Antes del Siglo V antes de Cristo no existía política o relación entre el poder y los súbditos. Y fueron los antiguos griegos quienes por primera vez en la historia sintieron la necesidad de rescatar el poder de manos de los charlatanes y ponerlo en manos de las personas que se consideraban más honradas de la sociedad de entonces: los médicos. Así nacieron las elecciones. Fueron sí, los antiguos griegos quienes nos legaron a la Humanidad, entre otras cosas, las elecciones.

Hoy los dominicanos y dominicanas acuden a las urnas a elegir su nuevo presidente. La contienda ha sido agria, basada en la defenestración pública de tirios y troyanos.

Lo de tirios y troyanos lo agregó Miguel de Cervantes Saavedra en la segunda parte del Quijote, cuando arranca el capitulo XXVI con esta frase: «Callaron todos, tirios y troyanos», tomado en parte de la Eneida de Virgilio, que solo decía en el original, en latín «Callaron todos», pero que el traductor al castellano, Gregorio Hernández de Nolasco (1525-1586 aproximadamente), le pareció que en nuestro idioma se escuchaba mejor, y tal vez para completar el primero de los endecasílabos blancos de los que está compuesta la obra que tradujo y publicó en 1555, en Toledo.

De cualquier manera, en el evento electoral (pospuesto en febrero pasado por causas técnicas), se dirime el futuro de República Dominicana. Son varios los contendientes: Gonzalo Castillo, Leonel Fernández, Luis Abinader, Juan Cohén y Guillermo Moreno. Sin embargo, los tres primeros son los que más votos deben acaparar. De no elegirse uno de manera visiblemente superior (de 50% más uno) habrá segunda vuelta.

Es la primera vez en mi vida, a los 60 años, que tengo la posibilidad de votar por un presidente, y voy a hacerlo con entusiasmo, pero con responsabilidad. Mi voto será para el que considero el mejor. No he recibido ni un peso, ni un anuncio de ninguno. Mi conciencia está en paz. Gracias, República Dominicana, por darme también esa posibilidad. ¡A votar!

 

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