Caer interno en un hospital, un hospital público por su puesto, no una clínica privada, es una desgracia triple, uno porque eres un pobre de solemnidad, dos porque estás enfermo y tres porque tienes que ir con una cantidad de dinero que para tí que eres pobre y a veces pobrísimo, significa un tesoro.
Darle seguimiento al caso de la niña Kiara ha sido un descubrimiento, no del todo positivo. Es más, asombrosamente negativo.
De no ser por la buena voluntad de la primera dama Raquel Arbaje, ¿qué sería de Kiara? Pero además, ¿cuántas Kiaras y Kiaros hay ahora mismo en el Hospital Robert Reid Cabral?
Se supone que si te internan en un hospital, ese hospital mínimo debe tener un laboratorio para hacer las analíticas. Pues no, los médicos le entregan a los padres las recetas con las analíticas que le tienen que hacer a sus hijos. Ir a los laboratorios privados, que el seguro lo asuma, pagar las diferencias, tomar los contenedores en que se van a hacer las pruebas, llevarlos al hospital, pedir que la hagan y llevarlas devuelta al laboratorio.
Eso ha pasado con Kiara. Nada es un invento.
Si el paciente se va a someter a una cirugía, sus parientes tienen que conseguir algunas de las cosas necesarias, por ejemplo si le van a colocar un tornillo, un pasador algo en un hueso o en la columna, una placa metálica, etc, eso tiene que comprarlo afuera. En el caso de Kiara fue asumido por Senasa, gracias a la primera dama.
Si necesita algún tipo de medicamento, el doctor le entrega la receta para que usted con su pobreza a cuesta y ese susto fatal en el estómago del que no sabe si le va a alcanzar los chelitos para pagar la diferencia con el seguro, vaya a la farmacia y los obtenga.
Eso pasa con Kiara. No es un invento.
Pasa que te digan que tienes que comprarle pañales si hacen falta, toallas húmedas, jabón, en fin, esas menudencias de la realidad cotidiana de un hospital.
Asomarse a la terrible realidad de la pobreza, victimizada además por un sistema de salud incapaz de darles lo elemental, en un hospital que pagamos todos con nuestros impuestos, es un golpe con una mandarria en la boca del estómago.
Hay mucho por hacer en el sistema de salud. Se necesita un cambio de filosofía. De actitud. De aptitud. ¿Aún siguen plagiando las tesis de graduación de los médicos?
Más allá de la pandemia, urge dignificar los hospitales. Ningún rico, ningún clase media, ningún empresario, ministro, legislador o general lleva a sus hijos al Hospital Robert Reid Cabral.
Hay que hacer de este, el primer objetivo de la dignificación de los niños de nuestra pobreza. Que los dominicanos todos quieran que de ser necesario, sus hijos sean atendidos allí, sin maltratos (que lo hubo al inicio con Kiara), y con todo lo que necesitan. Que para eso pagamos impuestos cada vez más onerosos y es bueno ver que, al menos no se van solo en robo del erario, o en distracción a otras menudencias que pueden esperar mucho tiempo más, que un niño o niña cuya vida esta en juego.
(Video: cortesía del Listín Diario)
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).