Las posibilidades narrativas del multiverso, la totalidad de muchos mundos paralelos, ya relampaguearon en la oscarizada obra de animación Spider-Man: intothe spider-verse, que en 2018 hizo que un Spider-Man adolescente con raíces africanas y latinoamericanas conociera a numerosos y diferentes hombres araña de otras dimensiones. El concepto también fue reelaborado de forma entretenida en el espectáculo de acción real Spider-Man: No Way Home, el vigésimo séptimo capítulo del Universo Cinematográfico Marvel (MCU), la serie para la gran pantalla basada en los famosos cómics de Marvel que comenzó en 2008. El largometraje número 28 del proyecto de la gran pantalla, dirigido por el especialista en terror Sam Raimi, vuelve ahora al multiverso y demuestra ser uno de los trabajos más creativos visualmente de la saga Marvel.
Lo que siempre he apreciado del MCU es el núcleo emocional que tienen la mayoría de estas películas. Nos hemos encariñado tanto con estos personajes que a menudo volvemos a ver nuestras películas favoritas de la saga, no porque hayamos olvidado lo que ocurre en ellas, sino porque nos da placer simplemente pasar tiempo con sus protagonistas, y verlos ser su maravilloso yo. Desde el estreno de Iron Man en 2008, la franquicia ha crecido tanto que ya hemos entrado en la cuarta fase, que comenzó en 2021 con WandaVision, Loki, Eternals, Shang Chi y la Leyenda de los Diez Anillos y más series y películas cuyo enfoque principal ha sido el del Multiverso, un grupo de universos que existen todos al mismo tiempo y donde residen versiones alternativas de nosotros mismos. Hoy en día, estas películas y series se han vuelto considerablemente más complejas de seguir, ya que ahora no sólo se requiere haber visto todas las entradas anteriores del MCU, incluidas las episódicas, para entender exactamente lo que ocurre en la mayoría de las nuevas entregas, sino que se han introducido un montón de conceptos abstractos que han hecho que estas nuevas películas y series sean más exigentes a nivel intelectual.
La existencia de una «línea temporal sagrada» y de una autoridad de la variación del tiempo que la controla (Loki), la amenaza de los dinosaurios devoradores de planetas evolucionados y los alienígenas inmortales que los mantienen a raya (Eternals), la posibilidad de que los seres humanos sean replicados, controlados e incluso creados de la nada (WandaVision), y aún más temas e ideas forman parte de una cuarta fase que definitivamente nos pide que nos concentremos y recordemos mucho más, pero que, hasta ahora, siempre ha permanecido accesible para los no aficionados a los cómics precisamente por lo apasionantes y emotivas que han sido estas películas: aunque no todos los espectadores entiendan siempre cada una de las referencias o cameos, seguirán encariñándose con los personajes y se quedarán con una agradable aventura y una buena dosis de nostalgia al final.
El ex neurocirujano Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), que ya se dedicó a reparar las grietas entre los distintos mundos en Spider-Man: No Way Home, se enfrenta a nuevos problemas en el contexto del multiverso en su segunda aventura en solitario. Cuando él y su confidente Wong (Benedict Wong), el maestro supremo de las artes místicas, rescatan a la adolescente América Chávez (Xóchitl Gómez) de un monstruo con ojos de insecto, se quedan sorprendidos por el extraordinario don de la joven: cuando siente miedo, puede saltar a través de un portal de una dimensión a otra y, por tanto, ya ha conocido otras numerosas versiones del Doctor Extraño. La trampa: América no sabe cómo controlar su habilidad.
Para esclarecer por qué se persigue al adolescente, Strange recurre a Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), una antigua integrante del escuadrón de los Vengadores que, en la ambiciosa serie de Marvel WandaVision, intentó revisar la pérdida de su amante Visión escapando a un mundo imaginario en el que también imaginó dos hijos. Su dolor ha llevado a la bruja Maximoff bajo el hechizo de fuerzas oscuras y ahora se convierte en un peligro para el multiverso. Pues nada más y nada menos que Wanda, que entretanto se ha convertido en Bruja Escarlata, está interesada en el don especial de América para, por fin, en cualquiera de los muchos universos, poder desempeñar su anhelado papel de madre.
Si Doctor Strange, la primera aparición independiente de Strange de 2016, seguía teniendo un antagonista intercambiable y unidimensional, el antagonista de la secuela es uno de los grandes pluses. Sobre Wanda Maximoff, que una vez luchó por el bien junto a los Vengadores, la película no sólo reflexiona sobre la seducción del mal. Su triste historia de fondo también le da una profundidad emocional que hace que sus despiadadas acciones sean al menos medianamente comprensibles. Sin duda, no es la típica villana que lo subyuga todo espoleada por delirios de grandeza, sino un personaje dañado cuyo dolor se descontrola. Esta ambivalencia, poco frecuente entre los adversarios del MCU, también se manifiesta de forma convincente en la interpretación de Elizabeth Olsen, que fluctúa entre la feroz determinación y la honesta vulnerabilidad. Lo que no es del todo satisfactorio, sin embargo, es la forma en que se concluye el arco del personaje de Wanda. En el final, el director Raimi y el guionista Michael Waldron (Loki) tienen demasiada prisa y por ello regalan aún más expresividad.
Wanda es un personaje complejo en Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, y su viaje para procesar el dolor de la pérdida de VIsion (Paul Bettany), que comenzó en WandaVision, se lleva a un nivel completamente nuevo en la película, hasta el punto de que la vemos cuestionar constantemente su propio propósito. La Wanda de Doctor Strange 2 está obsesionada con encontrar a sus hijos y ser madre una vez más, y se establece un bonito paralelismo con Steven, ya que ambos son esencialmente fanáticos del control incapaces de estar a cargo de sus propios destinos: la primera habiendo perdido todo lo que le importaba y el segundo habiendo tenido que tomar una decisión en Infinity War que afectó a millones de personas, y aún lidiando con las secuelas del «Blip». No solo eso, sino que tanto Wanda como Steven nos hacen cuestionar la idea misma de lo que hace que uno sea un héroe o un villano, ya que ambos tienen una tendencia a despreciar las reglas, más aún teniendo en cuenta que, cuando se encuentran en la película, ninguno de los dos es ya realmente necesario. Steven, al que muchos siguen culpando de haber permitido que tanta gente fuera borrada del planeta durante cinco años, ha perdido no sólo su papel de Hechicero Supremo, sino también la posibilidad de reunirse con Christine, y Wanda ha depositado todas sus esperanzas en sus hijos, una familia que no existiría si ella no la hubiera creado con la magia.
Si eres un fan de la obra de Sam Raimi (de la trilogía original de Spiderman), probablemente te gustará Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, porque se siente mucho como una película del director, Doctor Strange 2 es la entrada más oscura de Marvel hasta la fecha, con un montón de construcción de mundos ominosos, criaturas aterradoras y transformaciones físicas atrevidas e inquietantes para nuestros personajes, lo suficiente como para recordar el trabajo anterior del director.
Benedict Cumberbatch interpreta varias versiones de Strange, una en particular con una actuación física impresionante, y es su actuación la que hace que el crecimiento de Steve en la película se sienta auténtico. Elizabeth Olsen también destaca, aunque su magnífica interpretación de Wanda, que roba escenas, resulta menos eficaz por un guión (Michael Waldron, de Loki) que, por desgracia, la convierte a menudo en una caricatura, privándola de muchos de los matices que vimos en WandaVision. En el papel de América Chavez, Xochitl Gomez destaca tanto como Wanda y Steven, y el mérito es de la actriz de The Baby-Sitters Club por exigir nuestra atención en cada escena, sin hacer que el personaje se sienta unidimensional incluso cuando el guión de la película insinúa su historia de fondo tan rápidamente que podrías perdértela si no prestas atenciones. Aunque, como es habitual, Wong tiene poco que hacer y Benedict Wong también destaca por hacer que sus escenas sean memorables a pesar de todo, encarnando toda la sabiduría y el encanto del Hechicero Supremo de Tilda Swinton, pero también ofreciendo un personaje que se siente completamente propio.
Sin embargo, lo que molesta es lo poco que le interesa a la película la recién llegada América. La búsqueda de ella es el punto de partida de la trama. En el fondo, sin embargo, el adolescente parece simplemente un vehículo narrativo sin un perfil real. Un breve flashback en el que se muestran sus dos madres insinúa su trágica historia de fondo. Sin embargo, la película casi parece querer ocultar el hecho de que Chávez es lesbiana en los cómics. Disney, al menos eso parece, aún no está preparada para una superheroína abiertamente homosexual. No es de extrañar que el dibujo bastante pobre de América en el final suponga un paso de desarrollo que se siente bastante afirmado.
Doctor Strange en el Multiverso de la Locura despliega una tremenda energía creativa en su puesta en escena y diseño visual. Raimi y su equipo aprovechan el viaje por el multiverso para todo tipo de interludios acrobáticos, juegos de perspectiva, coreografías de acción ágiles y, lo que es especialmente llamativo, préstamos del cine de terror. Ya sea el control mental, la posesión, las referencias a los zombis o los tiernos momentos de salpicaduras, los motivos familiares del género abundan.
El director, que comenzó su carrera con la venerada matanza de Dance of the Devils, se entrega a su pasión por lo oscuro y macabro y establece un ambiente poco habitual en la serie de Marvel que se aligera con líneas divertidas con menos frecuencia de lo habitual. Sin embargo, la verdad es que el conjunto no es tan perturbador como para pulverizar los estándares de Marvel, aunque sólo sea por razones de clasificación por edades. Horror sí, pero por favor, manténgalo dentro del marco establecido, fue probablemente el mensaje. Es una pena, en realidad, que el increíble éxito de las películas de superhéroes impida verdaderos experimentos o sólo los permita en casos excepcionales -véase la miniserie WandaVision, que también es formalmente inusual-.
Como era de esperar, dada la potencia visual de la primera aparición en solitario del Doctor Strange de 2016, la segunda película sobre el antiguo y siempre algo megalómano médico superior también triunfa con muchas ideas visuales locas y psicodélicas. Más aún porque esta vez nos vamos de paseo por el multiverso. En cuestión de segundos, el escenario cambia. Las puertas mágicas se abren. Y se entra en espacios abstractos de pensamiento. Sam Raimi y su equipo se desmelenan una y otra vez y dejan que los mundos se precipiten. Sin embargo, hay una dimensión en la que Nueva York aparece como un escenario repleto de plantas. Allí, Strange y América buscan una solución a su problema.
Por último, pero no por ello menos importante, la decisión de retomar diversos motivos de terror aporta variedad. Posesión, referencias a monstruos, acecho de demonios, insinuaciones de salpicaduras y referencias a los zombis: Doctor Strange en el Multiverso de la Locura nos lleva a un viaje por el género y, por tanto, se desmarca de otras obras de Marvel, aunque los interludios de miedo del final no sean capaces de romper el marco de lo pop. Raimi tiene que trabajar con el freno de mano puesto, pero está claro que se divierte dando al, a menudo colorido ajetreo de los superhéroes, un toque truculento e incómodo.
El regreso de Sam Raimi al cine de espectáculo -su trabajo sobre el Spider-Man protagonizado por Tobey Maguire apareció entre 2002 y 2007- es, sin embargo, lo suficientemente emocionante como para mantener al público entretenido durante dos horas. Por cierto, si te gusta el material de superhéroes, te gustará ver muchas apariciones de invitados.
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