SD. Todos cometemos ridículos. Algunos son muy sonados y uno prefiere meterlos en el baúl del olvido. Este mío es uno de ellos, pero me enseñó a desconfiar.
¿Un viernes? Creo que fue un viernes de tardecita, estaba en la redacción del periódico Diario Libre donde durante 15 años fui editor de Cultura y Espectáculos.
De pronto me llegó una noticia por correo, aun no existía WhatsApp y mi relación con las redes era nula. Azorado por la importancia de la noticia mandé a detener todo y preparar una nota que anunciara la muerte en un accidente de Paulina Rubio.
Redacté una nota de último minuto sobre la artista, para subirla de una vez, donde daba escuetamente la noticia de que había muerto la cantante, y que aún se desconocían los detalles del accidente.
Cuando pensé que íbamos a dar un palo y había armado tremendo alboroto en la redacción con mi aspaviento de que eso me había llegado directamente de Miami… dijo la amiga y periodista Ana Peguero, «oye, confirma bien antes de subir la nota, porque a esa la han matado varias veces». Yo insistí que se trataba de una fuente confiable de Miami. Ella misma se puso a averiguar con las agencias y otra fuentes… y nada.
Cuando confirmé que efectivamente era incierta la noticia (el primer fake news que me llegaba y me daba una estocada) sentí que había hecho uno de los mayores ridículos de mi vida. Por supuesto, algunos -incluyendo a la propia Ana- se burlaron de mí. Y sentí que en ese momento mi dignidad de editor se había resentido. Pero el tiempo me demostró que no era para tanto. Eso sí, fue una gran enseñanza, que me enseñó a estar alerta todo el tiempo contra las fake news.
Las redacciones digitales
Actualmente en las redacciones de los periódicos hay una carrera sorda y un poco tonta a ver qué medio da el palo noticioso del día.
Es verdad, los tiempos han cambiado. Ya no interesan mucho las firmas, el estilo, la experiencia. Importa más un joven millennial con un celular, no importa que tenga faltas de ortografía hasta en la mirada, no importa que no sepa redactar bien. La cuestión es dar el palo digitalmente. Además de costar menos.
En realidad los cambios no han finalizado, estamos a mitad de camino. Los de mi generación y mayores que la mía, somos equilibristas -que llevan sobre sus cabezas no solamente todas sus familias, sino el conocimiento de algo que se llamó Periodismo, en vía de desaparecer-, y está cruzando una cuerda floja entre las dos orillas de las cataratas del Niágara.
El mayor peligro de las redacciones
Ahora el gran peligro de las redacciones es la lucha por dar el palo, a través de las redes.
Y aquel ridículo mío en la tarde que maté a Paulina Rubio, es cuento de niños párvulos al lado de lo que ocurre hoy, no importa que la credibilidad del medio se vaya al piso.
Cada vez menos se toman tiempo para confirmar una noticia, y los mayores errores se cometen en las redes sociales de los medios. Hay que desconfiar de las noticias. Una noticia es creíble cuando viene acompañada de citas de fuentes de entera credibilidad, que incluya enlaces y cite documentos.
El reportaje es cada vez más un género periodístico en cuidados intensivos. La crónica, que es la poesía de periodismo, está en articulus mortem.
En pocos años, el periodismo como lo conocimos, no existirá. Ni los periódicos. ¿Nuestras generaciones habrán logrado llegar a la otra orilla del Niágara?
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).