aSD. Emmanuel Lubezki es un hombre puntual, pegado a una cámara Arri Alexa 65. Se trata de uno de los más impresionantes cinematógrafos de mundo y se formó en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM en México, adonde entró queriendo aprender a hacer foto fija, pero a las cinco semanas estaba filmando con Súper 8. Años después, en 1992, su primer gran éxito internacional fue a los 25 años, con la película «Como agua para chocolate».
Con una treintena de películas filmadas, es dueño de tres estatuillas de los Oscar como director de fotografía, gracias a su trabajo en Gravity, Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) y The Revenant, tres ambientes diferentes, tres alucinantes fotografías que van desde el interior, la indefensión y la soledad, a los desafíos de la naturaleza y los enemigos, en busca de un castigo.
Otros títulos en los que ha sido director de fotografía son: El árbol de la vida (2011, dir. Terrence Malick); Burn after Reading (2008, dir. Joel y Ethan Coen); Children of Men (2006 dir. Alfonso Cuarón); Y tu mamá también (2001, Alfonso Cuarón); entre otras.
De cualquier manera el compromiso de Lubezki, a quien sus cercanos apodan El Chivo, es absoluto. Y define el cine con una palabra que denota gran sabiduría: luz. «Se puede hacer una película sin actores o música, pero no sin luz». O sea para él el cine es luz. Y hay que tener claro qué hacer con ella, y aún más claro qué no hacer, «puede ser la diferencia entre sumar un público empático o uno apático a la lista de espectadores».
Pero Lubezki es él y el espectador, en un experimento permanente. En enero del 2016 ofreció una entrevista, la primera en diez años, a la revista Life and Style de México, donde confesó que nunca se interesó en el cine de sobremanera. «En ese tiempo, casi ningún estudiante en el CUEC quería ser cinefotógrafo sino director, entonces tuve más chances de filmar sus películas y aprender, destruyendo el trabajo de mis colegas. A veces dirijo comerciales porque, cuando haces cine, es importante hacer de todo. Eres mucho mejor cinefotógrafo si entiendes cuáles son las necesidades de un director y sabes cuáles son las prioridades en el set y por qué un director está deprimido o nervioso, pero, más que nada, cómo quiere contar su historia».
Lubezki considera a su colega y coterráneo Rodrigo Prieto, el mejor fotógrafo del mundo. Sobre The Revenant dijo que fue la más dura que ha tenido que filmar en el clima frío. «Siempre filmar en la naturaleza es fuerte y yo había hecho The New World con Terrence Malick y fue muy duro porque trabajamos en Virginia, y fue el verano más lluvioso y caluroso de la historia. Creo que pasaron seis u ocho huracanes por el set y tuve una enfermedad de una garrapata: fue muy salvaje. Ésta, en cambio, fue dura porque era en el frío y en México no estamos acostumbrados a ese clima. Es una película sobre la sobrevivencia y el tema dicta todas las escenas y las locaciones tienen que reflejarlo. No queríamos falsedad, sino realidad; lo más naturalista posible, que fuera una película inmersiva, así que nosotros nos encargamos de crear nuestro propio infierno al decidir filmar en locaciones reales, con luz natural, sin las comodidades que te puede ofrecer un estudio».
Maravilla enterarse de la complicidad establecida con el director para asumir tema;a aventura. «No hay nada, que yo me acuerde, que se parezca mucho a este filme. El lenguaje de esta película es muy particular y eso viene un poco por no hacer referencia a otro «cine». No encontramos fotos tampoco en las que pudiéramos hacer referencia, entonces hablábamos más del lugar y mucho de música, mucho del ambiente que genera cada tipo de música. Hay un compositor que me encanta que se llama John Luther Adams. Su música evoca estas emociones y estos moods que queríamos usar en la película. En algún momento, Alejandro me decía: «Oye, ésta escena me gustaría que se sintiera como Tom Waits», y eso ayudó mucho», dijo Lubezki a la entrevista en Life and Style.
Sobre los planos largos explicó que el gran peligro de los planos largos es que hay mucha prensa que habla sobre ellos y luego la gente que va a ver la película se centra en tratar de descubrir estos momentos, con lo cual se rompe la magia de la posibilidad de inmersión del público en el filme.
Confesó que Cuarón fue su maestro y junto a él creció. En aquella época veían a Alejandro Iñárritu, un Dj de la radio, como amigo de la gente de derecha de México. «Eso lo desacreditaba como artista en nuestra patética forma de juzgar a la gente, lo veíamos como un outsider hasta un día en que me invitó a hacer un comercial. El primer día trabajamos 42 horas sin parar y el segundo día, 30 horas. En dos días hicimos cinco días de filmación y me impresionó su apetito, su trabajo con los actores y la calidad del trabajo que quería realizar. Entonces le hablé a Alfonso y le dije: «Acabo de trabajar con Iñárritu, es tremendo y va a ser un gran director de cine». Alfonso me dijo algo así como: «¡Cabrón, es un güey del network!»».
Manifestó que siempre fue admirador de Terrence Malick. «Todas las películas con Terry son una experiencia increíble. En las últimas realmente estaba tratando de utilizar el lenguaje cinematográfico con una manera muy distinta, separarse mucho de lo teatral. El cine tiene mucho ese gen que viene del teatro y la literatura y se está tratando de separar lo más posible. Utilizar el cine como un lenguaje con el que se pueden expresar ideas y emociones de otra manera», dijo.
Lubezki está convencido que la cinematografía es «cómo resolver los problemas para poder traducir estas ideas del director a la pantalla».
Su trabajo pudiera catalogarse como bastante naturalista, en relación con el especial gusto que tiene de filmar con la luz natural.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).