A principios de 2011, el colapso económico de un pueblo rural en Nevada llamado Empire hace que Fern (McDormand) se vea obligada a abandonar su hogar y a adoptar una vida nómada, viviendo en su camioneta y sobreviviendo de una serie de trabajos temporales en el Medio Oeste, tratando de mantener unido el rompecabezas roto de su vida.
Así descubre una comunidad de personas afin a su nueva vida, un patrón de personas de ideas similares que toman ocupaciones estacionales en un almacén de Amazon, migrando junto con algunos de ellos. Fern se vuelve cercana a unas pocas personas, cada una compartiendo sus propios viajes y traumas que enfrentaron en el pasado, y otros cargando la cruz del presente. Un apuesto vagabundo, David (David Strathairn) intenta un cortejo tentativo en Dakota del Sur, pero Fern sigue siendo reacia a estar disponible o vulnerable.
La historia de Fern, como tantas otras en el mundo, no es una historia feliz, no es una nómada por elección aunque sea una mujer que ya no tiene un hogar que sienta suyo, sino que decide que su techo sea el camino, ese camino que recorre con su camioneta se convierte en su universo, hecho de estrellas. Un barco, incluso en el desierto, nunca deja de serlo aunque no sea el lugar más adecuado para realizar su función.
En la película, uno tiene la impresión, bien transmitida al espectador por Fern, de quién es ella, de lo que es capaz de hacer. No hay desperdicios de su parte, no se doblega sobre sí misma, Fern continúa, siempre. A pesar de todas las dificultades.
Nomadland es una película que deja que los personajes hablen no con palabras sino con las actitudes de complicidad y sencillez que se establecen en el camino. Entonces los protagonistas se convierten en naturaleza y los colores del cielo en atardecer y amanecer, entre la nieve y el calor del desierto, pasando por paisajes urbanos y antiguas casas abandonadas, la vida sencilla de esta mujer, transcurre de una manera poéticamente perfecta.
Frances McDormand nos ofrece una interpretación magistral, una Fern totalmente presente para sí misma pero al mismo tiempo asustada, no le da miedo estar sola, celebrar un Año Nuevo con helado y una corona en su cabeza, dentro del universo de su camioneta en la oscuridad, mientras afuera el mundo entero celebra con champagne y fuegos artificiales.
El miedo de sentirse sola, incluso en medio de tanta gente, no existe cuando tienes experiencias nuevas día tras día. Un miedo al qué Fern hace frente con un viaje de crecimiento que se ve obligada a hacerlo por su pasado y que, de forma natural y sin sacudidas, la llevará a entender mejor lo que quiere o qué otro camino tomar de nuevo.
El nuevo trabajo de Chloé Zhao, es una road movie sensible y bellamente escenificada con un aire de documental exquisito, da una mirada crítica al sistema económico y social de los Estados Unidos, y permite escuchar a las capas más profundas de la sociedad.
Como en su anterior película The Rider, Chloé Zhao se toma el tiempo necesario para su narración, para que las magníficas imágenes panorámicas del extenso e intacto paisaje desértico del oeste de América puedan surtir efecto. Adaptada del libro de no ficción de Jessica Bruder, el filme es un duro ejercicio de periferia centrado en las experiencias de varios seres humanos en el extenso oeste estadounidense. Al igual que sus dos primeras películas, esta es una obra de retratos sensata como un docudrama híbrido de experiencias vividas que buscan captar la esencia de la humanidad y que se remonta a los deseos de la generación beat estadounidense de vivir la vida desde fuera hacia adentro, persiguiendo más bien experiencias que una servidumbre sin fin en un modelo de vida estadounidense que agota sus energías en lugar de rellenarlas.
Tres de los mentores que Fern conoce a lo largo de su viaje son nómadas de la vida real, y algunas de sus reflexiones sobre la vida en la carretera tienen una autenticidad que ninguna clase de actuación podría enseñar. A veces, Nomadland en realidad tiene la sensación de ser un recuerdo personal, de alguna experiencia vivida, que trata a sus protagonistas menos como personajes de ficción y más como personas reales de carne y hueso que han vivido tantas vidas.
Nomadland no glorifica el estilo de vida desarraigado de la misma manera que lo hizo Sean Penn en Into the Wild, lLa película alude a las libertades que ofrece el estilo de vida nómada, como la posibilidad de trasladar el campamento a un lugar cálido cuando hace frío, pero también describe claramente la realidad de un cubo de 5 galones como inodoro. En lugar de ser víctima de circunstancias más grandes que ella, Fern toma el control de su destino y elige vivir la vida en sus propios términos. Hecho que nos cuesta encontrar a la mayoría de nosotros.
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