El pasado sábado se conmemoraron 29 años del asesinato racista de la dominicana Lucrecia Pérez, en Madrid (España), reconocido como el primer asesinato racista reconocido en la democracia española.
Lucrecia Pérez había viajado a España para que su hija pudiera estudiar y vivir con dignidad.
A las 21.00 horas del 13 de noviembre de 1992, el guardia civil Luis Merino Pérez, de 25 años efectuó los disparos que acabaron con la vida de Lucrecia, mientras le acompañaban los menores Felipe Carlos Martín, Víctor Julián Flores y Javier Quílez, de 16 años. Se trataba de una cacería de migrantes organizada por la extrema derecha en las ruinas de la discoteca Four Roses, en Aravaca, donde se refugiaban personas migrantes sin hoga, según recordó el periódico Público.
Los asesinos dispararon a mansalva, de manera indiscriminada contra los dominicanos que cenaban una sopa a la luz de una vela. Huyeron en un coche que les esperaba mientras Lucrecia, de 33 años, yacía herida de muerte por dos balas. Una de ellas le alcanzó el corazón. También resultó herido de gravedad Porfirio Elías, también dominicano, apunta el diario digital.
El asesinato de Lucrecia Pérez provocó una gran conmoción y rechazo en la sociedad, por sus connotaciones racistas y los cuatro implicados en el crimen fueron condenados a penas que sumaron 126 años de cárcel, pero hoy ya gozan de libertad. De hecho a los diez años solamente uno de los cuatro culpables de su asesinato, quedaba en prisión de la cual ya salió sin cumplir siguiera el 10% de la condena. De hecho los menores solo cumplieron seis años por el asesinato.
El pasado sábado grupos antirracistas recordaron el hecho marchando por varias calles principales de Madrid.
¿Qué fue de Kenia, la hija de Lucrecia?
Kenia Carvajal, hija de Lucrecia Pérez, tiene 26 años, un bebé en camino y hace seis meses viajó por primera vez a España. Se ha instalado —gracias a una visa por reagrupamiento familiar—, en un barrio humilde de Madrid, en la ciudad donde el guardia civil Luis Merino Pérez asesinó a su madre acompañado por tres menores. Aquel crimen que la dejó huérfana “ha servido para que haya menos racismo en España”, dijo al diario El País.
“Apenas tenía seis años cuando mataron a mi madre. Cuando se fue, solo se pudo despedir de mí, porque mi padre estaba trabajando”, dijo Kenia.
Contó que Lucrecia Pérez, de 33 años, había abandonado con prisa su pueblo Vicente Noble, cuando el organizador de su viaje le dijo que había llegado el momento. Tras un periplo cuajado de escalas llegó a España. Consiguió trabajo como doméstica en una familia con tres hijos. Ese empleo le duró solo 20 días. “La despedí porque no servía para el trabajo. No sabía lo que era un grifo, ni un baño, ni un ascensor. La lavadora era el no va más”, expresó su empleadora al tiempo que lamentaba la muerte.
“Quizás no supo lo que era un grifo, pero hacer la limpieza sí sabía”, defendió por su parte Kenia.
“Una señora a la que llamaron a su casa llegó llorando a la nuestra. Nos dio la noticia a mí y a mi papá. Mataron a mi mamá. Apenas tenía un mes en España. Fue un golpe muy duro, demasiado duro para mí. Luego de que mataran a mi mamá, aquí pasaron muchas cosas”, relató Kenia al diario español.
El gobierno español de entonces trató de aplacar el escándalo entonces poniéndole una pensión a la niña.
“Me quitaron la pensión a los 13 años, y eso que era hasta los 18. No sé por qué. Fuimos mi papá y yo a la embajada en Santo Domingo, preguntamos y una señorita nos dijo que no sabía porqué”, expresó. “Yo, niña al fin, no daba importancia a eso, pero a veces aún me pregunto el motivo por el que me quitaron la pensión”. El juicio que, en 1994, sentenció a más de un siglo de cárcel a los cuatro acusados estableció una indemnización de 20 millones de pesetas —120.202 euros—. “No recuerdo cuánto fue. No lo administraba yo. El dinero sirvió para hacer la casa, comprar un terreno y para que yo estudiara. Llegué a la Universidad. Me falta un año y pico para acabar Contaduría”.
La joven que viajó porque su esposo, que es peluquero y con el que se casó a los 17, la reclamó, y al fin pudo llegar a la tierra donde murió su madre. Un día visitó el sitio donde mataron a su madre y donde entonces habían unas ruinas de una discoteca, ahora allí hay un edificio de oficinas vacías, y enfrente hay un monolito en memoria de su madre. “Cuando lo vi [“Madrid por la convivencia. Homenaje a Lucrecia Pérez. 2006”, reza] sentí ganas de llorar, nostalgia, tristeza, ausencia…”.
Kenia Carvajal dijo que la muerte de su madre “Ha servido para que haya menos racismo. Yo no lo he sentido, ni lo quiero sentir. Para que cambien las cosas tiene que morir alguno”. Pero a ella no le consuela: “Perdí a mi madre”. “Me alegro de que haya menos racismo, porque eso no lleva a nada bueno, pero la que más ha sufrido por todo eso he sido yo”.
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