Para los animales sedientos, la ingesta de líquidos proporciona tanto la satisfacción como el placer de beber. Se trata de un proceso desconocido. Un equipo científico se dio a la tarea de identificar los circuitos neuronales subyacentes a la sed de saciedad y examinaron su contribución para recompensar las señales.
El equipo científico estuvo integrado por Vineet Augustine, Haruka Ebisu, Yuan Zhao, Sangjun Lee, Brittany Ho, Grace O. Mizuno, Lin Tian y Yuki Oka, investigadores del Instituto Tecnológico de California (CalTech), realizó un estudio en ratones cuyos resultados revelaron cómo las señales provenientes de la garganta y los intestinos, en conjunto, controlan los sentimientos de sed.
Los investigadores mostraron que las neuronas que conducen la sed reciben señales de saciedad temporalmente distintas por los estímulos orofaríngeos inducidos por la ingestión de líquidos y la detección de osmolalidad intestinal. Demostraron que las señales de saciedad de la sed individuales están mediadas por circuitos neurales inhibitorios anatómicamente distintos en la lámina terminal. Además, utilizaron un sensor de dopamina ultrarrápido (DA) para examinar si la sensación de sed estimula los circuitos relacionados con la recompensa. Curiosamente, el comportamiento espontáneo al beber, pero no la reducción del impulso de la sed, provocó la liberación de DA.
Es importante destacar que la estimulación quimiogenética de las neuronas de saciedad de sed no activó las neuronas DA en condiciones de restricción de agua. Este estudio diseccionó el circuito de saciedad de la sed, cuya actividad es funcionalmente separable de la actividad cerebral relacionada con la recompensa, dice el informe publicado por la revista científica Neuron.
En otras palabras, el simple acto de tragar activaba un circuito en la lámina terminal, una región cerca de la parte frontal del cerebro, que finalmente condujo a la supresión de la actividad en las neuronas responsables de generar sentimientos de sed.
Esta vía entre la garganta y el cerebro se activó independientemente de lo que consumiera el animal; agua, solución salina y aceite produjeron efectos similares. Pero el hecho de que todas estas sustancias pudieran inhibir las “neuronas de la sed” del cerebro indicaba que faltaba algo.
Estudios de comportamiento animal que datan de décadas sugieren la existencia de un mecanismo adicional en el intestino el cual le indica al cerebro la presencia de agua. Con esto presente, el equipo se dispuso a trazar un mapa de los circuitos cerebrales responsables de recibir estas señales.
Al inyectar fluidos directamente en el intestino de los ratones, los investigadores descubrieron que para que los roedores se sintieran completamente hidratados, este segundo circuito basado en el intestino debía activarse.
estos resultados sugieren un mecanismo de dos vías. Inicialmente, la garganta envía una señal al cerebro inmediata, pero temporal, para calmar la sed una vez que el animal comienza a tragar. En ese momento, el cuerpo no se da cuenta de lo que consume. La segunda señal, que se origina en el intestino, actúa como un mecanismo de control que asegura que la sensación de sed se suprima solo si lo que el cuerpo consumió fue agua.
En complemento, el hallazgo podría explicar, al menos en parte, por qué el consumo de una bebida suele ser refrescante, pero no siempre calma la sed.
Si bien estos estudios se han realizado en roedores, los investigadores creen que existen circuitos similares en los seres humanos. Hay evidencia que respalda de esta idea, como el trabajo de neuroimagen en personas que ha identificado actividad en la lámina terminal en respuesta a la sed.
Además, se piensa que las áreas del cerebro bajo investigación están evolutivamente conservadas porque están involucradas en comportamientos básicos necesarios para la supervivencia.
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