Estamos llegando a los extremos. Digo estamos porque pueden venir cosas peores. Dicho sea, así comenzó todo en la Alemania nazi, poquito a poco, y de pronto zas, sin vaselina.
Estamos asistiendo a un sainete que puede tornarse en una tragedia. Esto de derribar estatuas del Almirante y cortarle la cabeza porque fue el culpable de la esclavitud de los negros, es de una ternura insoportable. Eso de renegar de Friends me recuerda el mea culpa del poeta cubano Heberto Padilla en la Unión de Escritores de Cuba auto inculpándose de ser enemigo de la Revolución.
Eso de renegar de películas como Lo que el viento se llevó, sacarla de circulación, es un acto de tanta violencia anticultural como la de los islamistas que destruyeron el Arco del Triunfo de Palmira en Siria; la Columnata de entrada del templo de Baal Shamin (también en Siria); tesoros arquitectónicos del siglo III a.C. de la ciudad de Hatra, en Irak; las estatuas de gran valor histórico y cultural expuestas en el Museo de la Civilización de Mosul, entre ellas estatuas de Nínive; la quema de museos y de la biblioteca de la Universidad de Mosul; el saqueo y la demolición de la antiquísima ciudad de asiria de Nimrod; Los Budas gigantes de Bamiyán, en Afganistán; las famosas mezquitas de la ciudad de Tumbuctú, en Mali, entre muchas otras.
Es como prohibir leer la Biblia en las escuelas. La Biblia debe leerse como la gran obra literaria que es, y quien tenga fe en Dios le sacará más provecho espiritual probablemente que quienes no lo tengan. ¿Cómo impedir que los niños y adolescentes lean uno de los textos de amor más maravillosos jamás escritos: El Cantar de los Cantares? También valdría leer el Popol Vuh, y el Ramayana, y el Tipitaka, y el Corán y claro que el Talmud.
Asistimos a una especie de progrom al revés. Es la venganza del perdedor que se vuelve otra vez perdedor por ignorante. Es como el derecho a derribar las pirámides de Egipto porque fueron levantadas por esclavos, la mayoría hebreos. La esclavitud está documentada desde dos mil años antes de Cristo. Y siempre ha sido resultado de las guerras. Todas las civilizaciones antiguas están llenas de referencias de la esclavitud, tanto los mayas, los aztecas y los pueblos nativos de América, como Egipto, China, Mesopotamia, Persia, el Imperio Romano, Grecia, los antiguos pueblos de Israel, los vikingos, Nueva Zelanda, y claro que también las tribus originarias de Africa, que tomaban de esclavos a las tribus vencidas.
Entre algunos pueblos africanos las mujeres y los niños eran tomados como rehenes, y si no se pagaba por ellos, pasaban a convertirse en esclavos.
Habría que quemar los libros de Aristóteles, o borrarlos de Internet, porque fue uno de los más grandes defensores de la esclavitud en la antigüedad. ¡Adelante, preparen las hogueras! Hay ciertos pasajes de la Biblia que hacen referencia a la esclavitud como cuando los hebreos son reducidos a la servidumbre en Egipto y parte de ellos tienen que trabajar bajo el látigo en las minas del Sinaí. Habría que negar ese gran poema fundacional que es La Historia Secreta de los Mongoles, porque narra como Gengis Kan derrotaba y sometía a las tribus que se le oponían.
La antigua Roma, que sometió a toda Europa y el Mediterraneo, esclavizó a los galos rubios y de ojos azules o verdes. De hecho la crueldad de la esclavitud arrojó que el promedio de muertes de los hombres esclavos era de 17,5 años de edad y las mujeres 17,9 años de edad. ¿Por eso se va a derrumbar ahora el Coliseo romano? ¿O se va a hacer polvo la Victoria Alada de la Batalla de Samotracia que está subiendo la escalinata de la izquierda en el primer piso del Museo del Louvre? ¿O se van a quemar los libros de Ovidio, de Horacio, de Virgilio, de Petrarca?
¿Hay que borrar El nacimiento de una nación (1915)? La primera película norteamericana, más allá de mostrar al Ku Kux Klan en sus orígenes, reflejando parte de la historia real de Estados Unidos (que subsiste aún), tiene importancia en cuanto a la encomiable labor de montaje para la época y otros valores estéticos.
Por ese caminito habría que arrasar con toda la cultura universal y comenzar de cero. Así le será más fácil a los futuros habitantes de esta civilización, que está dejando de ser la ya de por sí idiota civilización del espectáculo, como la llamó Mario Vargas Llosa, para convertirse en la del reggaetón, en la del dembow, o en la del trap. Sigamos prohibiendo.
Cada vez más estamos asistiendo a un tipo de manipulación -tal vez adelantó algo de esto Stanislaw Lem en Congreso de futurología?- en la que todo tiene que ser tan políticamente correcto que habrá que repensar toda la literatura, todo el arte visual, toda la música, todo el cine, todas las artes escénicas, limpiar los museos de todo lo que existe y escribir en sus paredes malas palabras, frases violentas, exponer donde antes había un duho taíno, una raya de de cocaína de un cargamento que perteneció al microdios Pablo Escobar, glorificado en algunas series. O proyectar imágenes de Instagram donde aparece una disque «cantante urbana», que frustrada de no tener éxito muestra su sexo, se masturba, dice malas palabras y es seguida por algunos cientos.
Hay que negarse a eso. Porque a eso se llegará si seguimos callados por la escena obligatoria en casi cada serie o película, donde tienen que aparecer dos gays dándose la lengua, o dos lesbianas tocándose las tetas o lamiéndose, sin que esté dramatúrgicamente justificado, solo para ser políticamente correctos.
No tiene por qué ser obligatorio que en cada película -¿qué dirán los nórdicos?- tenga que aparecer un negro.
Todo esto es de una doble moral abrumadora. Cualquiera creería que es el mismísimo Kim Jong Un quien está diseñando el nuevo orden mundial, con mascarillas incluidas.
¿Alguien de verdad cree que este McCarthismo de nuevo tipo es lo que va a acabar con el racismo en Estados Unidos y en el mundo? Hay que ser muy inseguro de tu formación, de tu intelecto, de tu nobleza como ser humano, para creerte semejante disparate. Parece ser que la industria cultural está plagada de este tipo de gente. El racismo no lo va a eliminar barriendo bajo las alfombras las películas donde no aparezca determinada cantidad de negros, o explotando la Pirámide de Guiza, o metiendo un personaje negro dentro de Friends sencillamente porque sería caricaturizar al negro, burlarse de él. Y eso sí sería racismo.
José Martí escribió el 16 de abril de 1893 en el periódico Patria, en Nueva York: «El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: «Mi raza»; peca por redundante el negro que dice: «Mi raza». Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad».
Quisiera ver cuántos de esos que se dan golpes en el pecho y se desgarran vestiduras, han leído trémulos La Canción de Lawino, de Okot p Bitek. O cuántos han visto el cine producido en Africa: por ejemplo Sambizanga, de la recientemente fallecida Maldoror, o La negra de…, (La noaire de.. ) de Ousmane Sembène, una película que muestra las condiciones de casi esclavitud de una negra llegada de Senegal a Francia en 1966.
Aquí se las dejo, para que después no digan que no la encontraron.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).