Desde hace 45 años se sabe que en las profundidades de la corteza terrestre existen dos gigantescas manchas de roca que rodean el núcleo del planeta. Su origen es desconocido. Una de las formaciones se encuentra bajo el océano Pacífico y la otra está bajo el continente africano.
Una nueva investigación publicada por la Universidad Estatal de Arizona plantea que su origen podría ser de otro mundo.
https://www.hou.usra.edu/meetings/lpsc2021/pdf/1980.pdf
Un grupo de científicos encabezados por Q. Yuan , e integrado por M. M. Li , S. J. Desch y B. Ko , de la Escuela de la Exploración Terrestre y Espacial de la Arizona State University (ASU, por sus siglas en inglés) ha sugerido que las manchas son restos de un «embrión planetario del tamaño de Marte» llamado Theia, que golpeó la Tierra en su juventud hace 4.500 millones de años. Se cree que el impacto convirtió la superficie de la Tierra en un mar de magma ardiente y provocó la expulsión de suficientes restos planetarios para crear la Luna.
Qian Yuan, el investigador principal, estudia geodinámica en la ASU y según la publicación tras la colisión, partes de Theia pudieron hundirse y conservarse en las profundidades del manto de nuestro planeta, la capa semisólida que se encuentra entre la corteza y el núcleo de la Tierra.
«Se reconoce ampliamente que la Luna se formó a partir del “Impacto Gigante”: cuando al menos un embrión planetario del tamaño de Marte, Theia, colisionó con la proto-Tierra durante la última etapa de formación del planeta terrestre. Dicho modelo está bien alineado con algunos aspectos físicos clave del sistema Tierra-Luna, incluido el elevado momento angular anómalo del sistema Tierra-Luna, el pequeño núcleo de hierro de la Luna y su alta relación de masa en comparación con la Tierra. Sin embargo, una de las cuestiones más críticas relacionadas con este escenario es que no se ha encontrado evidencia de la existencia del embrión planetario hipotético Theia. Esto se debe en parte a su tamaño ampliamente debatido, que varía entre 0,1 ~ 0,45 masa terrestre (M⊕) y la composición de enstatita a condrita carbonosa. Además, mientras que la mayoría está de acuerdo en que el núcleo de Theia se fusionó rápidamente con el núcleo de la proto-Tierra poco después del impacto, qué fracción y cómo se conservó el manto de Theia en el manto de la Tierra sigue siendo difícil de alcanzar. Este proceso posterior al impacto no solo es responsable de las estructuras térmicas y composicionales iniciales de la Tierra, sino que también afecta significativamente la evolución química de la Tierra a largo plazo», dice el estudio.
Mientras tanto, las provincias grandes de baja velocidad de corte (LLSVP) -que es como se les llama a estos restos adheridos al núcleo central de la Tierra, que «son del tamaño de un continente por encima del límite del manto central se han identificado sísmicamente»-, desempeñan un papel importante «para comprender la estructura y la evolución termoquímica en el manto profundo».
Según Yuan, estas manchas son entre un 1,5 y un 3,5% más densas que el resto del manto terrestre, y más calientes.
Si Theia era rico en hierro y muy denso, según los modelos de Yuan, los trozos que se desprendieron al chocar con la Tierra se habrían hundido en el manto de nuestro planeta. Allí podrían haberse acumulado sin alterarse, en lugar de mezclarse con el resto del manto.
Igual es posible que trozos más densos de la corteza terrestre se hundieran en el manto y entraran en él, contribuyendo al crecimiento de las manchas con el paso del tiempo, según ha planteado el propio Yuan.
Las partes más profundas se encuentran a 2.900 kilómetros bajo la superficie terrestre, en la parte del manto más cercana al núcleo externo de la Tierra. Tienen 1.000 kilómetros de altura y son dos o tres veces más anchas que altas. Y sí, el ingenio humano ha llegado a Marte, pero viajar 2,900 kilómetros hacia las profundidades de nuestra propio plantea, hasta ahora ha sido imposible.
Los científicos han descubierto que las columnas de roca caliente y magma de algunos volcanes de Islandia y Samoa proceden de estas manchas. Al analizar la composición de este magma, los investigadores pueden obtener información sobre la composición de estos misteriosos trozos enterrados. Según un estudio de 2019, algunos elementos de las columnas volcánicas se remontan a hace unos 4.500 millones de años, cuando supuestamente Theia llegó a la Tierra.
En buena lid todo es una hipótesis, pues los científicos no han encontrado ninguna prueba de la existencia de Theia.
Hace cinco años, un estudio sugirió que eso se debe a que los núcleos de la Tierra y de Theia se fusionaron. En 2018, otro estudio planteó que cuando los planetas colisionaron, ambos se «vaporizaron casi por completo». Según esta idea, la Tierra se convirtió en una masa giratoria de roca fundida y vaporizada llamada sinestia, y luego volvió a colapsar en un planeta fundido. Parte de esa masa giratoria se convirtió en la Luna y Theia dejó de existir.
Una tercera teoría es que Theia simplemente se desprendió de la Tierra, y trozos de un planeta, o piezas de ambos, se combinaron para formar la luna. Pero la composición de la luna coincide casi exactamente con la de la Tierra, lo que sugiere que contiene muy poco de Theia.
Los nuevos descubrimientos de Yuan y su equipo, que se publicarán próximamente en la revista Geophysical Research Letters, pueden ofrecer por fin pruebas de que Theia estuvo en nuestro sistema solar hace miles de millones de años.
Pero para probarlo habrá que hacer grandes gastos y tecnologías que permitan viajar no 54,6 millones de kilómetros, sino apenas 2,900 kilómetros.
(Con información de Universities Spaces Research Association)
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