Las ostras se ponen en la mesa, desde la época de los romanos. Esta pequeña delicia grastronómica es ancestral y han sido parte de la alimentación de los pueblos costeros desde la prehistoria. Son exquisitas, elegantes, afrodisíacas y ricas en minerales como el calcio, el zinc, el cobre y el selenio.
Si eres fan de ellas, y te pones tan feliz como yo al comerlas, lee esto para que tu experiencia sea siempre memorable:
Cómpralas frescas, en un mercado o restaurante en el que confíes. Consumir una ostra que no esté en su estado correcto es muy peligroso.
No juzgues su precio. Crecen una pulgada por año, tienen de 3 a 4 años cuando las disfrutamos, aunque en cautiverio pueden vivir hasta 20 años.
En la temperatura y humedad correcta, pueden durar hasta dos semanas fuera del mar.
Cuando las compras tienen que estar cerradas y vivas. Si las compras para consumir en casa y encuentras alguna abierta, descártala.
En casa guárdalas en la nevera, sobre hielo, sin lavarlas, sin taparlas, con el lado más pronunciado hacia abajo y con un paño húmedo sobre todas ellas.
Si no las abres tú mismo en casa, que las abran frente a tí en la pescadería o en el restaurante.
Casi todas las ostras que consumimos son de EU, si vives en estados que las producen, apoya el producto local, que siempre será más fresco.
La mayoría de las ostras son de farm. Pero la ostricultura, casi siempre, se practica en el mismo mar.
Las puedes oler, una buena ostra debe oler suave y fresca, no fishy o tan fuerte que podamos describirlo como “punzante”.
Las ostras de la zona tienden a ser más saladas y las del Pacífico son más dulces. Pero como el vino, todas saben diferentes, dependiendo de la zona en que viven.
Son una exquisites, saboréalas crudas, con unas gotitas de jugo de limón. Si las comes asadas, fritas o le agregas queso, no me hagas tag, ni me invites, cocinar esta delicia del mar es llamado un insulto en mi cocina.
Para tener una experiencia simplemente memorable, sírvelas con un vino blanco seco: Muscadet, Chablis, Sancerre o Blanc de Blanc Champagne (todos de Francia) o un Fino, Albariño o Txakolina de España.
Después que el vino y la ostra, estén en buena temperatura, cualquiera de éstos que recomiendo, será una combinación memorable en boca. Aunque en Boquerón, en un pueblo pesquero al oeste de Puerto Rico, las tomamos con una cerveza local bien fría y quedamos contentos. Lo dejo a tu gusto.
Buen provecho!
Bloggero, diseñador web, amante del campo y del café en buena compañía!