Consuelo Naranjo, Mu Kien Sang, Amadeo Julián, Manuel García Arévalo y José del Castillo. (Foto: Karina Valentín/ADH)

SD. La investigadora española Consuelo Naranjo Orovio destacó el hispanoamericanismo del humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña, al ingresar a la Academia Dominicana de la Historia como miembro correspondiente extranjero.

Enfatizó que Henríquez Ureña formó parte de una generación de intelectuales que fueron agentes y mediadores del hispanoamericanismo y estuvieron unidos por la cultura como preocupación y se nutrieron de experiencias diversas de viajes y estancias en distintos países de América y de Europa.

En su disertación sobre “Hispanoamericanismo en ambas orillas: recurrido con Pedro Henríquez Ureña”, sostuvo que la vida del dominicano es un ejemplo del peregrinar de muchos intelectuales coetáneos por diferentes países de habla hispana, entre los que está incluida España.

“A todos les conectaba su interés en investigar, educar y divulgar. De esta manera, con sus obras, clases y conferencias trazaron puentes transatlánticos y desarrollaron nuevas formas de pensar y de entender la cultura y las culturas con rasgos tanto propios como compartidos”, dijo.

Agregó que por ello es preciso poner la mirada en ambos lados para comprender que la presencia de americanos en España y de españoles en América no fue una casualidad ni ocurrió al azar, y que esto se debió una coincidencia de intereses y a una conciencia por parte de los más jóvenes de la necesidad de revitalizar la educación de sus países y contemplar el futuro de manera diferente.

Indicó que al respecto son ilustrativas las palabras de Pedro Henríquez Ureña en 1914 recogidas en muchas de sus obras: “Sigo impenitente en la arcaica creencia de que la cultura salva a los pueblos”.

En cuanto a esos intelectuales, Naranjo dijo que ellos “albergaron la idea de una comunidad de intereses ensamblada por la cultura hispanoamericana”.

“Esta comunidad, más real que soñada, se fue moviendo por distintos países de América, incluyendo Estados Unidos, y España; a su paso fundó instituciones e hizo posible el surgimiento de una nueva conciencia de la identidad hispanoamericana”, puntualizó.

Expresó, además: “Los miembros de esta red participaron activamente en la creación del circuito hispanoamericano en las primeras décadas del siglo XX en el que los vértices y puntos medulares fueron instituciones existentes o surgidas como consecuencia de esta misma red de relaciones”.

Dijo que en cada uno de los países que residió, Henríquez Ureña trabó amistad con los más destacados escritores representantes de la modernidad, manteniendo una larga relación epistolar con algunos de ellos como Alfonso Reyes, Vasconcelos, Alfonso Cravioto, o los cubanos Enrique José Varona, Félix Lizaso, Jesús Castellanos, Carlos Loveira, José María Chacón y Calvo, Alfonso Hernández Catá y Miguel Carrión.

“Los mismos círculos que frecuentara su hermano Max Henríquez Ureña y Alfonso Reyes a su paso por La Habana en distintas ocasiones”, señaló.

“El vínculo se mantuvo también como corresponsal de periódicos cubanos en Estados Unidos, por ejemplo, el Heraldo de Cuba entre 1914 y 1915 bajo el seudónimo de E. P. Garduño y de prensa de México y de la República Dominicana, o a través de su participación en proyectos dirigidos desde Madrid por Ramón Menéndez Pidal”, indicó.

Naranjo recordó que, desde su cargo de superintendente general de Educación en Santo Domingo, Henríquez Ureña siguió animando y nutriendo de contenido las relaciones y el conocimiento de la historia, el arte y la literatura de España e Hispanoamérica.

Dijo que los últimos años de la vida de Henríquez Ureña fueron intensos en publicaciones, proyectos y cartas, en algunas de las que mencionaba la sobrecarga de trabajo que tenía a fin de completar el sueldo de catedrático de la Universidad.

Citando a Pedro Henríquez Ureña, leyó un fragmento de una carta que éste le dirigió a Flérida de Nolasco: … “es increíble que se gaste tanto para vivir en Buenos Aires. Pero vale la pena. Ahora que estoy en Chile lo confirmo. Buenos Aires representa un plano de civilización que no tiene comparación en América. No es diferencia de grado, es de plano. Y eso que Chile tiene cosas muy buenas: por ejemplo, sus dos museos y su biblioteca”, le decía a Flérida García de Nolasco el 7 de enero de 1937.

Dijo que Pedro Henríquez Ureña, como muchos intelectuales latinoamericanos, Alfonso Reyes, Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Fernando Ortiz, José María Chacón y Calvo, entre otros, abogaron por el diálogo con las distintas tradiciones que formaban parte del acervo cultural, una idea que se fue afianzado a lo largo de su vida, y desde la cual construyeron sólidas plataformas de acercamiento.

Recordó que en el 1914 Henríquez Ureña apuntaba la necesidad y la riqueza que suponía mantener y combinar las diferencias culturales de cada pueblo.

Citando al intelectual, dijo: “El ideal de la civilización no es la unificación completa de todos los hombres y todos los países, sino la conservación completa de todas las diferencias dentro de una armonía”.
Afirmó que, en la defensa de la comunidad hispánica, Henríquez Ureña resaltó la importancia de la cultura como uno de los elementos principales que harían de la América hispánica una comunidad con identidad propia y con fuerza, capaz de conversar tanto con España como con Estados Unidos.

Tras empezar su exposición, la profesora de investigación del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con sede en España, reconoció la acogida que le han dado los miembros de la Academia Dominicana de la Historia, de manera especial su presidenta Mu-Kien Adriana Sang Ben, Manuel García Arévalo, Frank Moya Pons, José Chez Checo y José del Castillo, que avalaron su candidatura.

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