SD. Ha muerto una de las voces mas auténticas de la poesía iberoamericana. lo ha hecho cuando se cumple el primer aniversario de la muerte de Percy Llanos, quien fuera el manager de Facundo Cabral y quien iba con él cuando fue asesinado. Facundo y Alberto hicieron aquella memorable gira Lo Cortez no quita lo Cabral.

Todos argentinos (Percy había nacido en Perú, pero igual había dejado una huella en la cultura porteña con aquel memorable programa radial «El discotecario de la noche», en La Voz de Córdova), todos hechos de músicas, todos duermen sobre la colina, que diría Edgar Lee Masters.

Esta mañana en que ha llegado la nefasta noticia me llamaron de Zol 106.5 FM para opinar sobre el artista, dije que sus canciones eran poemas y que su poesía era humanista. El comentarista José La Luz opinó -creo que no acertadamente- que Alberto Cortez era de derecha. Le contesté que los poetas no son de izquierda ni de derecha, que son poetas y punto. Le puse el ejemplo de Borges y de Ezra Pound. Atinó a decir que nunca había sido un artista comprometido con la justicia social de su país, y que nunca había hecho colaboraciones con ninguno de los de izquierda como Joan Manuel Serrat o Sabina, o Silvio Rodríguez, u otros.

Para muestra, un botón:

Sin embargo Alberto Cortez si fue un hombre comprometido con el hombre, con el ser humano. Lo dice cada línea de cada poema, de cada canción suya. Y si eso no es ser comprometido con la justicia social, cuyo eje primordial es el hombre…, que baje Dios y lo vea. Creo además que no por gusto su poeta preferido era Pablo Neruda.

Un despacho de prensa que publico Diario Libre el 26 de mayor del 2008, titulado Alberto Cortez: Nunca le canté a Pinochet, sirve de respuesta al desaguisado sobre sus preferencias ideológicas.

NUNCA LE CANTE A PINOCHET

«»Nunca le canté a Pinochet», aseguró el artista, de 68 años, en una entrevista que publica el diario La Nación, en la que recordó que incluso causó el desagrado del fallecido dictador cuando, en 1977, homenajeó a la folclorista chilena Violeta Parra en el Festival de la Canción de Viña del Mar.

Según señaló, antes de salir al escenario un amigo le dijo que se cumplían diez años de la muerte de Violeta Parra, que se quitó la vida en febrero de 1967.

Entonces pusieron una silla vacía en el escenario, la iluminaron, y Cortéz dijo: «vamos a hacer de cuenta que esta noche ella está sentada aquí con nosotros».

Uno de sus músicos comenzó a tocar el charango, y él entonó «Gracias a la vida», una de las más difundidas composiciones de Parra.

«El Presidente de la República de entonces, de facto por supuesto, con toda su gente, se levantaron y se fueron», recordó el autor de temas como «Cuando un amigo se va» y «Miguitas de ternura», entre muchas otras canciones.

«Yo nunca he usado el escenario como tribuna, siempre he sido humanista, por sobre todas las cosas», añadió». Hasta ahí la cita.

Alberto Cortez, en imagen de este mismo año (Fuente externa)

Una visión tan reduccionista de la vida y del ser humano, que limita a las personas si son de izquierda o derecha, a estas alturas del siglo XXI, parece salida de las páginas del manual de Materialismo histórico de Afanásiev.

Conocí a Alberto Cortez el 12 de septiembre del 2005, cuando lo entrevisté para Diario Libre. Hablamos de poesía y de música, de él como ser humano y de los dolores de la vida.

Prefiero reproducir la breve entrevista que le hice ese día, parte de una mas larga que hice para mi desaparecido programa de TV Mundos Paralelos, y luego la crónica de su concierto.

ENTREVISTA

«Alberto Cortez es un amante empedernido de la poesía, tan es así que tiene publicados cinco libros y con 65 años se resiste a pensar vida sin la posibilidad de la poesía.

Identidad es el título del más reciente álbum musical que actualmente promociona en España e Iberoamérica. «Soy esencialmente argentino, las 24 horas del día», aseguró a DL. «Vivir en España desde 1964, para nada ha mellado mi identidad de argentino».

El nuevo álbum incluye esencialmente canciones escritas por él, y también una titulada «Gaviota», de su amigo, el poeta cubano Orlando González Esteva. «Le he puesto a eso un ritmo mezzo habaner», expresó. Todas son canciones «que guardan relación con la intimidad y la identidad», dijo el cantautor. Desde el mismo título de su primera obra, «Un cigarrillo, la lluvia y tú», escrita a los doce años de edad, se nota algún interés por las letras poéticas. Para Alberto Cortez, sin embargo, «eran Neruda, o Martí. De todos modos me siento afortunado de contar con un vehículo como la canción, mediante el cual transmito los versos que escribo, aunque después aterrizan esos versos en los libros», expresó.

Alberto Cortez dice que tiene muchos poetas preferidos, porque realmente lo que le gusta es la poesía. «En consecuencia, puedo hablar de poetas como Jaime Sabines, pasando por Jorge Luis Borges, Pedro Bonifacio o Palacios Almafuerte, Antonio Machado y así otros muchos». El cantante, quien sufriera serios problemas vasculares en 1996, se reconoce un amante del sonido de la palabra y de la rima «y esto en la poesía moderna como que se ha dejado a un lado», opina.

«Estoy muy agradecido del lugar donde vivo (España), pese a que no esté muy de acuerdo con la idiosincracia total de este país, pero he encontrado la fórmula para tener una sensación de felicidad que tengo que agradecer evidentemente al sitio donde vivo», declaró al ser preguntado sobre su vida en el país ibérico desde hace 44 años, donde se estableció con su esposa, una mujer belga con quien ha forjado una familia estable. «Sigo el mismo principio, es un amor que ha crecido, se ha agigantado. Sentimentalmente, soy una persona equilibrada», argumentó.

Preguntado acerca de su salud actual, afirmó que «en términos generales está bien, salvo los achaques que va teniendo uno a medida que pasa el tiempo, que son pequeños y se superan, una secuela del accidente cardiovascular del 1996 que he ido superando, ahora me encuentro mejor».

Concierto

¿Qué le falta a Alberto Cortez por hacer?, le preguntamos en entrevista telefónica al cantante argentino. Responde: «De momento, me falta un concierto el día 28, en el Teatro Nacional, con la Orquesta Sinfónica en Santo Domingo»».

Alberto Cortez, este año (Fuente: Cortesía de El Mundo)

CRONICA DEL CONCIERTO

30-09-2005

«Casandra Internacional para Alberto Cortez, que el espectáculo de la noche del miércoles en el Teatro Nacional clasifica como uno de los más importantes de los últimos tres años.

«Lo de esta noche es histórico», comentan entre sí algunos miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional tras bambalinas, una vez concluido el concierto que trajo de regreso, después de cuatro años de ausencia, al cantautor argentino radicado en España.

Con unas cuantas libras de más, 65 años sobre la espalda y la mano izquierda aún afectada por lesiones de un accidente cerebro vascular, se pregunta al inicio del espectáculo: «¿Adónde el camino irá?»

El paso breve, inseguro, una calvicie enmascarada detrás del cabello canoso que cae aplastado sobre la frente, vestido de negro, Alberto Cortez, con la voz intacta, canta tres poemas de Antonio Machado. Luego anuncia: «A partir de ahora, asumo la responsabilidad de cada texto», y regala «La Vejez», con arreglo especial de Amaury Sánchez, culpable de esta noche extraordinaria y director de la OSN para la ocasión.

Después, Fernando Badías, su pianista, le acompaña a decir «la ternura es una mano que se tiende en el vacío…»

Sentado en una alta banqueta, con gestos imprecisos en la mano izquierda, la cara más ancha y, reitero, la voz intacta, Alberto Cortez recibe una andanada de aplausos por «Distancia». Temblor del micrófono en su mano derecha, pero es que siempre ha temblado.

«Siempre hay algo más…» Gestos de hombre viejo, que en escena se rasca la frente con esa mano izquierda, enferma.

«Miguel, ¿de qué color es la temperatura?» se pregunta casi con César Vallejo, como en aquel memorable poema A mi hermano Miguel, in memoriam. Casi llora, al fin asoman lágrimas. La voz intacta.

Alberto Cortez, conoce los secretos para tener más de tres mil almas en el puño y hacerlos reír y llorar. «Yo quiero ser bombero», aquí al piano le falta algo de brillo. Saltando de la tristeza a la alegría, regresa a la tristeza con «El Abuelo», y vuelve a la alegría con «La Bordadora de Luz». Y la voz intacta, baja o sube y susurra: «A medios puntos de cruz/ siga bordando en mi alma».

El poeta que es, como actor y músico, dice el poema «Qué suerte he tenido de nacer». Y canta «Te sigo queriendo como el primer día…» acompañado de la orquesta. Rejuvenece Alberto Cortez. Primera ovación, el teatro de pie.

Homenaje a su poeta preferido: Neruda

Canta a su perro y luego a Pablo Neruda, en una carta musical que nos devuelve al poeta que nunca estuvo, que no pudo venir al país, gracias a los extremismos ideológicos, a los terrorismos culturales. Fernando Badías, pianista que viaja con el cantante argentino, hace un solo que se aplaude, y luego se escucha al mismísimo Neruda, con aquella vocecita austral: «Puedo escribir los versos más tristes esta noche/ escribir por ejemplo la noche está estrellada…». Apenas ha terminado la primera parte del espectáculo.

Como nadie distribuye sus discos en el país, Alberto se trajo algunos que firmó solícito al finalizar el concierto, que reinicia con las Nanas de la cebolla, de Miguel Hernández. Canta al árbol plantado junto a su madre y después declara que Amaury Sánchez «es desde ahora, uno de mis grandes amigos».

Vuelven canciones a piano y con orquesta. «Te llegará una rosa cada día…»; un tema de consejas sobre el amor a una ahijada de apenas un año; «En un rincón del alma»; «Amor desolado», que gana otra ovación y vuelve a poner al teatro de pie («cada vez que canto esta canción me tengo que revisar a ver si me falta un riñón», comentó).

«Por construir castillos en el aire…» permite, con un arreglo alegre un desempeño excelente de la orquesta. Pone a participar al público, lo hace con humor… y se despide. Otra ovación. Teatro de pie. Regresa y entona «Cuando un amigo se va…», termina cantando sin micrófono, a puro pulmón, acompañado de la mayor agrupación musical del país. Ovación. Teatro de pie. La voz intacta».

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