución cubana, entregó sus centrales azucareros y se quedó en Cuba), junto al poeta Virgilio Piñera.

También han sido apodos de boxeadores como Rubin “Hurricane” Carter (1937-2014), cuya autobiografía inspiró la canción de Bob Dylan “Hurricane” (1975) y la película de 1999 The Hurricane (con Denzel Washington interpretando a Carter).

En la película “Shakespeare in love”, con guión de Marc Normann y Tom Stoppard, dirigida por John Madden, Shakespeare, corporeizado por Joseph Fiennes, exclama: “Yo pretendo que haya poesía en mi vida, y aventura, y amor. No la artística impostura del amor, sino el amor que es capaz de derrumbar la vida, impetuoso, ingobernable como un ciclón en el corazón ante el que nada se puede, ya te arruine o te embelese. Yo debo sentir ese amor”.

El año próximo está prevista la salida al mercado de la película The Hurricane Heist, dirigida por Rob Cohen.

En la cinta, unos ladrones intentan un golpe masivo contra el Tesoro de Estados Unidos, mientras un huracán de categoría 5 se acerca a una de las instalaciones de la Casa de la Moneda.

Sin embargo, un clásico del cine latinoamericano, Santiago Álvarez, realizó en 1963 un cortometraje documental titulado Ciclón, acerca del terrible ciclón Flora que se ensañó en Cuba, provocando numerosas muertes, y cuantiosas pérdidas para la economía nacional, durante la trayectoria más rara que nadie podría imaginar, haciendo bucles en el trazado en tierra en las provincias de Oriente y Camagüey. En el documental puede observarse los esfuerzos realizados por Fidel Castro, el entonces presidente Osvaldo Dorticós, Raúl Castro, el médico y comandante René Vallejo, Carlos Rafael Rodríguez, Juan Almeida, entre otros.

La pieza está realizada a pura cámara y musicalización o sonido ambiental narra visualmente lo que se venia haciendo antes del ciclón, lo ocurrido durante el paso del meteoro y las tareas de reconstrucción. Contiene imágenes fuertes que pueden lastimar la sensibilidad.

La música es de Juan Blanco, y cuenta con colaboraciones del guitarrista Jesús Ortega, el pianista Domingo Aragu, Rafael Morales, Ernesto Romeu y el Trío Cubanacán, entre otros. En las cámaras están algunos de los que posteriormente conformaron el núcleo de la excelencia de la fotografía cinematográfica cubana: Livio Delgado, Ivan Nápoles, Luis Costales, Julio Simoneau, Jorge Herrera, Dervis Pator Espinosa, entre otros.

Huracán de poesía

La poesía, generosa como pocas artes, tiene también ejemplos, como el poema El Caribe, del poeta nacional de Cuba, Nicolás Guillén: “En el Acuario del Gran Zoo / nada el Caribe. /Este animal / marítimo y enigmático /tiene una blanca cresta de cristal / el lomo azul, la cola verde / vientre de compacto coral / grises aletas de ciclón. / En el acuario, esta inscripción: / “Cuidado: muerde.”/.

También en la literatura cabe mencionar la novela Storm de George Rippey Stewart publicada en el año 1941 y que se convirtió en un best-seller.

Cuenta la historia de un joven meteorólogo que acompaña a un ciclón extratropical (tormenta en el libro) que se formó en el mar de Japón y días después se traslada al golfo de California, Estados Unidos, como una tormenta de nieve de importancia para la Sierra Nevada, con cantidades de nieve de 20 pies (6,1 m).

Mas toda la esencia de una tormenta parece estar en las páginas del relato Isabel viendo llover en Macondo, de Gabriel García Márquez, firmado en 1955: “Llovió durante todo el lunes, como el domingo. Pero entonces parecía como si estuviera lloviendo de otro modo, porque algo distinto y amargo ocurría en mi corazón. Al atardecer dijo una voz junto a mi asiento: ‘Es aburridora esta lluvia’.”

Artes visuales

Vale la pena explicar que la palabra ciclón fue empleada por primera vez en 1840 por Henry Piddington, un científico inglés-indú que por entonces era el mejor observador que existía sobre los ciclones tropicales, a tal punto que describió la tormenta como un «ciclón», un nombre derivado de lo que significa «kyklon» la palabra griega que a su vez significa círculo en movimiento, o sea dando vueltas, cerca, como una serpiente en sí misma.

Las artes plásticas han reflejado esa fuerza descomunal de la naturaleza, tanto en fotografías que bien valen la calificación de artísticas, como a través de la pintura o la escultura.

Probablemente ningún otro pintor haya reflejado las tormentas, ciclones y huracanes en el mar como lo hizo el ruso de origen armenio Iván Aivazovsky (1817-1990). En su obra, caracterizada por lo que se podría llamar un romanticismo realista, las energías desbordadas de la naturaleza son reflejadas con un sentido expresionista de la memoria visual, pues era capaz de reproducir lo que había visto solo por un periodo corto de tiempo, sin ni siquiera hacer esbozos preliminares. Últimamente sus obras han tenido un repunte interesantísimo en subastas de arte en Sotheby’s llegando a alcanzar los 5,2 millones de dólares por su Vista de Constantinopla y el Bosphorus, una extraña obra más bien contemplativa del paisaje.

La tormenta (1880), grabado, Ivan Aivasovsky

Vincent Van Gogh asumió artísticamente esas energías de la naturaleza que siempre azotan. Lo hizo sin haber tenido siquiera idea de algo que, pasadas varias décadas después de su fallecimiento, existirían: los satélites, que verían los remolinos de las energías como si fuesen sus propios ojos, que habían sido capaces de ver las turbulencias tal y como las describió en 1940 el científico ruso Andrei Kolmogorov, quien estableció que la turbulencia aparece por la imposibilidad de disipar energía a grandes escalas, por lo tanto en un flujo turbulento pueden observase tres tamaños o escalas diferentes: la escala en la que se inyecta energía al fluido, la escala llamada inercial (donde la energía va como de paso) donde se forman remolinos que se subdividen en remolinos que a su vez se subdividen en remolinos y así sucesivamente hasta llegar a una escala pequeña donde los remolinos disipan la energía en calor, tal y como ha establecido Gerardo García Naumis en su texto «La mirada científica de los artistas: el caso de los óleos turbulentos de van Gogh».

La noche estrellada, 73.7 x 92.1 (1889), Vincent Van Gogh (Colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York)

El Caribe es una de las zonas más azotadas en el mundo por los llamados ciclones tropicales, que cada vez son de mayor fuerza, debido a la desertificación y el daño generalizado al medio ambiente.

El artista visual dominicano Domingo Batista captó la destrucción de lo que probablemente fue una iglesia en la ciudad de San Cristóbal, tras el paso del terrible huracán David, que atravesó el país de sur a norte en 1979. Escombros, troncos, ramas de árboles quedan de lo que fue el local, mas permanece dentro de la composición un altar que no sufrió daños. Este contraste viaja a las esencias de las creencias del pueblo dominicano, y aporta un componente conceptual lleno de sugerencia más que nada estética, a partir de un cuidadoso equilibrio de las fuerzas que invoca la imagen. La obra pertenece a la colección del Centro León, de Santiago de los Caballeros.

Ya entre los años 80 y 90 del pasado siglo, y durante lo que va del siglo XXI, la artista plástica cubana Flora Fong ha sido una de las que ha reflejado esta descomunal fuerza de la naturaleza en sus pinturas, con una mirada particularmente caribeña, donde el protagonismo energético se encuentra expresado en las palmas. Sus obras saltaron de los óleos a las litografías y viceversa. En el 2018, y en plena madurez creativa, Fong expuso en la ciudad de Bayamo su muestra individual Ciclones en el tiempo. Sobre esta explicó: “todo eso está en mi memoria, en la forma de ver y sentir el viento, el agua y las fuerzas de los vientos huracanados y llevados de mi mano por mi brocha de forma gestual. Hay mucho sincretismo de la mirada mía desde un ángulo de lo oriental y otro desde lo puramente caribeño”.

La muestra incluyó obras como las siguientes:

Obra de título desconocido, (2015), Flora Fong
Medium, Flora Fong

Otro artista visual cubano, menos conocido, es Wilber Ortega Ardaya, quien ha visto así el ciclón, antes y después, siendo siempre fiel a la circunferencia, al sentido centrípeto de la energía que suele concentrar en sus obras:

Extraña tormenta, 90 x 130 cms. WIlber Ortega Aldaya
Después de la tormenta, 80 x 100 cms. WIlber Ortega Aldaya

Raúl Artiles es un artista visual nacido en Las Palmas de Gran Canaria, quien utiliza grandes trazos de grafito, a mano alzada y casi flotando sobre la superficie, que crea lo que han llamado “un dibujo neorromántico”, de carácter expresivo y monumental. Él ha reflejado así estas fuerzas centrípetas de lo que parece ser un ciclón, y que el periódico El País, de España publicó en noviembre del 2019

Sin título (2019), Raúl Artiles

(El texto original fue publicado en Diario Libre, el 7 de septiembre del 2017 y fue enriquecido en más de la mitad para esta edición, el 21 de abril del 2021)

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