SD. El 20 de mayo de 1882, el mismo día que en Viena se firmó la Triple Alianza integrada inicialmente por el imperio alemán y el imperio austrohúngaro, por iniciativa de Bismarck; ese mismo día, se estrenó mundialmente solo para noruegos, en el Aurora Turner Hall de Chicago, la obra Espectros del dramaturgo Henrik Ibsen.
La obra inició así un largo recorrido que la llevó a Helsingborg en Suecia al año siguiente, para luego presentarse por distintas compañías en Barcelona, Buenos Aires, Ginebra, Madrid (1906 y 1994, la última dirigida por John Strasberg), Roma, Nueva York (por primera vez en 1935), México, y luego repetir en la Babel de Hierro en 1982 con Liv Ullmann en el protagónico.
Asimismo, la obra ha sido versionada en seis ocasiones para el cine, la primera de ellas en 1915, y la más reciente en el 2008 en Francia, bajo el título de Ghost.
La obra se encuentra en cartelera ahora en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, bajo la dirección de Manuel Chapuseaux, con Karina Noble en el protagónico acompañada de Mario Lebrón, José Roberto Díaz García, Omar Ramírez y Cindy Galán. Y si bien la puesta en escena es aceptable, la escenografía y el diseño de luces funcionales, y Omar Ramírez muestra el más orgánico de los roles que lo he visto hacer, Cindy Galán proyecta tan poco, que por momentos su voz no se escucha, mientras Karina Noble y Mario Lebrón están convincentes en sus roles, y José Roberto García esta bien en su doble rol de Osvaldo y de productor general de la obra.
El gran intelectual argentino Enrique Anderson Imbert, aquel viejecito que conocí alrededor del año 1994, la primera vez que fui a Buenos Aires, en casa de mi inolvidable amigo el poeta y embajador Rubén Vela, escribió sobre Espectros en 1946, medio siglo después de haber sido estrenada en el Teatro Politeama de la capital argentina. Anderson Imbert da cuenta de las interrogantes que se hace la Sra. Alving frente al pastor Manders, las mismas que 72 años después se está haciendo la sociedad dominicana. «William Archer, que lo visitó en 1883, recuerda que Ibsen fue especialmente enfático en protestar contra quienes suponían que las opiniones de Elena Alving o de Osvaldo, eran sus propias opiniones: los puntos de vista de la señora Alving -le dijo-, son típicos del caos moral que inevitablemente surge como reacción a los angostos convencionalismos representados por Manders» (Anderson Imbert, 1946, p. 60-61).
Creo que el planteamiento central de Espectros está claro, en el sentido de ese contrapunteo de puntos de vistas, que no es más que la confrontación entre dos lados de la vida que hoy día se enfrentan también en la sociedad dominicana, que comienza con estrechos puntos de vista de ciertos sectores religiosos y se amplía hasta el ámbito político.
El destacado crítico norteamericano Francis Fergusson, autor de El tropo y la alegoría (1977), observó que la obra está construida sobre la estructura de Edipo, de Sófocles. «Procurando hallar el origen de la maldición en la casa de Alving, la Sra. Alving continúa exhumando el pasado, y como Edipo, descubre que ella misma es la culpable» (The Rarer Action: Essays in honor of Francis Fergusson, 1970, p. 81).
Hay en esta obra una subterránea energía que pugna por la emancipación de las ideas arcaicas, que van desde el ocultamiento de que Osvaldo padece de sífilis hereditaria, por culpa de la vida licenciosa de su padre, cosa que en ningún momento se insinúa en la puesta dominicana, hasta el mismo final que no quiero revelar para quienes irán a ver la obra el próximo fin de semana.
Ibsen mismo escribió que Espectros no era solo la tragedia de la familia Alving, sino tragedia de toda la Europa burguesa del siglo XIX. Pero, ¿no es acaso la misma tragedia de la sociedad dominicana donde pensar no ya en un tema como el aborto, sino en la eutanasia es tabú?
¿No es acaso la misma tragedia vivida por la Sra. Elena Alving, la que viven muchas mujeres de la sociedad dominicana de hoy día, por el qué dirán?
Elena descubre que Osvaldo, su único hijo (al que había enviado lejos para evitar que fuese corrompido por el padre), padece sífilis hereditaria y lo que es peor, se ha enamorado de la joven Regina Engstrand, quien trabaja de doméstica en la casa y que resulta ser hija ilegítima de su fallecido esposo, un hombre mujeriego y alcoholólico, y por tanto medio hermana de Osvaldo.
¿No es acaso la vida de fallecido capitán Alving, en cuyo honor se erige un orfanato, un ejemplo de doble moral absoluta?
No sé, pero yo encuentro demasiados puntos de vista comunes con la realidad de las mujeres que luchan por emanciparse del machismo y la violencia a través de todas sus formas en esta obra de Ibsen que ya anda por 136 años de vigencia.
La Sala Ravelo repleta el pasado fin de semana, cosa que seguro se repetirá el próximo, da cuenta de la «competitividad» de la tragedia y el drama en el teatro dominicano. ¿O no?
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).