(Continuación)

2016: La llegada, de Denis Villeneuve, es una hermosa película de ciencia ficción donde brilla contenida y eficaz Amy Adams, y que cautiva con un acercamiento al tema de los contactos con extraterrestres que provoca estupefacción. Su mirada al tema no está exento de cierto lirismo, pero no por ello es menos perturbador. Damien Chazelle estrenó ese año su muy aplaudida y muy comercial La la land que ganó seis premios Oscar, con Emma Stone y Ryan Gosling en los protagónicos y que insuflo nueva vitalidad al género del cine musical con un producto romántico, luminoso y de poderosa fuerza en sus coreografías. De Argentina es otra brillante sátira de humor negro, El ciudadano ilustre, dirigido a cuatro manos por Mariano Cohn y Gaston Duprat, donde brilla Oscar Martínez en una de sus mejores creaciones de personajes. El filme, que resume bilis y ferocidad ética, inquieta y nos hace sus cómplices. De Asia llegó El extraño, un filme del coreano Na Hong-in decidido a impactar en cada escena y cada plano. Película de la cual no se puede pestañear un segundo, que nos sacude hasta el tuétano por el manejo exhaustivo del suspense, el terror,  y el thriller. Ese año Natalie Portman protagonizó Jackie, dirigida por Pablo Larraín, un hermoso, respetuoso, elegante y curioso acercamiento a la vida de la viuda del presidente John F. Kennedy. Cristian Mungiu expone en Bacalaureat, un panorama intenso, despiadado, demoledor de la Rumanía post socialista, que si bien es local resulta aplicable a los demás países que fueron del arco socialista o de los actuales, y lo hace con un ritmo punzante y metódico de imágenes que exponen las tripas de la corrupción. Memorable, ingenua y llena de un fresco humor con aroma a lavanda, es la comedia La vaca, del argelino Mohamed Hamidi, quien no se propuso más que entretener y lo logró con creces. Por su candorosa manera de presentar la vida de un campesino con su vaca y su relación naiff, me parece destacable entre las películas del año. Finalmente el drama social del inglés Ken Loach, Yo, Daniel Blake, Palma de Oro en Cannes, un himno a la dignidad humana, una conmovedora protesta sobre las injusticias en el mundo de los trabajadores. La honestidad de su visión, resulta en una obra con frescura y compromiso, sin caer en la pedantería ni en maniqueísmos. Por eso es para mí la mejor película de ese año, a pesar de que ese año otras películas tuvieron valores de producción mayores y hasta filosóficos, pero la valentía con que está asumida la pequeña rebelión personal de Daniel Blake aún pervive en mi memoria.

 

2017: La primera película de Netflix en el Festival de Cine de Cannes, que provocó una ola de rechazo por parte de los distribuidores franceses, fue la película Okjia, del coreano Bong Joon-ho, con Tilda Swinton y un elenco de envidia, que nos hizo ver desde un ángulo un tanto diferente el impacto de la relación del hombre con el medio ambiente. Otra película a tener en cuenta ese año fue la admirable La forma del agua, del mexicano Guillermo del Toro, ganadora de Oscar a Mejor película, director, música y diseño de producción, gracias al virtuosismo imaginativo y de dirección de un hombre que va llenando las pantallas de monstruos que casi siempre tienen una hermosa conexión con la poesía. The Square, del sueco Ruben Östlund, ganadora de la Palma de Oro en Cannes, es una película incómoda, con planos cargados de narrativa que puede agotar, pero la salva la capacidad de reírse de lo íntimo y de lo público, de la sociedad y del ser humano. Una mujer fantástica del chileno Sebastián Lelio, logró atraer la atención gracias, entre otras cosas, como su gran capacidad reivindicativa, a su curioso sentido de la coincidencia con Me Too, el movimiento LGBTQI y otros movimientos. Como tal funciona, y está bien hecha Ganadora de un Oscar a mejor película de habla no inglesa. Con Huye!, ganadora de un Oscar al mejor guion original, Jordan Peele, su director, nos acerca a un ambiente de terror, en un thriller de guion compacto con una mirada de humor negro y una gran carga de ironía por lo políticamente correcto a partir del racismo. Finalmente la que más me gustó de un año no muy pródigo en grandes películas, llegó de Rusia al Festival de Cannes, donde ganó el Premio del Jurado. Se trata de una de las películas más conmovedoras que haya visto en mi vida, Sin amor o mejor Desamor (Neliubov), del Andrei Zvyagintsev, con una de las escenas que más me ha impactado, cuando un niño, escondido detrás de la puerta del baño, escucha como su madre y su padre en el medio del divorcio, discuten quien cargará con el fardo del hijo que olvidan. Es una indagación del dolor, de la soledad, del desamor con mayúsculas, una de las más poderosas denuncias de la crueldad de los divorcios problemáticos, cuando el odio se ha instalado en lo que ayer fue una familia signada por el amor. Una obra maestra.

 

2018: Con Roma, Alfonso Cuarón signó todo el año 2018, ganó tres Oscar: Mejor película extranjera, director y fotografía, esta última gracias a Enmanuel Lubezki, y entregó un regreso al cine en su estado más puro, con la honesta y prístina actuación de su protagonista. Una película de hermosa poesía visual y de honda memoria familiar y de valores morales, enraizados en un marco histórico bien recreado, con una producción envidiable y un virtuosismo cinematográfico de libro. Otra vez Pawel Pawlikowski fue a Cannes, ahora con Cold war (Guerra fría), que le ganó el premio al Mejor director. Película en blanco y negro, de poderoso inicio y poderoso final. Un filme hecho de emociones, a partir de un amor a disposición de los empujones de la historia, de los accidentes sociales y políticos, en tiempos de la guerra fría del campo socialista y Occidente. Una obra maestra. Por esos mismos días en Cannes, Ashgar Farhadi estrenó Todos lo saben, una película rodada en España con Penélope Cruz, Ricardo Darín y Javier Bardem. Director con una concentración fabulosa para poder llevar de la mano un guion sin fallas, al que le puedes criticar la vocación de melodrama, pero que en vez de encaminarse por los derroteros del suspense, en realidad es un ensayo conmovedor sobre el amor, del amor a los hijos, y el amor en general, con una mirada que es sabia y es tierna y es profunda. El japonés Hirokazu Koreeda estrenó Un asunto de familia, Palma de Oro en Cannes, un largometraje donde ausculta las mas intrincadas tripas de una familia común que ha recogido una niña. Duro de ansias en la descripción de personajes que no enjuicia, a lo más trata de respetar. Un acercamiento a un conjunto humano que enternece pero provoca. Serguei Losnitza entregó en Donbass una gran película que se convierte a la vez en endoscopio y colonoscopía de la guerra. Viajar por los intestinos de un conflicto armado donde los seres comunes son atrapados por las incomprensiones, pero sobre todo por las ambiciones de los hombres y las ideologías, es en manos de Losnitza un soberbio acercamiento seco y contundente a la condición humana y su brutalidad que engendra las guerras. Y finalmente la más tierna, prístina, transparente visión de la ingenuidad es Adriano Tardiolo en Lazzaro feliz, mejor guión en Cannes, la película italiana de Alice Rohrwacher, con acentos de Passolini y Fellini, de Vittorio de Sica y del Buñuel de Veridiana o Los olvidados, en medio de una historia tan real maravillosa como inverosimil, tan llena de nobleza como de maldad. De tanto candor como de perplejidad. El himno más brillante a la candidez.

 

2019: El año se ha ido dejándonos en la memoria la perfecta y admirable película El irlandés de Martin Scorsese, a la que le han doblado el pulso en los Globos de Oro con una 1917 que aún no ha sido estrenada. Sin embargo hay que admirar que es una de las obras maestras del gran Scorsese, tal vez una excelente película para cerrar con broche de oro una carrera muy exitosa. Y se creía que la competencia era con Joker de Todd Phillips, donde Joaquín Phoenix ha logrado la más compleja y rotunda actuación de su vida, que le ha valido un Globo de Oro al mejor actor. Ha ganado otra contrincante un Globo de Oro: Erase una vez… en Hollywood, de Quentin Tarantino, que me parece un filme con limitaciones justamente por su ambición. Sobra demasiado tiempo para hervir en el caldo de su propio ego. Dolor y gloria, de Pedro Almodóvar, le ha regalado a Antonio Banderas una gran actuación que le ha valido el premio al mejor actor en Cannes, en una película que reivindica al mejor Almodóvar y remarca los momentos más logrados en relación con su niñez y la presencia de su madre. Un filme de depurada estética y hondura esencial. El aún joven Noah Baumbach ha entregado casi al final del año Historia de un matrimonio, un duelo actoral entre Adam Driver y Scarlett Johanson que aborda, como en Desamor de Zvyagintsev, la crueldad de los divorcios, pero sin la desgarradora profundidad del ruso. No obstante, resulta una creíble crónica del rompimiento del amor. En El faro, Robert Eggers establece un duelo de actuación entre Willem Dafoe y Robert Pattinson, como dos titanes enfrentados a muerte primero y unidos contra la muerte después, sobre una roca en medio del mar, con fogonazos del Moby Dick de Herman Melville y del impresionismo alemán de El Gabinete del Dr. Caligari. Otra gran película del año pasado fue Retrato de una mujer en llamas, que estrenó Céline Sciamma, en el Festival de Cannes donde ganó el premio al mejor guión. Adèle Haenel y Noémie Merlant van de tú a tú en los protagónicos, como en una danza sutil donde se entrelazan cuerpos y energías de una sensualidad más poética que inquietante. Y por último, mi película del año terminado, Parásitos, del coreano Bong Joon-ho, Palma de Oro en Cannes y Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa. Esta es una de esas películas corrosivas, que sorprenden por la magistral conducción del humor negro y de la sátira social. Se trata de una puesta en escena deslumbrante de exactitud de reloj atómico, que se desliza entre el humor, el thriller y el suspense, como en tres movimientos de una sinfonía de final impredecible, con una poderosa capacidad de sacar provecho a los espacios fílmicos y a las diferencias de clases en la pirámide social. El tono es el de Relatos salvajes, pero con mas calado dramático y más cohesión narrativa.

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