Especial para Nota Clave de Patz Guerrero
El ser humano ha desevolucionado casi al punto de dejar de ser humano. No nos sorprende absolutamente nada. Nos quedamos sin alma de repente… pero no tan de repente.
Quise tomar unos minutos para reflexionar hoy después de meses sin escribir, tras escuchar en una conversación lo siguiente: “En los primeros meses de la pandemia veremos a todos apoyando a todos, pero pasado ese tiempo estamos viendo las verdaderas caras, y cual animales rapaces, vemos como cada quien saca las uñas”.
Lo que me decían no fue una sorpresa, pues yo también lo he visto pasar, pero lo que aún me sorprende al punto de la depresión, es no identificar ningún aspecto humano en la actual sociedad, y hasta en lo cercano.
Extraño a la gente que llora y se emociona con una canción. A la que orienta a quien se equivoca. Extraño a los amigos reales, a esos que te escriben sin pedirte nada a cambio. Extraño los abrazos apasionados, de esos que no tienen ni te provocan pensamientos ocultos mientras suceden. Extraño las miradas a los ojos mientras hablamos, de las que pueden permitirte una sonrisa espontánea. Y por mucho, extraño los sinceros deseos, los que te engrandecen y no cambian frente a otros.
Hace unos días mi hija mayor, quien recientemente descubrió la música de los 80’s y 90’s me dijo: “¿Por qué yo no nací en tu época?… era mejor.”, yo me reí porque ella ni siquiera sabe lo que dijo, y realmente la entiendo más de lo que ella misma entiende. Ahora todo pasa muy rápido y no nos da tiempo a reaccionar, por eso todo es más frío y se olvida al minuto. Antes un hit musical podía durar todo el año, ahora hay que rogar para que dure una semana. Así mismo pasa con la educación, el amor, el compromiso, la política, el arte… la felicidad… todo.
Y aquí volvemos a la solidaridad, a la bondad, al alma. Así de rápido también soltamos nuestras buenas intenciones para ser individualistas y bloquear todo lo que no nos ponga en la cima solo a nosotros.
Aquel sueño recurrente de comprar una cabaña en una playa inhóspita y desaparecer sigue apareciendo por las noches. No me gusta lo que siento a mi alrededor, y aunque trato de que no me domine esa sensación, la interacción con los demás es tan decepcionante que traiciono mi propósito.
Si todos hiciéramos aquel famoso ejercicio de hacer una buena acción diaria, esto fuera maravilloso. Pero si nos da trabajo tomar un medicamento diario imagínate algo que no veremos retornar de inmediato a nuestras vidas.
La teoría del karma (Lo que va viene) parece que se ha cumplido en este mundo. Estamos cuál fumadores “pasivos”, aspirando de vuelta el humo que hace siglos expulsó la humanidad. A la humanidad se le ha diagnosticado una septicemia emocional, y el único antibiótico está desautorizado por la organización mundial del egoísmo, con el aval de un “Sálvese quien pueda”.
Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente la opinión de Nota Clave
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