UNA COLABORACION ESPECIAL DE EDDY AVILA (@eddyavila)
Alicia Alonso es “mito y leyenda” del baile “desde hace mucho”, no sólo por su actuación en Carmen, sino “por su trayectoria y por todo lo que significa en el mundo de la danza del siglo XX”.
Cuando era apenas un niño recuerdo que mis tios abuelos (padres de crianza) me llevaban al majestuoso Teatro «García Lorca» de La Habana, a ver las temporadas de Ballet Clásico del Ballet Nacional de Cuba.
Confieso que lo único atractivo al inicio para mí era la majestuosidad y el glamour de aquel bello edificio de diferentes estilos arquitectónicos que entretenían mi vista repasando cada detalle, desde el piso hasta sus hermosos ángeles alados de las cúspides. ¡Ahhh… y las sobrosas meriendas que venían después de salir del teatro! Todo lo demás, para mi pequeña mente, era poco comprensible aún.
Hasta que un día ví bailar a Alicia.
Ese temperamento latino, esa fuerza y sensualidad con la que definía aquel personaje, unido a su técnica perfecta, magia, garra y dramatismo, hizo que captara mi atención, al punto que nunca más puse reparos ni objeciones para ir a todas sus presentaciones mientras estuvo parándose en el escenario.
Solo verla ahí, aún con sus limitaciones visuales y hacer tanto y tan perfecto era más que un espectáculo, una enseñanza de vida.
Alicia Alonso fué una bailarina muy dotada técnicamente, pero eso solo fué un complemento, lo que la hizo grande fué su versatilidad, su capacidad de entender los roles y de actualizarlos.
Fué uno de los personas que más ha dominado el estilo en el ballet y que más ha diferenciado el romanticismo del clasicismo.
Giselle fué su gran obra. Aquella que le dió la oportunidad de dar el paso al frente desde su posición de cuerpo de baile y brindarse para ocupar la posición protagónica, ante un accidente de salud de la bailarina que haría el rol peincipal esa noche. Sentando el precedente irrepetible, esa noche de la mejor interpretación del personaje de Giselle de todos los tiempos, ni siquiera vuelto a superar por ella misma. Dando la lección de que cuando nos preparamos profesionalmente para un objetivo, nos enfocamos y vemos más allá de nuestras aspiraciones, podemos llegar a donde queramos. Una gran lección se vida que costó sangre para sus zapatillas esa noche, pero satisfacción para su corazón lleno de anhelos, sueños, ganas de crecer y triunfar, y que esa noche vio abrir las puertas de su destino. Dándole la eternidad a un personaje como Giselle y el indetenible crecimiento de todo lo mucho que ha hecho profesionalmente por la danza.
Muchas veces la ví bailar y representar a Giselle. Cuánto aprender de ver sus actings, manejar su estilos, verla diferenciar marcadamente a nivel técnico y actoral lo terrenal de su personaje en el primer acto, mientras Giselle estaba viva y lo etéreo de su representación en el segundo acto, cuando ya está muerta y convertida en una Willi.
Ni hablar de su locura al final del primer acto. Una representación actoral siempre única e irrepetible que te ponía los pelos de punta y te aguaba los ojos, siempre dando cátedra de altísimo nivel actoral. Toda una escuela para mí.
Alicia no solo es considerada una de las grandes bailarinas de todos los tiempos, sino que como un éxito añadido, creó el Ballet Nacional de Cuba y situó a “una pequeña isla” en la esfera del ballet mundial. Una gran lección de vida para todos.
¡EPD Alicia! Gracias por enseñarme tanto con tan solo verte y disfrutarte desde mi humilde asiento del Garcia Lorca. Por hacerme entender que sí se puede ver con el corazón, que a veces no hacen falta los ojos. Que el empeño y la perseverancia son la clave de todo éxito. Y que la disciplina, por estricta que parezca, es el arma de reglamento de cada profesión.
La danza mundial y el cielo han ganado hoy la mejor Willi de todos los tiempos.
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