He vivido lo que va del siglo XXI en República Dominicana y no tengo memoria de un verano más aburrido que este. Eso seguramente porque los políticos no están en alegrar a nadie sino en alegrarse a sí mismos, demasiado concentrados en el año que viene de elecciones y nos han hartado con sus noveletas de ida y vuelta.
A fuer de honestos, la fiesta de Telemicro ha sido quizás el único respiro gratis que han tenido los jóvenes de la capital, en el Olímpico, con toneladas de música urbana. Ah, el otro fue la Noche Larga de los Museos, pero a eso van demasiado pocos jóvenes, en comparación con la fiesta de Telemicro. Para el año próximo el ministro de Cultura que esté en el puesto (a esas alturas ya habrá cambiado el gobierno), debería ponerse de acuerdo con Gómez Díaz para ofrecer juntos La Fiesta de Telemicro Larga de los Museos.
Las empresas telefónicas o licoreras hacían los veranos. Especialmente la Cervecería Nacional Dominicana, que históricamente fue el pilar de la alegría de los dominicanos, se ha convertido en un contén de acera de la alegría, con una campaña poco creativa y donde ha tenido, a diferencia de otros años, cuando movía todos los artistas dominicanos, de pueblo en pueblo, de playa en playa, y donde claro, las ventas crecían, a un concierto de J. Balvin que tuvo poca publicidad y que se confiaron que con eso bastaba, teniendo como resultados un Palacio de los Deportes que no se llenó como debió llenar quien ha revolucionado el género urbano y está pegado a nivel global. Ese tímido respaldo actual a la música dominicana, en relación a como era antes, ¿se debe a la falta de interés de sus actuales dueños en lo dominicano?
Hay otras cosas que cabría destacar como el espectáculo de la siempre admirable Charityn en el Teatro Nacional, el DR Jazz Festival en Cap Cana, donde aún resuenan las notas de Chucho Valdés con Jazz Bata2, y el tumbón que encendió a tiros y troyanos el mismísimo José Alberto El Canario. También una que otra puesta an escena, como El Vestidor, que estuvo este fin de semana, o La Magdalena, que hizo Carlota Carretero hace pocos fines de semana. También la celebración del 46 aniversario del Teatro Nacional. O la elección de Miss RD. Pero todo eso es pecata minuta en relación a lo que me refiero. Hablo de los grandes conciertos masivos gratuitos, que ofrecía el gobierno, el ayuntamiento y las empresas licoreras o telefónicas.
Para más, han sucedido movimientos negativos en la televisión criolla: la ida de la Diva a los domingos, y la huida de los domingos de Jochy Santos.
El entretenimiento lo han dado las redes: que más aburridas no pueden ser, entre la telenovela de Mozart La Para y sus amores, que recordaron en cierto momento a Doña Flor y sus dos maridos, la excelente novela de Jorge Amado, convertida en culebrón al revés. Todavía siguen emanando capítulos de lado y lado. Y tienen tremendo seguimiento por los seguidores profesionales de la vida ajena.
Cada vez que uno sale de la ciudad se lamenta, como alguna vez hizo el poeta Heberto Padilla regresando de Varadero: «Y ahora tener que regresar al alexandrismo y la mediocridad».
Y para poner la cereza sobre el helado, ese festival de fotoshop que nos acaba de regalar Cheddy desde los Cuerpos Hot. Gracias a Luz García y a su equipo por regalarnos el fin del verano.
Un verano que ha sido caluroso, tórrido, con femenicidios incluidos -a pesar del tal Lage-, y que al menos ha contado con la bendición de Dios, al desviar el huracán Dorian, que parecía que nos iba arriba.
Ya veremos el verano que viene. Ojalá que sea más alegre y divertido. Con más fiestas y alegría y menos mediocres sirviendo de payasos en las redes.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).