Esther Batista, nieta del exdictador cubano Fulgencio Batista, fue quien anunció a través de sus redes que su padre Roberto «Bobby» Batista Fernández falleció este miércoles 12 de enero del 2022, tras varios meses de convalecencia de un cáncer de páncreas, en la Clínica Universidad de Navarra, en Madrid.
En un post en Instagram escribió: “Buen Viaje Papá, Te quiero”, un mensaje que sigue al que compartió la semana anterior, cuando todavía su padre se debatía con el cáncer de páncreas: “Ha sido siempre una gran persona y padre excepcional”.
El funeral de Bobby Batista será este jueves, a partir de las 10 de la mañana —y hasta las 2 de la tarde— en el Cementerio de San Isidro, el más antiguo de Madrid y donde reposan, en un discreto panteón familiar, sus padres, Fulgencio Batista y Marta Fernández.
Bobby fue uno de los nueve hijos del hombre que huyó en la medianoche del 31 de diciembre de 1958, dejándole el camino libre a los rebeldes que venían de la Sierra Maestra con Fidel Castro al frente. El propio Bobby era un niño cuando acompañó a sus padres en la dramática huida de Cuba que recaló primeramente en Santo Domingo, donde fueron recibidos por Trujillo, quien los desfalcó con el dinero que cargaban en maletas, a menta de cobro de rescate.
El fallecido dejó un legado invaluable mediante su libro “Hijo de Batista”, publicado por la editorial Verbum en el año 2021.
El autor sostuvo que no lo escribía para complacer a nadie, sino que mostraba tanto los puntos de coincidencia como la discordancia entre él y su padre. Sobre todo con decisiones de este último en torno a la política: el Golpe de 1952 y el tratamiento condescendiente a Fidel Castro.
Nacido en 1947 y abogado de profesión, con bufete en Nueva York, Roberto Batista Fernández era conocido como “una persona discreta, rasgo que no oculta la valentía de acercarse con honradez y limpieza a la figura del Padre”, según quienes lo conocieron.
En la propia cubierta de “Hijo de Batista” se lee que “con lealtad poco frecuente, revela una memoria construida desde lo que su padre representa para él: fue su refugio, su maestro, conoció de sus manos la ternura y el cuidado. Pero esto no le impide asomarse a una vida política, plural y compleja, iluminada por una primera imagen de estadista, aunque empañada por los sucesos del 10 de marzo de 1952. Roberto se pregunta: ‘¿Cómo es posible que un hijo pueda juzgar a su padre?’ Pues bien, en este libro lo ha hecho. No se recuerda entre los hijos de otros controvertidos gobernantes, desasistidos ya de todo poder, alguno que haya asumido una actitud tan íntegra y decorosa, a la vez que desgarradora”.
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