José Antonio en su caja de cristal (Foto: Alfonso Quiñones)
Será en la sala grande de Casa de Teatro. 8:30 de la noche. El artista aparecerá después. Pero antes en una especie de caja translúcida comenzará a llover. Ese será, es, el espacio más íntimo del creador. Allí conversará consigo mismo y hablará a los demás, a través de canciones y de reflexiones. No faltarán temas como la amistad, el amor, el desamor, el sexo, o la alegría, aunque también la soledad. Antes que aparezca el artista en esa caja de los milagros lloverá. De vez en resplandecerá un relámpago. Sonarán un chelo, un teclado, y el artista aparecerá, siempre dentro de ese nido que se ha creado. Un concierto maravilloso, con un nuevo signo. Allí la gráfica será tan protagonista como la canción. Para quererte, A veces es mejor la soledad, Cuando tú no estás, Qué tiene de malo, Por poco, completarán las primero cinco. Cada una con personalidad propia y diseño propio. Entre una y otra el monólogo del cantautor. Hay gente, Como un bolero (de las más logradas), Vive. Cada una con una historia que contar. Canciones de otros servirá de bisagra. Dividirá en dos el espectáculo y permitirá insertar canciones de amigos, como Serrat, Silvio, Solano, Pablo, Juan Luis… E imágenes de estos y otros como Víctor Víctor, fijo en la memoria. Homenajes. Antes de las 7, Ella solo dijo no (con un diseño basado en portadas de medios), Despilfarro, Puedo, Una más. Dónde estabas tú y He sido cerrarán la entrega, cuya producción artística es de su hijo Nono. En los créditos también Babeto y no puede faltar Monika Despradel, en la producción ejecutiva. Una realización finísima. Una puesta en escena que debería verse en otras ciudades y en otros países. Magnífico el uso de recursos tecnológicos en diálogo con la música. Una fiesta del espíritu, desde el amor que significa la obra de un imprescindible de la música dominicana: José Antonio Rodríguez.
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