CANNES. La película argentina El ángel, de Luis Ortega -quien irrumpiera en la industria cinematográfica argentina a los 19 años, alterándolo todo con su filme artesanal Caja negra- es un filme que no pasa desapercibido.

La historia que cuenta sobre Carlos Robledo Puch, «El angel negro» o «El ángel de la muerte», es rocambolezca e inquietante, provocadora y bizarra, con ese punto de humor corrosivo y negro esencialmente argentino. Sobre todo porque es la historia real de un famoso delincuente que siendo un adolescente en tiempos de la dictadura militar, asesinó a 11 personas, para robar.

En la realidad Carlos fue atrapado a los 20 años de edad y guarda prisión perpetua. Hoy día cuenta con 66 años.

Aquí no hay un Robin Hood, ni nada parecido. Dice que desde que nació le gustaba robar. Y en el experticio psiquiátrico que le realizaron dice que «Procede de un hogar legítimo y completo, ausente de circunstancias higiénicas y morales desfavorables», y agrega: «Tampoco hubo apremios económicos de importancia, reveses de fortuna, abandono del hogar, falta de trabajo, desgracias personales, enfermedades, conflictos afectivos, hacinamiento o promiscuidad».

La maldad en otra dimensión, sin motivos aparentes.

Solo hay dos cosas que difiero de la película: el ambiente de la época de la dictadura militar argentina no era tan distendido. Dos: lo de la inferida homosexualidad del protagonista parece ser algo traído por los pelos, para vender. Por que sí, porque se ha puesto de moda que una película para ganar prácticamente en cualquier festival tiene que tener aunque sea veladamente ese componente.

Por lo demás, es un filme con una excelente banda sonora con temas de la época, una recreación de época bien eficiente, unos diseños de personajes interesantes, buenas actuaciones, y un formidable guion. Aplaudo el desempeño del joven actor que asume el protagónico. Su gran parecido físico con el cantante Luis Miguel debió haberlo convertido en el protagonista de la serie del Sol de México, en Netflix.

Claro que la historia está edulcorada y que si bien se basa en hechos y en personajes reales, tiene muchos elementos de ficción.

La película no solo convence, sino que gusta y mucho y es aplaudida.

En la sesión nocturna del teatro Debussy asistieron Pedro Almodóvar, productor del filme, y Ricardo Darín, cuyo hijo asumió el papel del compañero de aula y luego compinche en los robos de Carlitos, que es como le gustaba que le dijeran, «no rubio».

El ángel sigue preso.

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