Familiares de Enriquillo Sánchez junto al pintor Dustin Muñoz, en la entrega de un retrato del poeta (Fuente externa)

Sobre el aún ministro de Cultura, Eduardo Selman, cada cual tiene sus apreciaciones. Hay quienes opinan que no ha hecho nada’, hay quienes en cambio les puede parecer que ha sido el mejor de los ministros de Cultura. Yo pienso que después de Pedro Vergés hasta Luis Polonia hubiera sido mejor ministro de Cultura.

Ante la arrogancia napoleónica del anterior, Selman demostró decencia y buen trato. Sabía decir que no. Aunque ese ‘no’ fuese demasiado seguido. Hay que entenderlo.

Selman llegó de fly -para usar un término beisbolero- al puesto. Personalmente pienso que si bien no estaba preparado para ocupar esa posición en el line up, trato de hacer lo que pudo. Y en ese tratar de hacer, logró muy poco.

Selman tuvo que invertir demasiado tiempo en llegar a primera base. Esa primera base le dio aire -hagamos memoria- para resolver la huelga heredada e intentar enterarse de qué iba la Política Cultural, de quién mandaba realmente en Cultura, de tratar de conocer los intríngulis de los pasillos y las dependencias, de enterarse de los gravísimos problemas que heredaba: un presupuesto de guardería infantil entregado a cuenta gotas para un gobierno que no tuvo a la Cultura entre sus principales objetivos. A segunda base llegó tratando de cumplir los objetivos heredados por el ministerio del anterior ocupante. En tercera base prometió que a partir de enero del 2019 desarrollaría su propio programa cultural. Ese programa nunca pude enterarme de qué iba. Antes de llegar a Home le han puesto out.

El actual ministro acaba de cometer uno de los mayores desaguisados al retirar al Auditorio del Ministerio de Cultura el nombre del intelectual Enriquillo Sánchez y colocarle el de Juan Bosch. Es como si él mismo se hubiese puesto out. Esto le ha ganado la repulsa de absolutamente todo el sector cultural. Creo que nunca antes estuvieron tan hermanadas las Aguilas del Cibao y los Tigueres del Licey (solo por esta ocasión, que conste).

Si yo fuese el ministro Eduardo Selman, dejaba a un lado el orgullo, y este lunes próximo, en desagravio pediría disculpas públicas a la familia Sánchez-Mulet y a los intelectuales dominicanos y devolvía el nombre de Enriquillo Sánchez al Auditorio del Ministerio de Cultura. Que Juan Bosch, desde las gradas, aplaudirá y agradecerá el gesto. Eso es decencia. No será un jonrón, pero salvará la honrilla en el out 27.

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