La marca país (country brand) es un concepto de este siglo XXI, llegado en medio de la post-postmodernidad. Digamos que es algo que siempre existió pero no tuvo ese nombre, sino otros. Y se refiere a aquellas estrategias de reputación que utiliza cada país para sobresalir internacionalmente. No es una campaña de promoción turística. Es una propuesta de valor hacia afuera principalmente, un sello de agua que impacta de manera no obligada, no forzada, en los visitantes e inversionistas fundamentalmente.
Confieso que antes de venir por primera vez a República Dominicana, hace casi dos décadas, la imagen que yo tenía de este país era que aquí lo único que hacían era quemar gomas. Esa era la imagen que había de República Dominicana internacionalmente a inicios de los 2000, gracias a los noticieros de las agencias mundiales. Incluso, reconozco, no tenía mucho embullo en venir. Fue el salsero Andy Montañez quien prácticamente me armó el viaje a Santo Domingo. Cuando llegué no solamente me arropó la belleza del país, sino el inédito, desconcertante para mi sentido de la hospitalidad, cuando ya había visitado 63 países. Tan fue así, que inmediatamente determiné quedarme a vivir en este país, hasta el Sol de hoy, gracias a Dios.
Como estrategia publicitaria su objetivo es captar turismo, exportaciones e inversiones extranjeras directas. Y se trata de -en medio de esta inmensa coral de países, naciones, identidades, economías, geografías y evolución tecnológica- generar una identidad por la que sobresalga el país, que le permita posicionarse internacionalmente, gracias a la calidad o sentido de excepcionalidad de determinados productos, empresas o personas, que logren imponerse en el mercado global.
Unas declaraciones de un colega en París, en las oficinas de la Unesco, donde establece que una película que va a realizar es marca país, son descabelladas.
El cine dominicano, como arte, puede imbricarse en ese tipo de estrategias. Pero siempre teniendo en cuenta que lo que vale en el cine es lo que vale en cualquier otra rama del arte: la calidad. No el tema, no lo que vas a hacer, sino lo que se ha hecho, lo que ha logrado imponerse cualitativamente en los canales de distribución internacionales. Eso es lo que vale en el cine. La calidad. Reitero, la calidad.
No importa que sea musical o humorística, ciencia ficción, drama o documental. Que no es el género. Y no son los actores, ni los directores, ni los productores.
La marca país en el cine está dada por la calidad. Y ello no se vocifera, es un bien que se impone por sí mismo, poco a poco. Así como ocurre con la buena prensa internacional que da al país el cine dominicano como industria, lo cual habla de otra posibilidad en cuanto a marca país, gracias a la calidad de las locaciones, la calidad de los elementos humanos (léase técnicos, actores y creadores) y las facilidades impositivas que logren definitivamente imponer a República Dominicana como un destino de filmación cada vez más interesante y atractivo.
Eso debe ser marca país en el cine: la calidad. Lo demás es masoquismo cultural y autobombo estéril.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).