El tirano déspota de Nicaragüa, Daniel Ortega, merece la repulsa de todos los gobiernos democráticos de la Tierra. Su última fechoría: mandar a meter preso al escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes de Literatura.
De hecho lo está teniendo de escritores como Mario Vargas Llosa o el cubano Leonardo Padura, Héctor Abad Faciolince, Almudena Grandes, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina o Julia Navarro; el director de cine Juan José Campanella; el diputado Patxi López; el escritor Jorge Volpi, el cantante y escritor Víctor Manuel, el músico Miguel Ríos, o Adriana Moscoso, directora general de Industrias Culturales, Propiedad Intelectual y Cooperación, son algunos de los firmantes de la carta.
“Las dictaduras carecen de imaginación, repiten sus mentiras, su saña, sus odios y sus caprichos. Son los mismos delirios y el mismo empecinamiento ciego por el poder y la misma mediocridad de quienes teniendo en su puño los instrumentos represivos y habiéndose despojado de todos los escrúpulos, creen también que son dueños de la dignidad, de la conciencia y la libertad de los demás”, dijo el escritor Sergio Ramírez, de 79 años, tras enterarse de la acusación de la Fiscalía.
Ortega no solamente se ha convertido en un dictador cada vez más cruel, sino más sádico, más feo, más nauseabundo, más impresentable siquiera en el infierno.
Adueñado del país centroamericano como una finca personal, siguiendo el diseño original de las oficinas de la confluencia de las Avenidas Carlos Manuel de Céspedes y Boyero, Ortega tuvo a Sergio Ramírez de vicepresidente cuando triunfó la llamada revolución sandinista en 1979, tras la huida de Anastasio Somoza, a quien en el fondo adoraba, como ha demostrado con creces.
Aunque también adoraba a Fidel Castro, quien lo reprimió duramente por haber convocado a elecciones democráticas que finalmente perdió el 25 de febrero de 1990. Tan fue así, que fuentes muy cercanas, dijeron entonces que Fidel Castro le había retirado la palabra y no le atendía las llamadas. Incluso, cuando hubo que operar a Ortega del corazón en La Habana, dio la orden de atenderle, pero nunca lo recibió. En aquella ocasión, Se le vio andar por la venta de artesanías que se hacía en la calle 23 y G, acompañado de un guardaespaldas cubano. Sonriente, como si nada, sencillo y humilde, como el caído en desgracia.
Pero este es otro Daniel Ortega.
Entre los más repulsivos capítulos de su vida está, además de haber traicionado a todos sus compañeros de entonces, incluso a su propio hermano que fue ministro de las Fuerzas Armadas y hoy día es empresario, las contundentes denuncias de violación sexual y todo tipo de abusos desde que su hijastra tenía 12 años de edad. Zoilamérica Narváez Murillo, hija de la infame Rosario Murillo le denuncio en los primeros días de marzo de 1998, siendo él diputado ante la Asamblea Nacional de Nicaragua. Zoilamérica Narváez Murillo es una socióloga y militante del FSLN que ejercía como directora del Centro de Estudios Internacionales de Managua, hija del matrimonio Jorge Narváez Parajón y Rosario Murillo. El 15 de junio de 1998, Daniel Ortega presentó un escrito respondiendo ante el Juzgado I de Distrito del Crimen, solicitando al juez que rechazara la querella, alegando que gozaba del privilegio de inmunidad por su condición en el momento del conflicto de diputado ante la Asamblea Legislativa de Nicaragua, apoyándose en el artículo 139 de la Constitución Política de Nicaragua. Además, negó las imputaciones hechas y alegó la prescripción de la acción penal en varias de ellas, ya que los hechos denunciados habían sido presuntamente cometidos solo entre 1978 y 1982, con lo que los delitos habrían prescrito. El 17 de junio la juez del Juzgado Primero del Crimen revocó la admisión de la querella y remitió lo actuado a la Asamblea Nacional para que se procediera conforme a la ley de inmunidad tomando en cuenta las pruebas que supuestamente lo incriminaban.
El 22 de junio, 21 de agosto, 9 y 11 de septiembre y 8 de octubre de 1998 Zoila América Narváez y su representante legal presentaron solicitudes de desafuero contra Ortega ante la Asamblea Nacional. De las solicitudes de desafuero no recibieron una resolución hasta que se inició el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El 27 de octubre del 1999 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recibió una petición presentada por la señora Zoilamérica Narváez Murillo, en calidad de víctima, y por Vilma Núñez de Escorcia, como su representante legal y presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, en contra del Estado de Nicaragua, en la cual se alegaba que «además de haber sido violada y aguantado por tantos años esa situación, el Estado violó su derecho a ser oída por un juez o tribunal competente». El 15 de octubre del 2001 la CIDH admitió que se habían infringido varios artículos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. El 19 de diciembre de 2001 la juez del Juzgado I de Distrito del Crimen, Juana Méndez, dio como prescrita la acción penal solicitada por Daniel Ortega, librándolo de las acusaciones.
Entonces, muchos revolucionarios negaron esta situación y le defendieron, tratando de dar a entender que la hijastra del «revolucionario» padecía de graves problemas psiquiátricos. O que la CIA le había lavado el cerebro. Lo peor de todo fue la actitud de su madre, la hoy vicepresidenta y experta en cuestiones de brujería, la contra poeta Rosario Murillo, quien hostigó y persiguió con saña de aprendiz de taller literario al maestro Ernesto Cardenal hasta después de muerto.
La mayoría de quienes tuvieron que ver con la Revolución Sandinista o están muertos (¡qué casualidad!), o están presos o en el exilio. Porque el sátrapa no admite contrincantes. Parece que aún le duele el ‘fo’ que le hizo Castro cuando Somoza, digo Ortega, perdió las elecciones, y las cosas que le dijo por teléfono, desde pendejo para arriba.
Aunque si fuera solo por eso uno lo podría perdonar: el pobrecito, todavía es un revolucionario trasnochado. No, los intereses son otros. Haberse adueñado de un país, haberse robado los medios masivos de comunicación poniendo a sus hijos al frente, haberse enriquecido a base sabe Dios de qué relaciones con el narco y con los chinos. Porque eso de cederle el derecho a hacer un cañándose que atraviese del Atlántico al Pacífico, da mucho dinero. ¿En qué quedaría eso?
Según «El Retorno del sandinismo transfigurado», de Edelberto Torres Rivas: «En diciembre de 2000, la dirección del FSLN firmó un pacto de amistad con el partido liberal, que se encontraba en el poder. Daniel Ortega transó con Arnoldo Alemán, hasta un minuto antes su enemigo mortal. El postsomocismo y el postsandismo firmaron un pacto deleznable que incluyó una reforma constitucional con efectos negativos en el terreno de la moral pública y del debilitamiento de las instituciones democráticas. Liberal, somocista, ex-presidente y dueño del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), acusado y condenado por saquear la riqueza de un país miserable, Arnoldo Alemán logró salir del presidio y convertir su hacienda en una cárcel de lujo. Esto fue parte del pacto firmado con Daniel Ortega, representante del núcleo duro del FSLN. En virtud de este acuerdo, se decidió que la elección de los magistrados de las Cortes de Justicia, de Constitucionalidad, del Fuero Electoral y de la Procuraduría de Cuentas de la Nación, entre otros altos cargos, se hiciera en base al reparto, en cuotas iguales, para los candidatos de ambos partidos. De este modo las instituciones democráticas se politizaron con prácticas clientelares».
Y continúa: «A cambio del voto sandinista para que Alemán cambiara su condición de reo común y saliera de la prisión, los liberales somocistas aceptaron modificar la Constitución y la ley electoral. La mayoría necesaria para ser elegido presidente bajó de 50% a 40%, o 35% si el primer candidato obtiene una diferencia de más de 5% con el segundo. La estrategia sandinista fue inteligente pero perversa. Fue una acción ajena a la política entendida como expresión moral de responsabilidad, como un ejercicio que busca realizar el bien común y el beneficio para la mayoría a través del uso del poder. La política se convirtió en un movimiento de la voluntad corrompida, ajena a la probidad, que gira impunemente en torno del abuso de poder. Los resultados electorales, en un proceso libre, abierto y justo, siempre son portadores de una decisión cuantitativa inequívoca. Gana quien obtiene un voto más, y nada puede argumentarse con razones ideológicas. El resultado no puede ser popular porque ganó X o impopular porque triunfó Y. Hay aquí una lógica implacable, pues la victoria no tiene ideología y la derrota tampoco. Lo que viene después son especulaciones plenas de sutilezas o hipótesis sin base real, como lo sucedido en Nicaragua, donde los resultados de las elecciones del 5 de noviembre, en las que se impuso Ortega, están rodeados de interpretaciones que pueden ser verdaderas y al mismo tiempo falsas».
Mejor dibujo de lo sucedido no se encuentra.
El sandinismo no existe
Como decían los viejos revolucionarios del Partido Comunista de Cuba, que a la hijastra de Ortega la CIA le había lavado el cerebro, sucedió a la inversa: el trabajado con entusiasmo revolucionario fue el propio Ortega. Tanto así que una valiosa fracción de militantes abandonó el Frente Sandinista y se organizó en el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS). Su líder, Herty Lewites, murió tres meses antes de las elecciones y fue reemplazado por Edmundo Jarquín, distinguido intelectual residente en Madrid. La división se llevó fuera del FSLN a una parte sustantiva de los intelectuales, la clase media urbana y los cuadros con una larga tradición revolucionaria. De los nueve legendarios comandantes guerrilleros, solo dos permanecieron junto a Ortega. Uno murió (Tomás Borges), dos se han retirado a la vida privada (uno de ellos su hermano) y tres se pasaron al MRS.
Legendarios comandantes como Dora María Téllez, el exvicecanciller Víctor Hugo Tinoco, el economista Edmundo Jarquín, el exgeneral Hugo Torres, y los exguerrilleros y excomandantes Henry Ruiz y Luis Carrión, entre otros, como la escritora y poetisa Gioconda Belli, pero también los hermanos cantores Carlos Mejía Godoy y Luis Enrique Mejía Godoy, así como el exvicepresidente y escritor Sergio Ramirez, forman parte de quienes hoy día el mismísimo sátrapa persigue como perro de presa a los conejos.
Esta vez el perseguido es Sergio Ramírez, el autor de «Adiós muchachos» quien es ejemplo de verticalidad ética y decencia moral.
El domingo 22 de agosto se cumplieron 43 años de la toma del palacio nacional en Nicaragua, que tuvo como objetivo la liberación de 50 presos políticos que la dictadura de Somoza mantenía, entre los que encontraban Tomás Borge, René Núñez, Javier Carrión y Doris María Tijerino. Los guerrilleros Dora María Téllez y Hugo Torres, participaron en el asalto y hoy están en las mismas mazmorras como presos políticos del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.
Puede que las cosas no terminen tan bien para aquel mojigato y humillado expresidente que se daba un baño de pueblo en una venta de artesanías en la calle G y 27, en el Vedado, en La Habana, en 1990, con una herida en el pecho. Sencillamente ha expulsado de su país o tomado preso a todo lo que vale y brilla de Nicaragua, o los ha metido presos, o acaba de tirotear en Costa Rica a Joao Maldonado, el dirigente de la Unidad de Exiliados Nicaragüenses.
Daniel Ortega es el mayor traidor de Daniel Ortega. Su propia letrina.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).