El actor escocés Sean Connery, protagonista de siete de las películas de la saga de James Bond -las realizadas entre 1962 y 1983- ha muerto a los 90 años de edad (los había cumplido el pasado 30 de agosto) y tras mas de una década alejado de los focos.
Había superado un cáncer de garganta con radioterapia en los 90. Hace seis años declinó una invitación de su natal Escocia a la inauguración de los Juegos de la Commonwealth, porque se recuperaba de una operación en un ojo. En 2013, el diario alemán Bild publicó que Connery padecía alzheimer, basándose en una entrevista con Michael Caine en la que habría declarado: “Debemos estar seriamente preocupados por él. Ya no es más dueño de sus sentidos”.
Connery había ganado un Oscar en 1987 por su rol como Jim Malone en Los Intocables…, dirigida por Brian de Palma. En 1999 la revista People lo eligió como «el hombre más sexy» del siglo XX. Tenía 69 años.
Había decidido retirarse de la actuación en el 2003 tras La liga de los hombres extraordinarios, una película que no contó con el respaldo de la crítica, más bien fue muy criticada, pero tuvo buena taquilla. Del director Stephen Norrington, dijo que «deberían meterlo en un manicomio».
Algún día había dicho «Siempre he odiado al maldito James Bond. ¡Me gustaría matarlo!». Como quiera fue un ser humano como quiso serlo, carismático y terco, infeliz en gran parte de su vida, pero realizado profesionalmente, que le gustaba comer con las manos hasta en el restaurante mas lujoso.
Dicen los que lo conocían de cerca que tras la imagen de actor serio y de carácter, se escondió una gran vis cómica como demostró en otro de sus papeles más memorables para la generación de los ochenta, el de padre de Indiana Jones en ‘La última cruzada’.
«No soy un inglés, nunca he sido un inglés y jamás querré ser uno de ellos. ¡Soy un escocés! Siempre he sido un escocés y siempre lo seré», defendió Connery, que formó parte del Partido Nacionalista Escocés, desde donde abogó por la independencia escocesa de Reino Unido. En 1999, ofreció un discurso que tuvo un enorme impacto durante las elecciones: «Estamos a punto de tener nuestro propio parlamento. Si lo conseguimos, deberá ser democrático y tendrá que dejar que las voces de todos los partidos se escuchen. Hemos esperado casi 300 años. Mi esperanza es que evolucionemos con dignidad e integridad y que realmente reflejemos la nueva voz de Escocia».
A pesar del apego por su tierra natal, desde 2003 vivió de manera habitual en su mansión de New Providence (Bahamas) junto a su mujer, Micheline Roquebrune, con la que llevaba casado desde 1975. En 2019, dio una de sus últimas entrevistas y lo hizo para el diario inglés ‘Daily Mail’ para confirmar que la pareja se encontraba bien tras el paso del huracán Dorian, que dejó 43 muertos en las islas. También residió estacionalmente en Marbella hasta 1999, cuando vendió su mansión de la Costa del Sol, después de verse envuelto en una trama de recalificaciones y delitos contra la Hacienda pública, que acabó con la petición de la Fiscalía de dos años y medio de prisión y una multa de 23 millones de euros para Roquebrune.
Connery había nacido en 1930 en uno de los barrios más deprimidos de Edimburgo, Fountainbridge, en una familia trabajadora y humilde, hijo de camionero y ama de casa. En su infancia vivió sin electricidad ni agua caliente y compartiendo los aseos con el resto de familias que residían en el mismo bloque. La familia Connery, en realidad, había emigrado cincuenta años atrás desde la Irlanda católica por culpa de la ley de tierras de 1881, que aumentó el precio de la vivienda desorbitadamente. En 1944, con 14 años, abandonó el colegio para ganarse la vida como lechero, con un sueldo de aproximadamente 1,2 euros a la semana, según constataron unos registros oficiales aparecidos en 2005.
A los 20 años Sean Connery comenzó a interesarse en la actuación. Se alistó en la marina antes de probar suerte con el trabajo que lo convertiría en una estrella mundial. Tras una temporada saltando de trabajo en trabajo y durmiendo en el sofá de sus padres, Connery se incribió en levantamiento de pesas, «para gustar a las chicas», según Bray, lo que le llevó también a posar como modelo en la Escuela de Bellas Artes, donde admiraban «su pelo azabache, sus cejas oscuras y su cuerpo espectacular. Durante algunos veranos trabajó como socorrista, mientras que en invierno limpiaba las oficinas del diario ‘Edimburgh Evening News’. Leyendo el periódico encontró un anuncio en el que la dramaturga Dame Anna Neagle buscaba extras masculinos de más de 1’80 de altura para la producción de ‘Días gloriosos’. Así que se fue directo al Empire Theatre y representó, durante las cinco semanas de la campaña de Navidad, su primer papel en el mundo del entretenimiento: el de oficial de guardia británico. Una fotografía en una revista de culturismo por aquí, un campeonato de Mr Universo por allá —se llevó el bronce en la categoría de hombres altos—, y Connery consiguió una audición para el musical ‘Al sur del Pacífico’. A pesar de que no sabía bailar y cantar, consiguió el papel cuando Joshua Logan, el director de la obra, le preguntó: «¿Esos hombros son todo tuyos?».
El primer rol de cine le llegó gracias a Neagle, que contó con él en la adaptación de ‘Días Gloriosos’ al cine, titulada como ‘Lilas en el cielo’, protagonizada por Errol Flynn. Tras pasar la mitad final de los 50 aceptando papeles pequeños en televisión y alguna que otra producción teatral, en 1962, con 32 años, le llegó el papel que cambió su carrera: James Bond en ‘Agente 007 contra el Dr. No’. «Según todos los críticos y comentaristas de cine, Sean Connery ha sido el mejor y más genuino Bond de la historia. Lo interpretó en siete ocasiones y nadie como él ha combinado la dureza, la presencia, la ironía y el sex-appeal que debía tener este agente secreto», ha dicho la crítica en TCM.
Tras entregar su rol de James Bond a Roger Moore su presencia en el cine no decayó. tHabía trabajado a las órdenes de directores como Alfred Hitchcock en ‘Marnie, la ladrona’ (1964); Jean Jacques Annaud en ‘El nombre de la rosa’ (1986) y de Steven Spielberg en ‘Indiana Jones y la última cruzada’ (1989); luego rodó con John McTiernan en ‘La caza del Octubre Rojo’ (1990) y ‘Los últimos días del Edén’ (1992), y con Michael Bay en ‘La Roca’ (1996).
Rechazó el papel de Gandalf en ‘El Señor de los Anillos’, y también se negó a volver como el padre de Indiana Jones en ‘El reino de la calavera de cristal’ —que ya hace ¡doce! años que se estrenó—. En una entrevista de 2005 afirmó que estaba «harto de Hollywood».
«Cada vez hay más distancia entre los que saben hacer películas y los que dan luz verde a las películas. No digo que todos sean idiotas. Sólo digo que hay muchos de ellos que son muy buenos siendo idiotas. Necesitaría una oferta imposible de rechazar, al estilo de la mafia, para no negarme a hacer otra película más», expresó.
Cumplió su promesa. Spielberg lo calificó como «una de las siete estrellas realmente genuinas del mundo».
Y se ha ido.
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