¿Cómo te debes sentir cuando toda la gente que te rodea está dotada de algún tipo de superpoder, pero tú eres simplemente normal? El hecho de que Mirabel se sienta a veces como una extraña en el colorido clan Madrigal es muy comprensible. Sorprendentemente, esta constatación no estropea su estado de ánimo en ningún momento. Más bien, a pesar de sus luchas y dudas, se nos presenta como una adolescente brillante y empática que encuentra las palabras justas para animar a un niño en previsión de su habilidad especial. Mirabel sigue con valentía la ceremonia tradicional, en la que todos los miembros de su clan -excepto ella- han recibido, hasta ahora, un regalo especial.
Los Madrigal han sido bendecidos con este don desde que la abuela Alma y sus compañeros cayeron en manos de una vela mágica mientras huían hace muchos años, gracias a la cual pudieron retirarse a un refugio mágico en las montañas de Colombia, el Encanto titular. La casa encantada de la familia, que lleva una divertida vida propia, y el pueblo adyacente no son tocados por el mundo exterior y se escenifican como lugares paradisíacos en imágenes animadas seductoramente coloridas e imaginativas.
Sin embargo, Mirabel, que creció sin habilidades sobrehumanas, hace observaciones inquietantes tras el nuevo ritual mágico: se están abriendo pequeñas grietas en el hogar de los Madrigal. Y, al parecer, la fuerza muscular de su hermana Luisa, quien tiene una fuerza sobrehumana, está desapareciendo poco a poco. Que la magia de la comunidad pueda verse amenazada, como teme la adolescente, es algo que nadie de su entorno quiere admitir al principio.
Encanto nos sumerge en un escenario fresco y emocionante. Y nos lleva de la mano una protagonista entrañable que sigue los ejemplos de las recientes películas de animación de Disney, que no se ajusta al cliché de la princesa clásica. Mirabel busca su camino, persigue sus desagradables premoniciones incluso contra viento y marea y no espera al hombre de sus sueños. Una heroína moderna por la que uno quiere cruzar los dedos. También porque ella es la prueba de que no se necesitan superpoderes para lograr cosas insólitas.
La obra introduce todo tipo de fantasía e hila una compleja red de líneas argumentales y giros, pero apenas hay explicaciones. Muchas preguntas quedan sin respuesta y algunos detalles de la trama ni siquiera se explican en lo más mínimo. Esto es un poco decepcionante, porque estamos acostumbrados a las películas de animación de Disney en las que hay que aceptar el aspecto mágico de las historias, pero que en esta se rebajan en este aspecto y se limitan por completo a contar una historia concreta, cuyo trasfondo no se explica con detalle en ningún momento.
Afortunadamente, este discutible punto negativo es también una de las dos excepciones, que sólo provocan algunas deducciones en la línea inferior de la nota B. La otra es el aspecto musical, que es de gran calidad y visualmente grandioso, pero carece de canciones realmente memorables con una melodía pegadiza de garantía.
Sólo dos de las canciones canciones de la película tienen suficientes puntos de venta únicos para seguir rondando la mente después de salir del cine, las demás son absolutamente olvidables e incluso un poco genéricas. Estamos acostumbrados a algo mucho mejor por parte de Disney en este sentido, como la favorita de mi hija, Moana.
Aunque la entretenida aventura rebosa energía creativa, especialmente en sus numerosos pasajes vocales, a veces casi con ganas de más, la mayoría de los personajes están dibujados con pinceladas más bien fugaces. Sólo Mirabel y su abuela, marcada por el destino de ser refugiada, destacan realmente. No es de extrañar que uno de los momentos más conmovedores de toda la película pertenezca a ellas dos en el último tercio. Es una pena que la cursilería se imponga ocasionalmente en el final, pero no cambia el estado de ánimo fundamentalmente positivo que uno se lleva de Encanto.
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