Tomado, con permiso de su autor, el colega Samir Saba de su blog www.samirsaba.wordpress.com
Hace unos años, coincidí con Maridalia Hernández como panelista invitado de un programa de televisión. El tema en cuestión era la fama. Ella, por supuesto, lo enfocaba desde su propia experiencia como artista consagrada, mientras que yo daba mi opinión en calidad de periodista de espectáculos.
Entre una cosa y otra, la primera mujer en ganar un premio Soberano pronunció una frase que, evidentemente, nunca olvidé: “Los artistas somos bipolares”.
Cuando le pregunté el porqué, la respuesta fue contundente: “Porque nos pasamos gran parte de la vida tratando de conseguir el éxito y, una vez lo alcanzamos, no queremos lidiar con él”.
Me dejó pensando y, tras analizarlo con detenimiento, no me quedó más remedio que darle la razón.
A diario, veo cómo personas que consiguen ciertos niveles de reconocimiento y fortuna se vuelven irreconocibles. Cambian por completo. Como en toda regla, hay excepciones, pero ejemplos sobran.
Apena que muchos de los que has apoyado desde que solo soñaban, te dan la espalda en cuanto triunfan. Pierden el piso. Se les suben los humos a la cabeza.
Por momentos, no contestan llamadas ni mensajes de texto. Si lo hacen, pueden llegar a ser muy cortantes. Un proceder totalmente contrario al que solía ser.
La historia se torna más complicada cuando contactas a sus manejadores. Algunos se creen más estrellas que sus representados y no pierden oportunidad de hacértelo sentir poniendo cualquier clase de pretextos con tal de no conceder una entrevista.
Otros incluso minimizan la importancia de medios específicos. Por ejemplo, recientemente, hubo uno que me comentó que su artista no hace televisión, porque su pegada no depende de ese tipo de apariciones.
Refuté su aseveración, porque supe que se presentará en un show de fin de semana por segunda ocasión en menos de un año, y me dijo que lo hacía porque su productor también tiene influencia en varias emisoras de radio.
No me interesa poner en evidencia a nadie. Tampoco polemizar. De ahí que no mencione nombres. Sin embargo, entendí necesario el planteamiento, porque si hay dos valores que aprecio en todo ser humano son la humildad y la lealtad.
Todo aquel que se deja obnubilar por la popularidad y sus bondades (que, dicho sea de paso, es efímera) olvida que la vida es como una ruleta que da muchas vueltas y que, todo lo que sube, baja.
Ser agradecido es de grandes. No creerse la película también. Ya lo dijo Sócrates alguna vez: “Muchos habrían sido sabios si no hubieran creído que ya lo eran”.
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