La pandemia del Covid 19 ha sido quizás el mayor reto de la salud pública mundial desde que ese concepto existe. Cada día surgen cosas nuevas, se echan abajo afirmaciones iniciales, se ponen en duda otras. Todo está por escribirse, aunque las revistas científicas, todas, han tenido que abrir segmentos permanentes sobre el coronavirus en sus respectivos sitios web.
La mejor bibliografía que tienen al respecto los médicos, son los pacientes. Cada uno parece ser distinto. Este señor entrado en años llega con neumonía a un hospital, se supone que tiene coronavirus, se le pone oxígeno a flujo alto e inesperadamente muere.
Aquella otra que se suponía debería estar con grandes dificultades respiratorias, el pecho agitado, casi sin poder hablar… Y el médico la sorprende sentada en la cama, hablando por el celular con su hija, sonriente, como quien no tiene nada. Le toma el oxígeno en sangre y lo tiene al 75%; debería estar inconsciente.
El doctor aprendió que muchos pacientes en estado avanzado de covid-19 no tenían ninguno de los rasgos distintivos de la enfermedad respiratoria grave hasta que colapsaron repentinamente y murieron.
La ciencia detrás de esta temprana lección está emergiendo ahora, con un estudio de Wuhan, China, que describe los cambios patológicos del pulmón en las tomografías de pacientes completamente asintomáticos.
La falta de síntomas no es infrecuente en otras infecciones virulentas, como el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina o SARM y C diff (Clostridioides difficile), pero lo que llama la atención con el SARS-CoV-2 (el virus que causa la covid-19) es que puede estar acompañado de daño orgánico subyacente.
Los investigadores encontraron lesiones consistentes con inflamación del tejido pulmonar subyacente (opacidades de vidrio esmerilado y consolidación, para usar la jerga médica), que no son específicas a la infección de SARS-CoV-2 y pueden verse en muchas otras enfermedades pulmonares.
Lo que sigue siendo un misterio es por qué, a pesar de estos cambios, los pacientes no muestran síntomas típicos de neumonía, como falta de aire severa, dice el doctor John Kinner, director de la Escuela de Medicina de la Universidad Anglia Ruskin, Reino Unido, en un artículo publicado originalmente en The Conversation.
La respuesta idiosincrásica a la infección es uno de varios misterios que plantea la covid-19, como es por qué ataca a ciertos grupos y no a otros: dos personas con exactamente la misma demografía y salud pueden expresar la enfermedad en los extremos opuestos del espectro.
Los riesgos
La falta de síntomas frente a una patología activa conlleva un riesgo tanto para las personas infectadas como para el público.
Las recomendaciones actuales alientan a los pacientes a quedarse en casa si son asintomáticos, lo que hace que la presentación tardía al hospital y la muerte súbita se conviertan en un riesgo, asevera Kinner, quien resalta la pesadilla que significa para la salud pública, que cerca del 40-45% de la gente infectada con SARS-CoV-2 sea asintomática, con una carga viral igual de alta que la de aquellos que están activamente enfermos.
Se ha descubierto igualmente algo muy significativo, que es el alto índice de falsos negativos de hasta un 20% en cribados (la estrategia aplicada sobre una población para detectar una enfermedad en individuos sin síntomas de esa enfermedad), donde a la gente se le dice erróneamente que no tiene la infección, la escala del problema se magnifica.
Estos son los propagadores encubiertos que continuarán expulsando el virus por hasta 14 días, y esto plantea serias preguntas sobre la efectividad de las estrategias de testeo o el uso de herramientas de detección como el chequeo de la temperatura.
Se están empezando a recopilar retazos de evidencia, principalmente de muchos estudios pequeños y dispares.
La imagen completa se irá armando a medida que la calidad y cantidad de evidencia expanda y refine nuestra comprensión del SARS-CoV-2.
Sin embargo, la ciencia aún no informa a los médicos sobre la mejor manera de manejar a sus pacientes.
Las lesiones en una tomografía determinan qué tratamiento se necesita. Todavía hace falta una decisión personalizada basada en el juicio clínico, manifiesta Kinner.
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