SD. Hoy hace cien años de que Fanny Kaplan atentara contra la vida del hombre que viró el mundo al revés: Vladimir Illich Lenin. El líder del primer país comunista del mundo había visitado ese 30 de agosto del 1918 la Planta Michelson de Moscú, una importante fundición donde laboraba un colectivo aguerrido de obreros.
Sesenta y cuatro años después, más o menos en el año 1982, el amigo Serguei Kapotin, que a la sazón se desempeñaba como jefe del Departamento Cuba, en Relaciones Internacionales del Comité Central del Komsomol Leninista, me invitó a su casa, en la región Suroeste de Moscú. Residía en un apartamento no muy grande, de tres habitaciones, en un primer piso, en un bloque con jardín y algunos árboles afuera, quizás algún abedul y algún castaño. Casi enseguida me llevó a la habitación de su abuela.
No recuerdo el nombre de la abuela de Kapotin, pero estaba postrada en cama, en la habitación había dos fotos grandes, una de Lenin que colgaba sobre la cabecera, como si fuese un corazón de Jesús; y en la pared de la izquierda una fotografía si mal no recuerdo, rubricada, por el mismísimo Fidel Castro, fechada en 1978.
A Kapotin, como a la mayoría (por no decir a todos) los dirigentes soviéticos de la época, le gustaba beber. El alcoholismo era el hobby preferido.
La abuela me dio la bienvenida, cuando supo que yo era cubano. Le tendí la mano: era larga y huesuda, con la piel pegada arrugada. Debía andar por los 80 y tantos años y estaba enferma. No tenía dientes. Hablamos un rato. Me preguntó mucho sobre Fidel Castro y sobre Cuba. Era una veterana revolucionaria. Luego Kapotin, quien nos había dejado a solas en la habitación mientras buscaba algo que me quería brindar, me contó su verdadera historia.
El 30 de agosto del 1918, siendo ella líder juvenil en la Planta Michelson de la capital rusa, tuvo la tarea de enseñar la fábrica al jefe de los bolcheviques. Al final del recorrido y después del discurso, Vladimir Illich Lenin le pidió que cada quince días le informara sobre la marcha de las tareas en la planta. De hecho ella se encontraba muy cerca de él cuando la eserista Fanny Kaplan, una mujer de 28 años, disparó casi a quemarropa sobre Lenin.
Advertencias
Ese mismo día en Petrogrado (San Petersburgo), el presidente de la Comisión Extraordinaria (NKVD), Moses Uritsky, había sido asesinado. Lenin se enteró del suceso, y se le recomendó enfáticamente que abandonara el discurso planificado, pero ignoró la advertencia y se dirigió a la Planta Michelson, al encuentro con los trabajadores.
El discurso de Lenin se tituló «La dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado». Después del mitin, Lenin, acompañado por algunos de los trabajadores, entró al patio. El chofer de Lenin, Stepan Gil, ya había encendido el motor, y luego una de las mujeres detuvo a Lenin con otra pregunta.
A la luz de hoy
En su testimonio, Batulin, asistente del comisario militar de la 5ª División de Infantería soviética de Moscú, y escolta de Lenin, escribió: «Oí tres sonidos agudos y secos, que tomé no por disparos de un revolver, sino por sonidos comunes de motores. Siguiendo estos sonidos, vi a una multitud de personas, antes de pararme en silencio junto al automóvil, correr en diferentes direcciones y ver detrás del coche que el camarada Lenin yacía inmóvil, tendido boca abajo en el suelo».
Enseguida narra: «No perdí la cabeza y grité: «Agarren al asesino del camarada Lenin». Mientras corría hacia la Serpujovka. <…> Cerca de un árbol, vi a una mujer con un maletín y un paraguas en sus manos, que detuvo mi atención por su extraño tipo. Parecía una persona huyendo de la persecución, intimidada y perseguida. Le pregunté a esta mujer qué hacía ahí. Ella respondió: «¿Por qué quieres saberlo?» Luego le registré los bolsillos y tomé su maletín y el paraguas, la invité a seguirme. En el camino, le pregunté, pegado a su rostro «¿por qué disparaste al camarada Lenin?», a lo que ella respondió: «¿Para qué quieres saberlo?», lo que finalmente me convenció de que esta mujer era la que había atentado contra la vida del camarada Lenin».
La Biblioteca Presidencial Boris Yeltsin, acaba de publicar hace pocos días un total de 105 páginas, que cubren el período comprendido entre el 30 de agosto y el 18 de septiembre de 1918. Incluyen testimonios, descripciones y fotografías de experimentos de investigación, boletines sobre el estado de salud de Vladimir Ilich y directivas del director de asuntos del Consejo de Comisarios del Pueblo, Vladimir Bonch-Bruevich. Es la primera vez que se dan a conocer estos materiales de archivo que se han mantenido hasta ahora en secreto. Ambos testimonios, el de Stepan Gil y el de Batulin, son parte de estos archivos.
En una entrevista publicada el pasado 15 de julio en el sitio web de la agencia rusa Lenta.ru, el doctor en ciencias históricas Konstantín Morozov, profesor de la Academia Rusa de Economía Nacional y Servicio Público bajo la presidencia de la Federación Rusa (RASHiGS) ha expresado: «Era ventajoso que culparan a todos los socialistas-revolucionarios de derecha por esto para tratar con ellos. Después de todo, el intento de Lenin dio a los bolcheviques una excusa conveniente para maximizar el terror rojo y su legalización, mientras que los SR en ese momento eran para ellos los oponentes más peligrosos. Pero Kaplan no necesitó engañar a los chekistas sobre su retirada del partido, porque para los socialistas revolucionarios el asesinato del partido se consideró un acto más honorable que un acto de terror individual».
Hay versiones que hablan que una de las balas utilizadas estaba envenenada por el autor intelectual del atentado, Yakov Sverdlov. El propio Sverdlov confesó años más tarde que las tres balas estaban envenenadas con curare, sin embargo los investigadores no encontraron restos de esa sustancia que probablemente haya desaparecido ante las altas temperaturas de la pistola.
Y. M. Yurovsky, quien dirigió la ejecución del emperador Nicolás II y su familia en Ekaterimburg, fue el mismo que interrogó a Fanny Kaplan. «Kaplan se incriminó a sí misma y confesó el atentado contra la vida de Camarada Lenin», explica en uno de los documentos.
El 5 de septiembre de 1918 se emitió un decreto declarando oficialmente el comienzo del «Terror Rojo». Para ese entonces, Fanny Kaplan ya estaba en otro mundo: dos días antes, sin juicio, en el patio del destacamento de automóviles del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia (NKVD, la madre de la KGB), bajo el rugido de los motores en marcha, recibió un disparo. El comandante del Kremlin Pavel Malkov y el poeta Demian Bedny, que accidentalmente estaba en el acto de ejecución, siguiendo la orden de Sverdlov de no dejar rastros, quemaron el cuerpo de Kaplan en un barril de hierro.
Después del intento contra su vida, Lenin fue llevado al Kremlin. «Encontré al camarada Lenin en la cama con una mano ensangrentada. <…> En este momento le daban la primera asistencia médica nuestros médicos comunistas convocados por el camarada Kozlovsky: Semashko, Obukh, V. M. Bonch-Bruevich, Weisbrod y los cirujanos especialistas profesores Rozanov y Mints», dice el testimonio de Vinokourov, uno de los primeros en prestar asistencia médica a Lenin. La herida era incomparablemente más profunda de lo que parecía a primera vista. «Una bala <…> estaba atrapada en el omóplato. Esta herida no amenazó su vida. Pero otra bala pasó por el cuello, tocando la punta del pulmón izquierdo y causando una hemorragia interna en la cavidad de la pleura», dice uno de los documentos dados a conocer por la Biblioteca Presidencial Yeltsin.
Aunque la herida de Lenin fue fatal, se recuperó muy rápido. El 25 de septiembre de 1918, se fue a Gorki, y regresó a Moscú el 14 de octubre, reanudando de inmediato sus actividades políticas. El primer discurso público de Lenin después del atentado fue el 22 de octubre de 1918.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).