MADRID. La barrera hematoencefálica del cerebro nos protege frente a sustancias nocivas y patógenos, y a su vez se encarga del transporte selectivo y del metabolismo de elementos procedentes de la sangre con dirección al sistema nervioso.
Esta barrera conformada por células del endotelio vascular, puede verse superada ante el asedio de células que han perdido la capacidad de regular la división, gracias mutaciones genéticas del ADN. Esta proliferación sin control con capacidad de propagación es lo que se llama cáncer.
Cuando estas células forman un tumor maligno tratan de dispersarse por otros lugares del organismo. La diseminación de las células cancerosas hacia tejidos cercanos y órganos distantes se denomina metástasis. En el caso de superar la barrera hematoencefálica, da lugar a una metástasis cerebral.
La revista Nature Medicine ha dado a conocer un trabajo firmado por el experto en metástasis Manuel Valiente, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España, líder de un equipo que ha dado a conocer los esperanzadores resultados de su investigación con un derivado del cardo borriquero, que es capaz de reducir la metástasis en el cerebro y aumentar la supervivencia de los afectados. El pronóstico de estas complicaciones es muy malo; la mayoría de los pacientes solo sobreviven unos meses.
«Las metástasis en cerebro que se diagnostican proceden en un 80% de un cáncer de mama, piel o pulmón», explicó a la importante revista de temas científico técnicos Hipertextual Manuel Valiente. Los tumores pulmonares representan casi la mitad de todos los casos de metástasis cerebrales. Existen otros tipos de cáncer, como el de esófago, que pueden propagarse de forma puntual en el cerebro. Sorprendentemente, algunos tumores nunca hacen metástasis cerebrales, como sucede en el cáncer de próstata. Los científicos aún no saben por qué.
«Hay muchos factores. Las células deben ser capaces de introducirse en el torrente sanguíneo y de atravesar la barrera hematoencefálica. Las que han cruzado deben interaccionar con componentes del ambiente para seguir creciendo», dijo el destacado científico.
«Cuando las células cancerígenas salen del tumor primario encuentran un ambiente muy diferente a donde se han generado. El cerebro ve que algo no funciona bien y activa sus mecanismos de defensa», describe Valiente. Un tipo de células del sistema nervioso, conocidas como astrocitos, se activan en ese momento para eliminar las células malignas.
Estos componentes de la glía «cambian de personalidad cuando hay un daño en el cerebro para limitarlo», ilustra. Estos mismos astrocitos, a los que denominan reactivos, han sido relacionados con un amplio abanico de patologías, desde accidentes cerebrales a enfermedades neurodegenerativas y autoinmunes, pasando por tumores primarios y metástasis, planeta Hipertextual.
«El crecimiento de las metástasis en el cerebro es más complicado, creemos que es porque el microambiente es muy diferente», sostiene Valiente. En estadios más avanzados, sin embargo, los mismos astrocitos reactivos parecen traicionar al organismo al comenzar a ayudar a las células tumorales que consiguieron sobrevivir inicialmente. «Tal vez el crecimiento de las células malignas puede influir en el ambiente cerebral y modificarlo. El cerebro inicial es diferente a aquel que lleva tiempo con metástasis», opina.
«Las modificaciones inducidas por las células buscan beneficiar al propio tumor. Es como si las células cancerígenas engañasen al resto y las hicieran trabajar para su propio beneficio». Es cuando los astrocitos traicionan.
Según Hipertextual, el equipo dirigido por Valiente ha estudiado una ruta de señales que emplean estas células, conocida como STAT3, que influyen en lo que los astrocitos producen hacia el exterior. Desde hace tiempo esta vía de señalización es un objetivo prioritario para entender qué ocurre durante la metástasis y, a largo plazo, desarrollar estrategias terapéuticas.
«Las metástasis en el cerebro suelen desarrollarse más tarde que otras. Cuando aparecen el pronóstico de los pacientes empeora mucho», explica el jefe del Grupo de Metástasis Cerebral del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Su desarrollo provoca síntomas neurocognitivos graves: los afectados comienzan a sufrir dolores de cabeza, pérdidas de memoria o cambios de comportamiento. «No hay tratamientos eficaces contra las metástasis cerebrales. Es uno de esos casos en los que casi todo está por hacer. Aunque la cirugía, la radio y la quimioterapia pueden ayudar, sabemos tratarla poco», asegura.
Quizás la primera señal para luchar contra esto la dieron hace dos años, un equipo de investigadores catalanes dirigido por Joachim Bosch, quienes produjeron un complemento alimenticio, que se toma por vía oral y tiene poca toxicidad, derivado de los cardos, llamado silibinina, para el tratamiento de pacientes con cáncer de pulmón y metástasis cerebral.
Los investigadores del equipo de Valiente lo que han hecho es llevar la investigación a un peldaño más arriba, e impulsaron un ensayo de uso compasivo en 18 pacientes con cáncer de pulmón y metástasis cerebral, cuya enfermedad había empeorado a pesar de la radio y de la quimioterapia que habían recibido. La silibinina, según los resultados publicados en Nature Medicine, mejoró la supervivencia de los afectados. Aquellas personas que tomaron este complemento alimenticio sobrevivieron una mediana de 15,5 meses, un período de tiempo que se redujo a solo cuatro meses en el grupo control, es decir, en los pacientes que no habían recibido la terapia experimental.
«La silibinina se había probado antes en varios tipos de cáncer. Tres de los pacientes que la tomaron, que tenían un estadio más avanzado y ya solo recibían paliativos, comenzaron a responder y pudieron volver a la quimioterapia», destaca Valiente a las preguntas de Hipertextual.
En el caso de la silibinina de los también conocidos como cardos marianos, el complemento alimenticio parece bloquear la ruta de STAT3 de los astrocitos traidores, reduciendo el tamaño de las metástasis cerebrales. La diferencia frente a otras estrategias es que se centra en atacar los componentes del ambiente cerebral que están alterados y no las propias células tumorales. No obstante, la estrategia no supone una cura contra el cáncer, pero sí incrementa la supervivencia de los pacientes, expone Hipertextual en su artículo.
Los científicos españoles pretenden a partir de ahora comenzar un ensayo clínico «para reproducir los resultados de forma más controlada». El equipo de Manuel Valiente necesita algo más de un millón de euros para su realización.
Las investigaciones posteriores deben probar la seguridad y la eficacia de esta terapia antes de que pueda ser aplicada en la práctica clínica.
Notas de las mejores agencias de noticias internacionales.