SD. En República Dominicana crecen como las malas yerbas los «escultores» que van llenando las ciudades, y en especial la capital, de bustos, estatuas, esculturas de mal gusto, junto a los cuales posan con magnifica beatitud, alelados de amor, pero inocentes, sirios y troyanos. Me gusta llamarles momotombos, porque suena tosco y feo, aunque Momotombo es el nombre del volcán nicaragüense y significa gran cumbre hirviente.
Hace más de dos años el Presidente inauguró al final de la Avenida Anacaona, donde se integra a la Avenida Luperón, un busto horrible, hecho supuestamente en bronce, del patricio dominicano. La culpa no es del Presidente, es de quienes lo mandaron a hacer y luego pusieron al primer mandatario a develar el esperpento.
No se sabe por qué extraña razón la Plaza de las Banderas se ha convertido en el epicentro del kitsch nacional, donde un alcalde se regocija con colocar una reproducción bien ridícula de la Torre Eiffel, con bombillos y todo, en Navidad, o un militar siembra con gallarda displicencia, los alrededores del perímetro, de bustos enormes y grotescos, ridículos, toscos, repulsivos, antiestéticos y pavorosos de los padres de la Patria, como si fuesen moáis patrioteros que lo que crean es repulsión y vergüenza.
Ahora le ha tocado el turno a la estatua en vida de Jack Veneno. Un nuevo bodrio estatuario en la ciudad, que ha sido responsabilidad de la alcaldía el colocarla en el Parque Eugenio María de Hostos. Lo peor de todo, que ha sido develada por el alcalde David Collado -un hombre joven y de formación, que se supone tenga conocimiento o al menos asesores-, con la presencia del mismísimo ministro de Cultura, arquitecto Eduardo Selman, que sabe muy bien en artes visuales qué es bueno y qué no lo es, y debe haber asistido espantado al momento en que el Jack Veneno de carne y hueso le quitó la tela blanca al Jack Envenenado y verde como un extraterrestre de fibra de vidrio.
Se hace urgentemente necesario, como parte de la institucionalización de la Cultura, la creación de un Consejo Nacional de las Artes Visuales o una estructura similar, que tenga bajo su égida la ejecución de la política cultural dentro del ámbito de las distintas manifestaciones de las artes visuales, y que fije parámetros de calidad mínimos para este tipo de cosas. Que no importa que una Asamblea de Regidores, o incluso el Congreso o ministerios de cualquier ralea, o la Comisión de Efemérides Patrias, marquen el espacio público con bustos, estatuas y esculturas que no lo son, para los cuales deberían inventarse nuevos términos. Que a nadie se le debe permitir semejante atentado al buen gusto, a la decencia pública y a la cultura nacional. Que todo eso debe pasar por un filtro donde estén verdaderos especialistas, que sean quienes determinen si un proyecto cuenta con la calidad estética en primerísimo lugar para ser expuesto en la vía pública o en lugares abiertos.
Es una lástima que -quizás por ignorancia de alguien que decide- el resto de los ciudadanos y visitantes en la capital y el resto del país, se vean agredidos por estas malas artes.
¿No entra acaso este tipo de cosas dentro de la Ley 340 de Compra y Contratación? ¿No se hace una licitación pública de este tipo de proyectos?
Ojalá el ministro Selman le entre duro a este asunto y ponga las cosas en su sitio. Afear la ciudad, el entorno, el ambiente visual, el paisaje, con esos espantajos, tiene un costo demasiado alto.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).