Todo lo hecho antes no hay que borrarlo. Esa idea loca de que todo lo que se hizo en estos años está mal, es una obnubilación temporal.
Que Carmen Heredia Viuda Guerrero se juramente este domingo como Ministra de Cultura de República Dominicana, después que el presidente Luis Abinader reciba la banda presidencial, tiene varios significados. Carmen Heredia es la primera mujer que llega al despacho principal del edificio de la avenida George Washington esquina Presidente Vicini Burgos. Bajo su égida va a estar el destino de la cultura dominicana por algunos años. Lo bueno que haga (o lo malo que haga, esperamos que no ocurra) tendrá repercusiones en cada uno de los dominicanos, tengan que ver o no directamente con el sector cultural. De ahí que todos debemos apostar porque lo haga bien. Mejor que bien, muy bien. Mejor que muy bien, excelente.
Ese hacerlo bien, muy bien, excelente, incluye dar continuidad a las cosas que han estado bien y rescatar aquellas buenas ideas mal eliminadas. Ese hacerlo bien incluye contar, tal vez, con algunos especialistas de los que estaban. Pero sobre todo ese hacerlo bien incluye hacer las cosas a su modo, con nuevas ideas y nuevas cabezas.
Ella, que tiene experiencia en dirigir museos, el Ballet Nacional, el Teatro Nacional y Bellas Artes, pero sobre todo de tener una vida cultural activa como periodista especializada en las artes, desde hace años, sabe que en Cultura los errores cuestan mucho. Sus huellas trascienden por varios años y hasta generaciones a veces.
Su primer gran reto tal vez sea recomponer las compañías artísticas del país, necesitadas urgentemente de reanimación cardiovascular y pulmonar, y entre otras tareas de importancia primordial, echar a andar la Ley de Mecenazgo, que ya tiene firmado el Decreto mediante el cual se establece el Reglamento de Aplicación de la Ley 340-19. Hay que crear la Dirección General de Mecenazgo y el Consejo de Mecenazgo.
Debería retomar aquel muy importante Consejo Nacional de Cultura, el organismo asesor de la ejecución de la Política Cultural del país, así cómo reponer en el centro del Ministerio de Cultura los proyectos culturales, que significaron la democratización de la realización cultural del país. Unir nuevamente Bellas Artes al presupuesto del Ministerio de Cultura. Impulsar las industrias culturales, ahí queda mucho por hacer.
Es de suma importancia realizar la Segunda Encuesta Nacional de Consumo Cultural y la actualización del Directorio de Empresas Culturales, con el fin de reactivar la Cuenta Satélite de Cultura en el Banco Central (cuyo inicio de trabajo de creación data del 2013), lo cual ofrece datos de los aportes reales de las industrias culturales al Producto Interno Bruto.
Se necesitan expertos para la guía de la clasificación de las actividades vinculadas a la cultura, dentro de la Clasificación Internacional Uniforme de Ocupaciones y sensibilización del sector empresarial.
También debe lograr que la Feria Internacional del Libro vuelva a tener el resplandor de hace varios años y rescatar el Premio Pedro Henriquez Ureña.
Ponerle el pie en el acelerador a los museos de la Plaza de la Cultura, inaugurarlos cuando no solo la parte física esté cumplida, sino la compra del mobiliario, la museografía (que ojalá pueda incluir la tecnología que permita una experiencia interactiva con los clientes) y el personal capacitado y listo, para entonces sí, reinaugurarlos de verdad y que vuelvan a funcionar (falta mucho por hacer ahí).
Organizar la Bienal de Artes Visuales, no importa que no sea en el Museo de Arte Moderno, existen muchas instituciones en la capital y en ciudades como Baní, Santiago, Puerto Plata, La Romana y Punta Cana, que pueden ser también sedes del evento.
Rescatar los festivales nacional e internacional de teatro, reanimar la Compañía de Canto Lírico y el Coro Nacional. Recuperar los grandes eventos de danza y ballet del país, incluyendo el rescate de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. La Literatura merece profundizar el trabajo con las nuevas generaciones de escritores y reconocer a los veteranos. Se hace imprescindible la creación de un seguro para los creadores artísticos que no lo tengan. Y sobre todo, crear una política especial de tratamiento, apoyo y valoración a las figuras más trascendentales y veteranas del arte y la cultura nacional.
Debería realizarse un levantamiento de las esculturas que existen en las ciudades e impulsar una ley sobre la política de arte público, que sea inviolable para todas las instituciones del estado y que impidan que ministerios como el de Defensa sea capaz de afear la Plaza de las Banderas con esos adefesios de supuestas esculturas que lejos de honrar a los padres de la Patria, los convierte en objetos de burlas. Velar por el cuidado del arte expuesto en las calles, como por ejemplo, las obras pintadas por los mejores maestros de arte contemporáneo en los números que marcan los kilómetros del Mirador, que hace años piden a gritos ser restaurados.
Sería bueno, junto al Ministerio de Educación y a Bellas Artes, crear una Escuela Superior para Instructores de Arte que sean los encargados de convertirse (con dos años de preparación siempre y cuando tengan actitudes y aptitudes), en quienes podrían y deberían llevar a cabo en las escuelas del país, los necesarios programas extracurriculares o de tanda extendida, de Apreciación de las Artes Visuales, del Teatro, la Danza, la Música y la Literatura. Capaces de crear grupos teatrales, talleres literarios, grupos de danza, etc. Pero donde lo principal sea enseñar a apreciar las artes. Solo así se puede vencer la incultura, el mal gusto, la frivolidad, la superficialidad y la chabacanería.
La cultura debe convertirse en un elemento primordial de las relaciones exteriores de República Dominicana, la organización de jornadas culturales en países que sean del interés sobre todo desde el punto de vista turístico, debe ser parte de los trabajos conjuntos de los ministerios de Relaciones Exteriores, Turismo y Cultura, enviando delegaciones artísticas (que no sea siempre el conjunto folclórico de Turismo o de Mirex), sino agrupaciones reconocidas y compañías nacionales. Nombrar intelectuales jóvenes de obras de importancia demostrada en la cultura nacional, en el servicio exterior, preferiblemente como consejeros culturales en otros países, da buena imagen y energía a favor del país, a la vez que la experiencia se convierte en muy enriquecedora para su madurez intelectual.
Sobre las relaciones del sistema de Cultura con las instalaciones turísticas hay mucho por hacer, con vistas a promover el arte nacional y la música dominicana, lejos de estereotipos, y de ese mimetismo que prolifera en muchos hoteles de Puta Cana y Puerto Plata; promover las puestas en escena de calidad estética, donde cada vez más valores auténticos de la música y las otras artes de República Dominicana puedan ser admirados por los turistas.
Hay que auspiciar la participación de las compañías nacionales con obras de calidad en eventos y festivales internacionales. Cada presentación de un artista dominicano en un escenario importante es una derrota para quienes tienen todavía una imagen, por otras causas, de que este es un país decadente.
Falta mucho, mucho, mucho por hacer en Cultura. ¡Bienvenida ministra!
Ah, y que no se olvide. Hay que cambiarle el nombre al Auditorio como era antes: Enriquillo Sánchez.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).