Cabarete sabe algo que la mayoría (y muy pocas) películas de kitesurf no reconocen: que muchos surfistas no profesionales soportan trabajos de oficina como una forma de apoyar su afición, que es el único momento en que se sienten realmente vivos. Los surfistas de las películas han sido tradicionalmente chicos y chicas ricos que se suben a las olas para escuchar las canciones de los Beach Boys y viven, aparentemente, en el aire. En Cabarete conocemos a Somalia, un joven apasionado por este deporte, que practica en su tiempo libre después de trabajar en la pescadería con su padre Bartolo (Juan María Almonte). Somalia es un talento natural que consigue ser entrenado por su ídolo Seisei, con miras a una importante competición. En pleno entrenamiento conoce a Gerard, un empresario que cambiaría su vida y su posible carrera como atleta.
La película, está basada en hechos reales, de acuerdo a su guionista y director Iván Bordas, que utiliza como actor principal al dominicano Adeuri Cordiel, campeón mundial de KiteSurfing, entre otros atletas de esta disciplina. Cabarete en su trasfondo es la historia de sueños en situaciones poco conocidas, dentro de la clase trabajadora, que escapan a la libertad y el glamour de sus obsesiones. Pero también es la historia de un padre y su hijo, el cual quiere luchar por un propósito, acompañado de sus amigos. Escuchamos la fascinación en sus voces cuando van de camino a practicar, o las maniobras que deben hacer para poder convencer a su jefe, en un segundo trabajo que tiene, para que les deje usar los costosos equipos de esta disciplina. Si bien es cierto que Somalia podría ganar dinero como miembro de un equipo de surfistas profesionales, también es cierto, como lo fue de Tony Manero en «Fiebre del sábado por la noche», que otras cosas le distraen, especialmente el romance. Pero eso es parte de la formula fácil de su guion.
Las escenas de surf de la película están bien fotografiadas, y sin embargo, hemos visto versiones de ellas en muchas otras películas, que se remontan a la piedra angular, «The Endless Summer» (1966) de Bruce Brown. La película es redimida en un grado u otro por un innovador trabajo de cámara durante las secuencias de surf. Sin embargo, los intentos de Cabarete de construir personajes recurren a clichés y fórmulas que ocasionalmente llevan a la película por caminos molestos. La película habría sido más agradable si el equilibrio se hubiera inclinado a favor de la acción en el agua en lugar del «drama» en tierra, pero el énfasis en este último deja al filme anegado, aunque sin restarle méritos a la constancia en la narración del novel Bordas. La película a pesar de sus salidas fáciles, no cae en ningún momento.
Hazme una pregunta de béisbol y probablemente pueda responderla. También tengo un conocimiento bastante extenso del baloncesto. Pero, cuando se trata de surf, admito que no sé nada, sobre todo en lo que se refiere a las reglas y regulaciones de la competición. Después de ver Cabarete, mi base de conocimientos no se ha ampliado notablemente. A la película le hubiera venido bien pasar un poco más de tiempo en el agua, y menos desperdiciado en las playas y extendiendo el drama familiar. Ver esta película es un poco como el flujo y reflujo de las mareas, llega a su punto máximo cuando los personajes están surfeando, y luego llega a su punto mínimo cuando están en tierra firme.
Bordas y su director de fotografía, Antonio Riestra, han ideado algunas formas innovadoras de presentar las escenas del océano. En lugar de rodarlas directamente, que es lo habitual en las películas de surf (y en ESPN), Bordas mezcla las cosas, a veces con imágenes aéreas y a menudo llevando la cámara bajo el agua. Algunas de las tomas parecen demasiado buenas para ser verdad (más cercanas a la acción de lo que una cámara fija podría conseguir), pero, cualquiera que sea el método utilizado para capturarlas funciona de maravilla. Y cualquier truco de duplicación, de los cuales hay probablemente una buena cantidad, es efectivamente ofuscado.
La historia es monótona, una especie de versión dominicana surfista de Rocky, aunque Cabarete podría haber usado más secuencias de entrenamiento y desarrollo del carácter del personaje principal y sus amigos. Lo cual se diluye en varias sub-tramas.
Actuar no es el fuerte del filme. Las actuaciones son útiles, pero nada más. Adeuri Cordiel como hilo conductor de la historia, no es un actor entrenado, y es por eso que tiene limitantes a la hora de crear sentimientos, y es en las tres sub-tramas que se ve reflejado su limitante; sin embargo, su simpatía sale de la pantalla al momento que se sube en la tabla de surf. José María Almonte, raya en lo teatral, pero funciona como el padre amoroso y disciplinario. Ramón Candelario está limitado pero correcto como Víctor, su mejor amigo. Stephane Freiss y Lucie Debay son actores experimentados que funcionan en sus roles semi-antagonistas.
En la medida en que Cabarete trata sobre el surf, hace un buen trabajo. Pero, cuando sólo se pasan unos 40 minutos de cada 100 en el agua, deja mucho espacio para llenar, y ahí es donde la película tiene problemas. Sin la impresionante fotografía y las enérgicas secuencias de competición, Cabarete habría sido mucho peor. Por eso, si los cineastas hubieran invertido en personajes reales en lugar de recortes de cartón, y llevado la historia en una narrativa simple y enfocada, habría sido mucho mejor.
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