Especial de Raúl Rivero para Notaclave.com
MIAMI. Era una muchacha ingenua y despistada que se rellenaba ciertas partes del cuerpo con almohadas para seducir a las decenas de cubanos de la militancia del piropo que se reunían como una milicia todas las tardes en la esquina habanera de Prado y Neptuno. Enrique Jorrín, el gran violinista y compositor de Pinar del Río, le escribió una canción –entre irónica y compasiva- le puso como título La engañadora y la pieza se convirtió en el primer chachachá de la historia y en un himno sentimental que todavía toda Cuba se sabe de memoria.
Era el año de 1953 y La engañadora comenzó a darle la vuelta al mundo editada por Panart y cantada por los artistas importantes más importantes de la época. Ahora mismo, es la pieza cubana más reconocida y respetada de la historia musical criolla y, de vez en cuando, los nuevos cantantes la reestrenan y la interpretan porque sólo la mención de la esquina de Prado y Neptuno tiene el resorte mágico del recuerdo dela Isla entera.
Jorrín (1926-1987) hizo, desde luego, otras piezas famosas como El túnel, El alardoso, Nada para ti y Me muero, pero La engañadora pasó enseguida al repertorio de Miguelito Valdés, René Tuzet, Tito Rodríguez y Dámaso Pérez Prado, entre otros opilares de cantantes de Estados Unidos, Puerto Rico, México y de otros países de American Latina que la han hecho parte de sus actuaciones y espectáculos.
Un poco más abajo, rumbo al mar, algunos ciudadanos avezados y sensibles se atreven a ver, en los bancos de mármol cercanos a la esquina de Trocadero y Prado al fantasma de José Lezama Lima que, cerca de su casa, devora en silencio unas empanadas y toma unas notas para su novela Paradiso.
Hay otra canción sobre los pájaros de El Prado que canta por ahí Pacho Alonso y los habaneros, los cubanos, van a ese sitio a alguna gestión o a un simple paseo, pero convencidos siempre de que entran a un lugar trascendental de la ciudad porque hay un acogimiento entre silvestre y cálido bajo aquellos árboles, aquellas sombras acogedoras, la protección de los ocho leones de bronce y la certeza de que ese camino, es libre, venturoso y seguro desde que se inauguró en 1772.
Esta semana, el grupo militar Gaviota, una empresa que pertenece a las Fuerzas Armadas de Cuba, abrió las puertas de un hotel llamado Packard, en la esquina de la calle Cárcel. La instalación se levanta en un edificio construido en 1911.Los precios de las habitaciones van desde los 260 euros la noche hasta más de mil 300 que es el valor de una suite.
El anuncio oficial que promueve el hotel destaca que está ubicado en el emblemático Paseo del Prado.
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