MIAMI. Los seres humanos somos curiosos, nos adaptamos a distintos hábitats, vivimos en grupo y afirmamos ser la única especie animal dotada de inteligencia. Nos podemos comunicar por medio del habla y, dicen por ahí, que podemos controlar nuestras decisiones, impulsos y hasta sentimientos. Según nuestra evolución, deberíamos de estar a otro nivel del que estuvimos hace quinientos años. Pero no es así, posiblemente estamos peor.
“Trabajo Sucio” inicia con una secuencia inspirada en la película “Sunset Boulevard” (1950, Billy Wilder), en la cual una voz en off nos prepara para lo que veremos a continuación. La siguiente escena muestra el cuerpo sin vida de un hombre flotando en una piscina. Esta secuencia, al calco de la película antes mencionada, le da al espectador una introducción de la historia y de los personajes que veremos a continuación.
Así conocemos de inicio a Josefina (Cheddy García), hilo conductor de la historia, quien paso a paso nos presenta a los individuos que estarían envueltos en las situaciones que veremos a continuación. Josefina ha estado trabajando durante más de diez años en la casa de los Pérez, en República Dominicana. Aunque la casa es del tamaño de un castillo y el hombre de la casa está acusado de estafar al estado con más de 100 millones de pesos, los empleados se hacen los ciegos y sordos con tal de mantener su empleo. Uno de los empleados es asesinado de un golpe en la cabeza, y cuando su cuerpo es encontrado, un paquete lleno de dinero le acompaña. La muerte del mismo pasa a un segundo plano, y es allí donde la avaricia y la maldad se apoderan de todos y cada uno de estos individuos, quienes planean sacar el mayor provecho a la situación, teniendo una agenda personal que no revelan hasta su caótico tercer acto.
Podemos jugar con la idea de que la democracia se vuelve tiranía cuando las «reglas de la mayoría» son el único principio moral. El director David Pagan y el guionista José Ramón Alama no se complican a la hora de los subtextos, basan sus diálogos en exponer la verdadera naturaleza de sus personajes para mostrarnos lo que son capaces de hacer por un puñado de dinero. Pareciera que Alama inspira su guion directamente de la película panameña “Chance” del director Abner Benaim, donde muchas de las situaciones, personajes y motivos de la película panameña son representadas casi al calco en la producción dominicana. El giro de la relación entre jefe y asistente, los motivos de las empleadas, las escenas en donde algunos son amarrados a una mesa… son solo algunas de las secuencias que pude apreciar con un tanto de similitud. Alama también se basa en muchos clichés del cine del género, dando como resultado una escritura pobre y poco original.
Pagan, al parecer, conociendo la escritura que tiene entre manos, apoyado por Juan Carlos Gómez, su talentoso director de fotografía, mantiene su cámara simple, pero efectiva. La dirección de ambos es la verdadera protagonista de la película, ya que el verdadero riesgo lo imponen con muy buenos planos secuencia, movimientos circulares y en picada que exponen un muy buen conocimiento cinematográfico, lo que les permite que la casa y el elenco moldeen la película. La cámara simplemente enmarca el momento en lugar de definirlo. De hecho, “Trabajo Sucio” se beneficia de un gran set y de las insípidas situaciones en las que sus personajes se ven envueltos. La casa es perfecta; es como una estructura caricaturesca, pero aún creíble, que aunque llena de lujos, no se ve como un lugar que sea muy acogedor, particularmente por las personas que la habitan.
La musicalización de Sergio Jiménez Lacima (Todos los Hombres son Iguales, Colao), es más que correcta, creando partituras que expresan adecuadamente las situaciones, pero pecado de ser repetitivas cuando la acción sucede, apoyada por la buena edición de José Delio Ares (En Alta Mar, Colao).
Los productores han intentado hacer de “Trabajo Sucio” una sátira absurda, con muchos “gags” desechables y frases graciosas. Algunos de los momentos de comedia son divertidos, pero la mayoría no lo son. El elenco parece prometedor (rostros conocidos incluyen a Cheddy García, Nashla Bogaert y Frank Perozo), pero que con un guion y una construcción de personajes mediocres, la película poco a poco se va diluyendo en un caos sin sentido ni propósito.
Nashla Bogart es tal vez la que, saliendo de su zona cómoda, nos regala un personaje fuera de lo común para ella, pero pecando de ser fiel a un guion que repite una y otra vez diálogos y situaciones, limita el potencial de su personaje. La “Josefina” de Cheddy, inicia siendo la voz líder, sacando a la actriz dominicana de su conocido rol de comediante, regalando una convincente primera mitad como la empleada que no está feliz con lo que hace y siendo la mente maestra del plan, pero perdiendo liderazgo mientras la película avanza. Cabe mencionar, que muchos de los mejores momentos vienen de la mano de “Rober”, el personaje de Yasser Michelen, pero cayendo en el pecado de ser inconstante. El resto del grupo de actores, tan solo están allí para decir frases jocosas, hacer payadas y empujar las risas de un público que, ya para su final, estaría harto.
El resultado quizás no sea tan incisivo o perspicaz como podría ser. Eso no implica que sea una película estúpida, sino que está más interesada en llevar emociones y risas que en la sátira.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).