CANNES. Era madrugada en Cannes cuando salió el decreto 168-18, donde el Presidente Danilo Medina nombró nuevos ministros de Medioambiente, Agricultura, Salud Pública, y el muy esperado cambio en la cartera de Cultura, entre otros cargos.
Según noticias de fuentes de allí, el cambio en el Ministerio de Cultura ha alegrado a la gran mayoría de los empleados y funcionarios y viceministros de esa cartera. También a muchos artistas y creadores y promotores culturales que aplaudieron por las redes.
En realidad, según algunas fuentes en las cuales creo, el Presidente estaba molesto por todos los malos reportes del acomodamiento del ministro saliente en el viceministro Cayo Claudio Espinal, quien era el verdadero ministro y por tanto responsable de dislates en el manejo del Ministerio.
De hecho, se sabe que los funcionarios y empleados del Ministerio de Cultura, cercanos al Presidente, se sentían disgustados por los malos tratos del viceministro Cayo Claudio, quien prácticamente se había tomado las funciones de todos los viceministros, pero, para no hacer nada… O casi, nada, que no es lo mismo, pero es igual, a decir de Silvio Rodríguez.
Y si esto fuera poco -se podría continuar con Silvio- el ministro saliente mintió delante del Presidente cuando dijo que avanzaban los proyectos culturales… cuando en realidad estos fueron anulados. Al menos de la manera democrática, abarcadora y profunda con que habían sido concebidos por la anterior cartera y que tan buenos resultados daban, porque al menos los promotores culturales y creadores se sentían reconocidos, escuchados, que su creatividad servía para algo.
El ministro saliente jamás fue a una función del ballet o de danza contemporánea, de teatro o al lanzamiento de una película. Ahí deja como herencias una gran cantidad de asuntos sin resolver, una importante cantidad de almas en paro, y sobre todo una incomprensión rotunda de cuál era su trabajo.
Deja una Feria Internacional del Libro convertida en una pequeña muestra de libros, que tuvo que dedicar no al libro, sino a la gastronomía, en un país que no cuenta con editoriales, ni con libros, ni con distribución de libros, ni con muchos escritores (que ya no se sabe de dónde van a sacar gente para dedicarles una calle), y mucho menos con lectores.
Creo que el poeta Cayo Claudio Espinal no será cancelado, al menos por ahora. Y en el reordenamiento de esa cartera, debe retomar las funciones para las cuales fue designado, las que prácticamente no ha ejercido, por ejercer… las de ministro. La realidad es que el Presidente cogió la cuerda cuando le demostraron que ejercía las funciones del ministro y le maltrataba a su gente. Creo que aún tiene la oportunidad de dejar el resquemor al ya antepasado ministro y concentrarse en hacer bien su trabajo.
Dejar que el Ministerio de Cultura sea eso, un Ministerio de Cultura, y no una finca con látigo y mesa, donde cada centavo, cada chequecito por mínimo que fuera del más remoto rincón del país, tenía que pasar por su mesa y ser firmado y recontrafirmado. La Cultura necesita aire, buena atmósfera, confianza, apoyo. Y la verdad es que en estos dos años, el retroceso en el sector cultural en el país ha sido de un retraso espantoso y pernicioso.
Estoy convencido que la esperanza está puesta en las manos del arquitecto Eduardo Selman, a quien no tengo el gusto de conocer. Pero por algo el Presidente lo ha llamado a reemplazar a Pedro Vergés. Seguramente Selman va a activar a los mejores expertos, a los activistas y trabajadores de la Cultura, que habían sido relegados y multiplicados por cero por la gestión Vergés.
De hecho el regocijo ha empezado a sentirse de inmediato que salió el decreto.
Desde Cannes saludo la designación del nuevo ministro de Cultura, cuya toma de posesión se realizará dentro de unos días, porque el aún ministro salió ayer mismo a un periplo extracontinental y estoy seguro que aunque se le podría pagar con la misma moneda que hizo con las actrices Carretero y Taveras, a su regreso no se va a encontrar en su buró a Selman.
Saludo efusiva y constructivamente la designación del nuevo ministro de Cultura arquitecto Eduardo Selman, y ojalá sepa conducir los destinos del ministerio que el presidente Danilo Medina pone en sus manos. La cultura lo necesita. Lo necesitan Dajabón, Salcedo, Pedernales, lo necesitan el Este del país y el Cibao, Cabrera y Baní, lo que queda de los Congos de Villa Mella y el Teatro Danzante Cocolo, lo piden a gritos los poetas de San José de las Matas y los bailarines de Higüey, los compositores de Puerto Plata y las artesanas de Bonao.
Lo pide a gritos el mundo de la música rica, admirable, trascendente, que pare esta media isla. Lo piden las industrias culturales, lo piden los merengueros y los bachateros, con cuyo producto podría abrirse una agencia musical que promocione los valores más importantes del país… y deje ganancias para poyar la educación artística.
El país necesita un ministro de Cultura integrado, respetado y admirado por su gente, en primer lugar por quienes le rodean, que no se acomode, que asista a las actividades culturales e interactúe, que salude en los pasillos a todos y que visite los museos y esté abierto a escuchar, y que lea en las críticas que se le hagan, apoyo en definitiva a su gestión, para un mejor trabajo, del cual dependen todos los dominicanos de adentro y de afuera.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).
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