SD. El derecho de autor está consagrado en la República Dominicana a través de la Ley 65-00. Y su ejecutoria ha sido muy vapuleada, desde su misma creación, por los pícaros de siempre.
La cultura del pícaro, del que se cree más inteligente y por encima del sentido común, nos viene de los genes de aquellos que vinieron con el Almirante en las tres calaveras. La mayoría de los marinos eran ex convictos sacados de las mazmorras de las cárceles sobre todo de Andalucía, donde guardaban prisión, seguramente no por ser personas de bien, sino por sus fullerías.
También nos llega del instinto de sobrevivencia que traían consigo los esclavos que habían sido apresados en las costas africanas.
No creo que los pobres taínos hayan tenido mucho de pícaros. Eran tan mansos que se dejaban comprar por espejitos.
Pues sí, los pícaros son los que echan a perder casi siempre las cosas. La Ley 65-00 si tiene algo que no funciona está no en la recaudación, que seguramente ha ido convirtiéndose en algo cada vez más abarcador a lo largo del país. Su fallo está en los que la recaudan y en qué hacen con el dinero que debería ir a manos de los creadores y artistas.
La Sociedad General de Autores, Compositores y Editores Dominicanos de Música, Inc. (Sgacedom), institución fundada el 28 de enero de 1996, tiene como lema “Primero Dios el autor”. Uno podría barruntar que Dios debe estar muy enfadado con algunos de los que han formado parte de las directivas, pues algunas se han caracterizado desde hace muchos años por ciertas prácticas fulleras. Elevar los gastos y hacer actos de contrición con dos o tres autores de los más visibles y seguir dejando a otros fuera del reparto divino.
Sgacedom, según la página web de la institución, «asume la administración, representación y defensa de los derechos que corresponden a sus asociados directos y los afiliados a las entidades de gestión colectiva extranjeras con las cuales mantiene convenios de reciprocidad, por tanto, es responsable de la distribución de los derechos de autor generados por la explotación de las obras musicales y de otros géneros que conforman su repertorio».
Sucede que Sgacedom, que dice que es una sociedad civil sin fines de lucro (¡!) y está constituida por socios fundadores, socios activos (afiliados por más de dos caos, cuyas obras hayan generado ingresos dentro o fuera del país) y miembros administrados (titulares de obras que demuestren que al menos una obra ha sido explotada públicamente); pero en buena lid también percibe dinero (que algunas veces no reparte) de aquellos autores que no son asociados ni a ella, ni a ninguna de las entidades de gestión colectiva extranjeras con las cuales mantienen convenios de reciprocidad. Y es Sgacedom quien se queda con un dinero que no es de ellos.
Amerita una buena investigación. Recordemos que en tiempos de José Antonio Rodríguez como ministro, la Sgacedom tuvo que ser ocupada por un equipo encabezado por el entonces legislador Manuel Jiménez, autor de Derroche. Recuerdo que en ese equipo estaban entre otros, Pavel Núñez y Víctor Víctor.
Existe un artículo que llama la atención. Es el artículo 13, sin dudas amenazante y que denota más secretos que el Vaticano, como si fuese salido de un sombrerito negro de hule. Y reza así: «El socio que acudiera a los medios de comunicación tradicionales (TV, radio, periódicos, revistas…), al igual que a las redes sociales y otros, a dilucidar asuntos internos de la SGACEDOM, que causen o pudieran provocar una lesión al derecho de autor, así como a la gestión colectiva o la imagen de la entidad, quedará expulsado automáticamente, para lo cual solo bastará una comunicación del Tribunal Disciplinario». Parece un artículo sacado de la Constitución de Corea del Norte. Más dictatorial de ahí, ni modo. Esto de por sí contrasta con el sentido elemental libérrimo y sin ataduras del creador artístico.
Muchos son los creadores que se mantienen fuera de esta institución por rifirrafes que al final todos desembocan en una de dos cosas o ambas a la vez: el hambre de poder, «llegar al poder para tener lo suyo», o que no sienten que sus derechos de autor han sido bien resarcidos.
De cualquier manera el equipo de dirección que asumió el 18 de febrero o de marzo de este año encabezado por el compositor Félix Mirabal, tiene el reto de hacerlo bien. Un buen paso sería transparentar las cuentas de Sgacedom.
Por otra parte se ha avanzado en la Oficina Nacional de Derechos de autor desde la llegada de Trajano Santana, con la firma de importantes acuerdos internacionales.
Recuerden que la augusta Sociedad General de Autores de España (SGAE) ha estado a un paso de ser cerrada por culpa de los desmanes de quienes la han dirigido, que son los primeros que la han desprestigiado, no los miembros que se han quejado en los medios. Sgacedom debe cuidarse del síndrome de Teddy Bautista.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).