SD. Hace 25 años el solar La California, en El Barrio de Colón de la capital cubana, había recibido la bendición de realizarle labores de remozamiento y hasta se inauguró un foco cultural que intentó dignificar más la vida de quienes lo habitaban.
Ese solar, que no visito hace dos décadas, y cuyo estado actual desconozco, aparece en memorables documentales cubanos sobre la música afrocubana. Recuerdo Nosotros, la música (Rogelio París, 1964) donde cantan dos entrañables amigos: Carlos Embale y Celeste Mendoza «La Reina del Guaguancó».
Pues, en ese mismo solar coronado con una ceiba centenaria en medio del patio (que según videos en el 2015 seguía allí), algunos dicen que nació (si no nació era donde rumbeaba) el 7 de enero de 1915 Luciano Pozo González, mejor conocido como Chano Pozo -el «Tambor Mayor», a decir del sabio cubano Fernando Ortiz-, una de las leyendas de la música cubana, un percusionista fuera de serie de donde bebieron desde Tata Güines hasta Yaroldi Abreu, pasando por Changuito y Angá muchos más.
Chano había recibido la transmisión del Ékue (tambor sagrado), y era un ireme (bailarín) de respeto, pertenecía al juego Muñanga Efó, el mismo al que pertenece el escritor Tato Quiñones. Chano tocaba, bailaba y entonaba melodías en lucumí.
El sabio cubano Fernando Ortiz escribió: «Chano Pozo fue un revolucionario entre los tambores del jazz, su influjo fue directo, inmediato, eléctrico (…) Por el tambor de Chano Pozo hablaban sus abuelos, pero también hablaba toda Cuba. Debemos recordar su nombre para que no se pierda como el de tantos artistas anónimos que durante siglos han mantenido el arte musical de su genuina cubanía».
Muerto a tiros el 3 de diciembre de 1948, en Nueva York, se cree que por una deuda por marihuana, Chano Pozo, quien era medio hermano del famoso trompetista Félix Chapottín, había llegado a Estados Unidos, después de aprender en la calle y en los solares habaneros a tocar tambores (hasta cinco a la vez) y a tocar y bailar en las comparsas habaneras El Barracón, La Mexicana, La Colombiana, La Sultana, La Jardinera y Los Dandys de Belén, de la cual fue el director y después de pasar por el Cabaret Tropicana en el espectáculo Pantera Negra.
Ya había dirigido el Conjunto Azul, donde tocaban su hermanastro Félix Chapottín (trompetas), Arsenio Rodríguez (tres), Marcelino Guerra «Rapindey» (guitarra), entre otros, y por supuesto Chano en las congas.
Ya había popularizado más de una rumba, Blem, blem, blem fue una de ellas. Otras fueron Nagüe, memorable en la interpretación de Miguelito Valdés, Pín, pín, que canta «Pin, pin, cayó Berlín, pon, pon, cayó Japón», interpretado por Chano con su Conjunto Azul y luego por Miguelito Valdés y el Casino de la Playa, Ave María Morena (que la registrara a nombre de su hermana Petrona para asegurarle la vida a ella), que interpretara el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro y muchos más. Pero sobre todo del tema de Los Dandys de Belén: «Siento un bombo, mamita, me están llamando». O aquella famosa Malanga murió, que cantan «Siento una voz que me dice, Ó-guaniyé-ó»… Miguelito Valdés fue quien lo animó a seguir componiendo y Anselmo Sacasas, pianista de la Orquesta Casino de la Playa, era quien llevaba al pentagrama las composiciones de Chano e interpretaba canciones como Ariñañara o Parampampín, rumba central del espectáculo de Tropicana antes mencionado.
En Nueva York grabó junto a Arsenio Rodríguez, con Machito y su Orquesta el tema Serende, el 10 de febrero de 1947, para el disco Legendary Sessions, donde están en plena plenitud los elementos que luego se darán a conocer como salsa. Pero eso será tema de otro acercamiento. Otro de sus temas fue Sácale brillo al piso Teresa y Tintindeo.
La energía ancestral de los dioses que adoraba Chano Pozo, hijo de Changó en la religión Yoruba, estaba sentada en su cabeza, y en sus manos, en su talento único para la percusión, por eso fue el indicado para hacer confluir esos dos poderosos ríos, como si el Potumac y el Zambeze se unieran en una sola riada. Así fue lo que sucedió cuando creó Manteca con la ayuda de Dizzie Gillespie, de Walter Gil Fuller y de Chico O-Farrill, durante una gira por California.
«Tengo una idea para una melodía», le dijo a Dizzie. «Chano era bastante ingenioso —narró el músico afroamericano—. No sabía hablar inglés, tarareaba, canturreaba la línea de base, la melodía —la idea es lo importante—, pero concibió la melodía, ya tenía pensado lo que debía hacer el contrabajo, cómo iba a arrancar y a entrar después los saxos, tarareaba los cambios. Tenía un riff. Y también lo de los trombones, agitaba los dedos de la mano derecha y golpeaba el suelo con el pie para indicar la dinámica del sonido de las trompetas. Sabía perfectamente todas las figuras que quería”, narró Dizzie Gillespie.
El tema había sido estrenado en vivo en el Carnegie Hall el 29 de septiembre de 1947, con John Lewis en el piano, Miltt Jackson en el vibráfono, Al McKibbon en el contrabajo, James Moody y Cecil Paine, en saxofones y Kenny Clarke en la batería.
Tres meses después, unos dicen que el 22 de diciembre de 1947, fue grabada por primera vez. otros afirman que esto ocurrió exactamente el 30 de diciembre de 1947, en la RCA Victor, pero que es en 1948 cuando revienta su popularidad mundial.
Con Manteca se abre un camino único, diferente, que había iniciado con Machito y Mario Bauzá, que cambiaría la historia de la música, gracias a la intuición de Dizzie Gillespie, y a la receptividad de los músicos que coincidían en su agrupación. “Esa mecha inicial, “Manteca” me abrió realmente los ojos, la mente, el corazón, todo, Chano contaba algo ancestral, nos llevó a otra dimensión, a la magia de una música lejana, fue una revolución fenomenal. Insertó, como nadie, la música cubana-latina en el mundo” expresó de él Alfredo ´Al´ McKibbon, quien fue su asere monina boncó, quien le sirve de soporte rítmico en la banda. De Chano Pozo, el extraordinario bajista Al McKibbon aprende los fundamentos de los tumbaos afrocubanos y los cánticos y expresiones de la religión santera y la sociedad secreta abakuá.
Chano había llegado a Nueva York en 1942 y abrió un club latino en el Palladium que se llamó como una canción suya, «Blem Blem». Fue justamente Mario Bauzá, músico por entonces de Cab Calloway, quien se lo recomendó a Dizzie Gillespie.
La primera presentación de Chano con Dizzie y su banda fue en el Tawn Hall de Nueva York en 1947. Así lo vio el crítico de jazz Marshall Stearns: “Chano Pozo se agachó en el centro del escenario y batió un tambor de muchas voces con sus manos encallecidas. Mantuvo al público en un silencio de sobrecogido respeto durante treinta minutos, cantando en un dialecto del África Occidental, mientras subía y bajaba, de un murmullo al alarido, y volvía al punto de partida”.
Chano Pozo (Fuente Externa)»Chano impuso su estilo propio, tenía en la cabeza la “clave cubana”, había que seguirlo, cambió algunos acentos en la tumbadora. Dizzy que era músico le aplicó la armonía y arreglaron el resto con un puente musical, estructurado por el talento de Walter Gilbert Fuller, apoyado por otro no menos talentoso que Chico O´Farrill, quienes adaptaron el nuevo patrón de Chano para hacerlo más sencillo, nítido y viable», establece el crítico musical Rafael Lam.
Según otros autores Chano adaptó los patrones rítmicos cubanos de la tumbadora al ritmo bebop, hechura de Gillespie, con lo que se comenzó a llamar cubop. Sencillamente Chano Pozo metió el solar La California con sus fiestas de santo, sus rumbas, sus celebraciones, dentro de la caja de música del jazz, algo llamado por la crítica de la época como un fenómeno «dinamita».
Si bien Manteca se convirtió con el tiempo en un estándar del jazz latino, no es menos cierto que el verdadero Manteca, en vivo era un show espectacularísimo, en el que Chano podía estar media hora improvisando con su tumbadora.
La discriminación
Todo esto ocurría en una etapa en que era más cruel la discriminación racial.
Lo ocurrido con una de las grandes glorias del deporte: Jack Roosevelt Robinson (Jackie Robinson), ese mis año de 1948, demuestra lo que seguramente tuvo que pasar Chano Pozo quien era negro como el ébano.
Jackie Robinson era un excelente pelotero, al que le llegó la oportunidad de jugar en las Grandes Ligas cuando el manager general de los Brooklyn Dodgers, Branch Rickey, lo descubrió y le ofreció un contrato. El problema era que Jack Robinson era negro y nunca se le había permitido a un negro jugar en las Grandes Ligas. Para realizar el contrato, primero había que ponerlo a prueba: en la primera conversación, Rickey hizo de carpetero de un hotel que le niega al pelotero, de forma insultante, una habitación.
La segunda prueba a la que fue sometido, fue la de un fanático que lo empuja en el lobby del hotel o en la terminal de ferrocarril.
La tercera fue la simulación de una situación de juego y le dice: «Supongamos que estoy jugando contra ti en la Serie Mundial. Me tiro contra ti, con los spikes por delante. Pero tú no cedes. Te quedas ahí y me tocas con la pelota en las costillas y el umpire grita: «out!». Me encolerizo y lo único que puedo ver es tu cara, esa jeta negra encima de mí. De modo que levanto el puño y te doy un piñazo justo en la mejilla, -un puño blanco de Rickey pasa cerca de la cara sudorosa de Robinson, sin que mueve la cabeza-, ¿Qué harías tú? -gritó Rickey- ¿Qué harías tú entonces?».
Los gruesos labios tiemblan un instante y entonces se abren: «Señor Rickey, yo tengo dos mejillas», respondió Jackie Robinson. (Goldman, 1956, pp. 50- 52.).
Como se sabe al fin Jackie Robinson fue aceptado en las Grandes Ligas, pero le impusieron una serie de reglas para evitar problemas, como no ir a lugares de recreación nocturna y al final de los juegos marcharse del estadio por salidas secretas. A Jackie Robinson los hoteles le negaban habitación y debía pernoctar en casa de amigos. Desde el público, muchos lo insultaban en los juegos. Ese escarnio público tuvo que sufrir de alguna forma Chano Pozo.
En aquellos tiempos justamente dos negros, uno cubano y otro americano, Chano y Dizzie, sin querer estaban sembrando un nuevo rumbo de la música.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).