En medio siglo mucho se ha movido y ha variado la industria turística, que por aquellos tiempos estaba apenas naciendo, al norte de la media isla, en Puerto Plata. Hoy día Puerto Plata recibe gran cantidad de turistas gracias a los cruceros, le han nacido muchas nuevas instalaciones turísticas, como el Anfiteatro de Puerto Plata, Ocean World, nuevos hoteles, otros han cerrado, hay un aeropuerto, discotecas, campos de golf, residencias en condominios, supermercados, festivales y numerosas opciones fuera de los hoteles.
Hace 50 años no existían como polos turísticos cercanos Sosúa ni Cabarete. El Almirante no había descubierto a ese tesoro maravilloso, muy escondido que es Cabrera, donde reside una de las mujeres más acaudaladas del planeta y donde tiene una residencia el presidente de Google. Tampoco eran atractivo turístico Samaná y mucho menos Las Terrenas, que parecía más bien un resguardo de filibusteros. Y para llegar hasta allí no existía la carretera con los peajes más caros del país. Las ballenas eran parte de la leyenda de Samaná, pero ellas no conocían todavía a los turistas.
Punta Cana no pensaba ser lo que es hoy. Ni soñar con el aeropuerto de mayor tráfico del país, ni tamaña expansión hotelera, que habla de más o menos 40 mil habitaciones, así como palacios de convenciones, plazas de entretenimiento, discotecas famosísimas, plazas comerciales con las más reconocidas marcas del mundo, restaurantes, servicios exclusivos de alto standing, reconocidas firmas hoteleras, hoteles boutique, marinas, etc. En el este del país no existían ni Casa de Campo, ni Bayahibe, ni Macao, ni Uvero Alto, y mucho menos Cap Cana. Mucho menos la autopista Coral.
Hace medio siglo el sur de República Dominicana estaba mucho más olvidado que ahora, donde se amenaza con hacer grandes inversiones, pero que aún no arrancan.
Hace medio siglo 500 pesos era bastante dinero. Hoy probablemente eso es lo que cuesta un trago en cualquier resort del país.
50 años después
Cincuenta años después, son 600 meses, 2608 semanas, 18262 días, 438300 horas, 26298000 minutos en los cuales han nacido, crecido y madurado al menos dos nuevas generaciones, con nuevos intereses, nuevos gustos, nuevas experiencias culturales que se han constituido en nuevos tipos de turistas.
Hace 50 años el mundo era sencillamente otro, donde el olor de la pólvora de los movimientos guerrilleros latinoamericanos, la guerra de Viet Nam y la lucha por la igualdad de razas en Estados Unidos y contra el apartheid en Sudáfrica eran los que llenaban las páginas de los diarios. Led Zeppelin acababa de lanzar su primer álbum, Los Beatles daban su último concierto en público, el hombre acababa de llegar a la Luna y eso de que un rover estuviese enviando imágenes de la superficie de Marte era impensable, a lo más una sonda era enviada a acercarse al planeta rojo, mientras se celebra el festival de Woodstock, entraba el VIH a Estados Unidos desde Haití y Pelé marcaba su gol número 1000. No existían los celulares ni el Internet.
Ahora los intereses son diferentes y dentro de las variantes del turismo existen, además del turismo de sol y playa, el turismo de salud, el turismo científico, el turismo cultural, el turismo de convenciones, el turismo ecológico, el turismo de parques temáticos, el turismo histórico, el turismo gastronómico, el turismo nudista, el turismo de bodas, el turismo de adultos, el turismo espiritual, el turismo religioso, el turismo LGBT, el turismo funerario, el turismo virtual y muy pronto el turismo espacial.
Es cierto que algunas de esas variantes no tienen lugar en el país. Pero hay que estar preparados para todo. Y de alguna manera eso debe reflejarse en una nueva Ley del Turismo de República Dominicana.
(Continuará)
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).