SD. Para muchos fue la voz femenina más importante que ha dado toda Iberoamérica en su historia. Monserrat Caballé ha fallecido a los 85 años de edad, en la madrugada de este sábado 6 de octubre, en el hospital de Sant Pau de Barcelona, donde se encontraba interna desde mediados de septiembre por problemas de la vesícula.
El funeral se celebrará el lunes al mediodía en el tanatorio de Les Corts, mientras que el velatorio será este domingo a partir de las dos de la tarde en ese mismo recinto funerario.
Su voz llegó a todos los confines del mundo desde 1988, ligada a la de Freddy Mercury, en la interpretación del himno de los juegos olímpicos celebrados en esa urbe española en 1992, en una inolvidable incursión en la música pop. Dicho sea de paso, el dúo no pudo presentarse en la inauguración de los juegos, debido a que un año antes había fallecido Freddy Mercury. Quizás fue Monserrat quien abrió el camino a la popularización mundial del la ópera hacia las grandes masas, debido a esta y otras incursiones que realizó a la música pop. Al menos, ella lo afirmaba así.
Su última actuación se produjo en agosto de 2014, dentro del Festival de Música de Cambrils, donde actuó junto a su hija.
Herbert von Karajan, Leonard Bernstein, Zubin Mehta, James Levine, Claudio Abbado, Seiji Ozawa o Riccardo Muti, las mejores batutas del mundo en este medio siglo dirigieron orquestas al frente de las cuales cantó la Caballé.
Su nombre ha sido igualado al de María Callas y Renata Tebaldi, dos mitos de la ópera.
Nacida el 12 de abril de 1933 en el barrio de Gràcia de Barcelona, Monserrat obtuvo sus primeras clases de música de parte de sus madre e ingresó en el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona a los 11 años de edad, de donde se graduó en 1954, en una prueba final donde perdido el conocimiento. Su debut profesional ocurrió el 27 de junio de 1955 en el Teatro Principal de Valencia, con la Compañía de Ópera de Barcelona.
La artista alcanzó a ofrecer unas 4,000 presentaciones a lo largo de toda su vida. Como maestra de canto se caracterizó por ser muy severa y exigente con sus estudiantes.
Su voz según la crítica era plena, potente y bella, dotada de tersura, nitidez, pureza o suavidad, y era dueña de un timbre «iridiscente y tornasolado». Fue notable por su pureza, control y potencia, siendo menos admirada por sus instintos dramáticos y por su destreza interpretativa, que por su excelente técnica, matización vocal y sus exquisitos pianissimi.
La esencia de su arte, uno de sus grandes aportes a la ópera, fue interpretar dentro de la línea de canto, sin histrionismos ajenos a la partitura y que normalmente son recursos para ocultar deficiencias técnicas en cantantes menos virtuosas. Por ejemplo, para su Violetta, memorablemente grabada para RCA junto a Carlo Bergonzi, por ejemplo, la Caballé no necesitó «ser dramática» sino simplemente cantar lo escrito por Verdi, siguiendo escrupulosamente las indicaciones de la partitura, añadiéndole su impronta personal mediante refinados toques de portamento y un medido uso de la mezzavoce y los filados, aparte de su singular y bellísimo timbre.
Notas de las mejores agencias de noticias internacionales.