SD. La música existe desde que el ser humano tuvo necesidad de comunicar sentimientos y vivencias, pero sobre todo desde que comenzó a tener conciencia de sí mismo y a darle un sentido místico a su propia existencia. Primero habría sido a través de la imitación de los sonidos de la naturaleza o la repetición de ciertos sonidos para asegurar la caza de la sobrevivencia, y en ello habría ya un ritual con connotaciones mágicas, y sobre todo, una actitud colectiva ante las actividades que les permitían persistir a los avatares del tiempo.
Se dice que la música habría nacido al prolongar y elevar los sonidos del lenguaje. Para los creyentes es un don divino el arte de combinar sonidos en una sucesión de tiempo.
No hay que ser muy docto para imaginar que de los primigenios pueblos del continente que hoy denominamos África, hace más de 50 mil años, salió el sentido del ritmo y de ciertas melodías, que se fue extendiendo junto con la civilización por el resto del mundo. Y por tanto es una manifestación cultural universal. Hay datos que demuestran de que en Sumeria (Medio Oriente), al sur de la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y el Eufrates, en el 3000 antes de Cristo ya contaban con instrumentos de percusión y cuerda, específicamente lira y arpa.
Aunque el mundo occidental le ha dado a Grecia el certificado de raíces más antiguas, esto es porque es en la Grecia antigua la música coral era el elemento básico en la educación de los jóvenes espartanos y era un elemento fundamental dentro de las tragedias griegas. Y es verdad, fueron los griegos los primeros en imaginar, en el siglo VI antes de Cristo, un sistema de notación que utilizaban como signos los caracteres de un alfabeto arcaico, rectos, invertidos o inclinados, para escribir la música.
Una vez que la música existía, había que ponerle nombre, porque nombrar las cosas era, es y será, la constancia de su existencia. Así, se ha establecido que la palabra música proviene del griego μουσική [τέχνη] – mousikē [téchnē], que signiifica «el arte de las musas».
Platón, en la Antigua Grecia, decía que «de la misma forma en que la gimnástica sirve para fortalecer el cuerpo, la música es el vehículo para enriquecer el ánimo».
¿Quién le puso nombre a las notas musicales?
Sin el monje benedictino Guido D´Arezzo que habría nacido entre el 991 y 995 en Arezzo, y que falleció en Avellano después del año 1033, y cuya labor musical tuvo lugar en las primeras décadas del 1000, todo hubiese sido de otra manera. Por ejemplo los nombres de las notas musicales: Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, serían de un modo diferente.
A Guido D´Arezzo muchos historiadores y musicólogos le llaman el Padre de la Música.
Se trata de una figura central de la música en la Edad Media, que sobresalió en la enseñanza del arte vocal y escribió su tratado principal: Micrologus de disciplina artis musicae, desarrolló un método al percatarse de la dificultad para recordar los cantos gregorianos e inventó un método para enseñar a aprenderlos en poco tiempo. Este método pronto se hizo famoso en todo el norte de Italia.
Guido de Arezzo no solo desarrolló el uso del tetragrama (pauta musical de cuatro líneas precursora del pentagrama) y el de la escala diatónica, y perfeccionó la escritura musical con la incorporación definitiva de líneas horizontales para fijar alturas de sonido, sino que también fue el creador de los nombres de las notas musicales.
Ut queant laxis
Ut queant laxis
Resonare fibris
Mira gestorum
Famuli tuorum
Solve polluti
Labii reatum
Sancte Ioannes.
Traducida del latin, la letra quiere decir:
Para que puedan
exaltar a pleno pulmón
las maravillas
estos siervos tuyos
perdona la falta
de nuestros labios impuros
San Juan.
Este Himno a San Juan Bautista, titulado Ut quean laxis había sido escrito en el siglo VIII por Pablo el Diácono (720-799 u 800), también monje benedictino y renombrado autor de la corte de los lombardos, de quien se dice habría sido secretario del rey Desiderio, pero esto último son especulaciones de los historiadores.
En el siglo XI, casi 200 años después, Guido D’Arezzo tomó el nombre las notas musicales de la notación latina moderna de las primeras sílabas de los versos de este himno. D’Arezzo utilizó la primera sílaba de cada estrofa, excepto la última: ut, re, mi, fa, sol, la. Siglos más tarde, en el XVI, un tal Anselmo de Flandes, del cual se sabe tan poco como que no aparece nada exacto sobre su vida, sería quien habría introducido el nombre Si para la nota faltante, combinando las iniciales de Sancte Ioannes (San Juan).
Ya en el siglo XVII el musicólogo italiano Giovanni Battista Doni sustituyó la nota Ut por Do, pues esta palabra facilitaba el solfeo por terminar en vocal. Vio que era difícil solfear con la nota Ut ya que terminaba en una consonante sorda, e ideo reemplazarla con la primera sílaba de su propio apellido (do) para facilitar su pronunciación.
Sin embargo aunque hoy hay sitios donde se suite llamando Ut, a la nota Do, como en Francia y Bélgica. En Rusia en los años 80 del pasado siglo aún se le denominada así por parte de algunos músicos.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).