La casa dominicana es una vitrina de cara al turismo. Y si no lo es, hay que tratar de que cada vez lo sea más. Porque el turismo a medida que pase el tiempo y con los rumbos del cambio climático, girará más hacia lo esencial, lo auténtico. Y eso pasa, sobre todo por la cultura.
Este año, hasta que pase agosto, se estará viviendo el caos programado e incierto de las elecciones. Lo acaba de vivir España. Con la diferencia que en España desde el año pasado tienen definido hasta cuáles son los conciertos que se ofrecerán en Sevilla en el mes de noviembre. Aquí estamos escuchando desde octubre anuncios de lo que ocurriría en enero, pero eso es por la tonta competencia de «quítate tú pa ponerme yo» de los empresarios artísticos de República Dominicana, que no acaban de comprender que solamente en la unión está la fuerza, y que solo poniéndose de acuerdo entre ellos podrán dejar atrás el maratón de zancadillas que les caracteriza.
Si hay algo que sigue todavía en pañales en República Dominicana son el turismo cultural y el turismo de eventos. Digámoslo claro. Ya que el potencial a explotar es enorme, y lo saben muy bien las autoridades. La cuestión probablemente esté en el cómo se está haciendo. Porque es cierto que el turismo de sol y playa se explota, se prevé y se proyecta debidamente.
La última -y la única- encuesta nacional de consumo cultural de la República Dominicana, que sea al menos de dominio público, fue la realizada en el 2014 durante la cartera de José Antonio Rodríguez.
Sus estadísticas a estas alturas del juego han envejecido. y se hace imprescindible contar con un nuevo instrumento quede cuente de cómo descendió la ejecutoria cultural durante el nefasto período inmediatamente posterior al de Rodríguez, cuyos embates siguen repercutiendo aún hoy, que en cultura cualquier resonancia es a largo plazo.
Por ejemplo, se calcula -a ojo de buen cubero-, que el aporte actual del sector cultural al PIB debe andar alrededor del 3%. Pero algo existen instrumentos científicos de medición, como lo fue aquella encuesta.
De todos modos, lo que se está perdiendo es mucho por culpa de que no exista un ente regulador, coordinador, de apoyo, -no fiscalizador- a los eventos del país, principalmente grandes conciertos (que forman parte de la industria naranja) y su enlace necesario con el mundo turístico, dígase agencias de turismo. Por ejemplo, si con un año de antelación se sabe que Juan Luis Guerra (esto es un ejemplo hipotético) va a lanzar su próximo disco en el estadio Olímpico el 21 de octubre del 2020, pues ese ente, llamémosle Buró Nacional de Eventos, ayuda a bloquear fechas incluso de hoteles, y tiene en cuenta que no exista ningún otro gran espectáculo o concierto que obstaculice o que corra el riesgo de «descularse» (palabra del argot de espectáculos para decir que un evento se fue a pique por poca asistencia de público), porque un concierto así es una especie de Saturno que se engulle a sus satélites. Y cuando hay turbulencias políticos, marchas, manifestaciones, desfiles, o cosas por el estilo, ayudan a que no entorpezcan la vida propia de estos eventos que se convierten en grandes fábricas para la economía nacional desde la industria naranja.
Ese Buró Nacional de Eventos debería depender del Ministerio de Cultura o de Turismo o de la Presidencia, para que tenga jerarquía y respeto, y esté obligatoriamente informado de todos los eventos grandes, medianos o pequeños. Porque todo forma parte de la economía del país. Solo así países de gran desarrollo turístico han podido salir adelante en el entramado de intereses, que se pueden mover alrededor de un evento. Ese Buró debe contar con una página web donde se encuentren todos los conciertos, congresos, eventos variopintos como inauguración de exposiciones, conferencias, y otras actividades. Y créanme que será de gran utilidad pública. Debe ayudar a los empresarios, no ser un obstáculo. Se trata de jerarquizar, dar prioridades a un tipo de actividad económica por la cual se puede ganar mucho más dinero si se hace organizadamente y con tiempo. Y dar ayudas.
Los conciertos, congresos, eventos, actividades, etc., ayudan a mover la economía. Cada vez que hay un concierto en el Olímpico, o en el Teatro La Fiesta, hasta los vendedores de chicles se benefician, los taxistas, los colmados, bares y restaurantes de la zona, los parqueaderos y hasta los vendedores de mazorcas de maíz. Por tanto, ese Buró de Eventos tiene que lograr exenciones fiscales, facilidades aduanales, para los eventos de gran aporte. Hay empresarios que están invirtiendo uno o dos millones de dólares en su organización, y un imprevisto del clima, o un suceso de otro tipo, puede ser una afectación no solo para el empresario, sino para la economía nacional. Y es hora de pensar en facilidades para producir, no en obstáculos. A la vez será un filtro bonito contra el lavado de dinero. Pongámoslo así.
En un año como el 2020, hay empresarios que saben qué tendrán en noviembre, pero no lo dicen para no soltar prenda, porque es práctica desleal y antitética, que vaya otro por detrás y le ofrezca más a un artista en el cual se ha invertido mucho dinero. Y la mayoría de los artistas, se sabe, solo es fiel al Dios dinero. Muchas veces los empresarios se enteran de un artista que ha sido suyo desde siempre en el país, en el cual invirtió mucho dinero para posicionarlo, que eso cuesta mucho, y que de pronto se va a presentar de la mano de otro empresario que nunca le puso ni un peso en publicidad. La deslealtad es doble, la del artista y la del empresario competencia, que vendría siendo una especie de Empresario-Parásito.
Estas cosas ocurren con una inusitada frecuencia en República Dominicana. Y ya que entre ellos no se ponen de acuerdo, un Buró de este tipo puede ayudar a poner orden en la casa. El 2020, al menos hasta agosto será un poco caótico en el país. Ojalá que todo marche bien y sin desórdenes para el bien nacional. Pero cada vez se hace más necesario ese buró coordinador. Un facilitador para que las cosas sean más fluidas, transparentes y diáfanas en un rubro con enormes potenciales de aportar muchísimo más a la economía nacional.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).