Especial de Raúl Rivero, para Notaclave.com
MIAMI. Los críticos y los amantes del orden y los encasillamientos no han hallado ningún sitio conveniente o adecuado para encerrar de una vez a Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 -Ginebra, 1986). Por eso, él anda libre por el universo con su obra única, singular y sus memorias, su imaginación y sus invenciones escritas en un idioma español que tampoco admite celdas o talanqueras y que suena como si el escritor fuera tocando, uno por uno, todos los instrumentos de una orquesta, desde el piano o el saxofón hasta las claves y las castañuelas.
Así es que sus ensayos, sus cuentos y sus poemas estremecen, conmueven o fascinan a generaciones de los más diversos dominios y sus lectores llegan desde cualquier ámbito de la sociedad, al tiempo que su obra se despoja también de fechas y almanaques y deja de ser una materia del siglo en la que se escribió para convertirse en una hacienda de todos los tiempos.
Borges escribió 13 libros de poemas, entre ellos ‘Fervor de Buenos Aires’, ‘Luna de enfrente’, ‘El oro de los tigres’, ‘La rosa profunda’, ‘La moneda de hierro’ y ‘La Historia de la noche’. También sus seis cuadernos de cuentos: ‘Historia universal de la infamia’, ‘El libro de arena’, ‘Ficciones’, ‘El Aleph’, y ‘Memoria de Shakespeare’; y sus piezas de ensayos que incluyen ‘Inquisiciones’, ‘El tamaño de mi esperanza’, ‘El idioma de los argentinos’, ‘Evaristo Carriego’, ‘Discusión’, ‘Historia de la eternidad’ y ‘Otras inquisiciones’.
El hombre disfrutó hasta el final de su vida las glorias y las gloriecitas que le pertenecen a los escritores, pero no hay que dudar de su satisfacción por la riqueza de sus temas, ni tampoco de su manera de ver la prosa y la poesía. «Me place comprobar la variedad de temas que abarcan: la patria, los azares de los mayores, las literaturas que honran las lenguas de los hombres, las filosofías que he tratado de penetrar, los atardeceres, los ocios, las desgarradas orillas de mi ciudad, mi extraña vida cuya posible justificación está en estas páginas, los sueños olvidados y recuperados, el tiempo… La prosa convive con el verso, acaso para la imaginación ambas son iguales».
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