Como si fuera poco, en plena crisis del coronavirus, Rusia acaba de declarar el estado de emergencia, pero esta vez no tiene la culpa la pandemia. Se trata del enorme vertido de combustible que se ha producido en el río Ambarnaya, en Siberia.
Las consecuencias de este accidente serán terribles si no se resuelve a tiempo, de ahí la necesidad de recurrir a medidas tan extremas como el estado de emergencia, ha estimado el gobierno ruso. Las maniobras de limpieza ya han comenzado, pero la meteorología no está poniendo de su parte para hacerlo más sencillo. Mientras, el diésel sigue su camino, extendiéndose hacia otros cuerpos de agua cercanos, en los que sus efectos pueden ser aún más desastrosos.
Todo empezó hace una semana, cuando una estación de energía ubicada en la ciudad de Norilsk, al norte de Siberia, se derrumbó, liberando 15.000 toneladas de diésel en el río y 6.000 en el suelo, dice un despacho de la agencia TASS.
El derrumbe tuvo lugar presumiblemente a causa del derretimiento del permafrost circundante, por motivo del cambio climático. No obstante, estas también apuntan a que las medidas de precaución de la empresa responsable de la estación deberían haber previsto que algo así podía suceder. hay que tener en cuenta que se trata de lugares sumamente remotos, a los cuales para llegar se pueden necesitar días, con el agravante de la ausencia de autopistas, a no ser el ferrocarril Baikal Amur Magistral.
Ese ferrocarril tiene una longitud de 4.234 km y está situada a unos 600-700 km al noreste del Transiberiano ya que fue construida como una ruta estratégica alternativa, ya que el Transiberiano se considera especialmente vulnerable por su proximidad a la frontera con China. Los costos de la línea BAM se estiman en 14.000 millones de dólares y ha sido desarrollada usando carriles especiales y durables ya que la mayoría de su recorrido se encuentra sobre el permafrost.
Por otra parte la península de Taimyr es la más norteña pegada al Artico. Y desde donde finaliza el ferrocarril hasta la península hay cientos de kilometros.
No obstante, los responsables de la compañía del vertido de combustible, sostienen que notificaron lo ocurrido rápidamente y que actuaron de forma diligente. Mientras, el gobierno ruso y numerosas organizaciones ecologistas critican el retraso con el que se empezaron las maniobras de limpieza.
Con premura o sin ella, el caso es que una semana después estas siguen activas.
Una de las prioridades de los equipos de limpieza es que no avance hacia el lago Pyasino.
Esta es una gran masa de agua, en la que nace el rio de igual nombre, de vital importancia para la península de Taimyr.
Se han instalado seis barreras de contención en el río Ambarnaya, para evitar su avance mientras que se trata de limpiar el agua con maquinaria específica para ello.
Desgraciadamente, los trabajadores involucrados han advertido que gran cantidad del diésel ya se ha posado en el fondo y ha fluido hacia el lago. Además, el viento ha empujado varios bloques de hielo sobre las barreras, liberándolas.
Por si esto no fuera suficiente, la zona afectada es un área pantanosa, sin carreteras, a la que solo se puede acceder en coches todo terreno. Por eso, el crudo recolectado deberá mantenerse guardado en tanques hasta el invierno, ya que ahora su transporte se hace muy complicado.
No se había visto un vertido de combustible así desde el año 1989, cuando el petrolero Exxon Valdez encalló cerca de las costas de Alaska, liberando al mar 37.000 toneladas de petróleo, el cual puso en peligro la industria pesquera de la zona y provocó un inmenso daño en la fauna acuática.
Ahora, Greenpeace Rusia compara aquello con lo sucedido en el río Ambarnaya, mientras que el portavoz del Servicio de Rescate Marino de Rusia, Andrei Malov, alerta que se está subestimando la catástrofe.
Esta es también la opinión del portavoz de la agencia de pesca rusa, Dmitry Klokov, quien declaró a la agencia de noticias TASS que restaurar el sistema de aguas contaminadas podría llevar décadas.
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