SD. La película dominicana Cocote es el filme dominicano que probablemente más interés ha despertado por la crítica internacional. A Fernando Santos, su productor y a Nelson de Los Santos su guionista y director, le han ocurrido cuatro cosas de las más importantes. Una, la película fue estrenada comercialmente en Austria, y Viena la mostró al aire libre, que para eso es el verano, en el KIZ Royal Kino Graz y se proyecta en otras cinco ciudades. eso, después de ganar en el Innsbruck Film festival de este año el premio a la Mejor Película.
Otra gran noticia, acaba de ser estrenada comercialmente en Estados Unidos. Se estrenó el pasado 3 de agosto en el IFC de New York, el día 10 se podrá ver en el Parkway Theatre de Baltimore; el 17 en el Music hall de Beverly Hills, en California; ese mismo día en el Zeitgeits Theater de Nueva Orleans; el 7 de septiembre en el Gateway Film Center de Columbus, Ohio; el 27 en el Cleveland Cinematheque y el 30 de noviembre en el International Film Series, de Boulder, en Colorado.
Reseñas críticas
Lo otro: dos reseñas críticas en dos medios muy importantes, que no hacen más que llamar la atención acerca de lo que está sucediendo en República Dominicana con el cine.
Según The New York Times «Las películas hechas en la República Dominicana por artistas dominicanos que viven allí, no son comunes. Según un artículo del año pasado en Variety, la producción es ahora de alrededor de 20 películas al año. Así que el lanzamiento aquí de «Cocote», una película dominicana dirigida por Nelson Carlo de Los Santos Arias, es un evento digno de mención. Ojalá pudiera darle un respaldo entusiasta», dice el crítico de cine Glenn Kenny.
Más entusiasta es el apoyo de la muy respetada página fundada por el fallecido crítico Rogert Ebert.
«»Cocote» comienza con una imagen aterradora de humo blanco y negro ondeando hacia la cámara, borrando el aire y el cielo a su alrededor. En primer plano, el jefe de un trabajador de limpieza o tal vez un primer respondedor improvisado -no está claro- se mueve dentro y fuera del marco, ocupado en su trabajo invisible. Él está filmado en blanco y negro borroso. Todo lo que oyen es el rugido silbante del viento de una gigantesca conflagración. El escritor / director Nelson Carlo de Los Santos Arias no corta; él permite que la imagen caiga en sus talones, lo obligue a mirarlo, a someterse a él. «Cocote», filmado en su totalidad en la República Dominicana, está lleno de imágenes, aparentemente desconectadas unas de otras a veces y, sin embargo, cuando se colocan en collage crean una experiencia poderosa y visceral», así comienza la reseña crítica de Sheila O´Maley en el sitio rogerebert.com, en homenaje al que fuera el más influyente crítico de cine estadunidense Roger Ebert (1942-2013).
Kenny mientras tanto se queja: «Esta es una historia sencilla de que el Sr. de Los Santos Arias, haciendo su debut en la ficción, cuenta en un estilo en constante cambio, filmando en color y en blanco y negro. También alterna la forma del marco, sobre todo alternando entre un marco cuadrado y el más amplio en el que se muestran las películas más comunes. Cualquiera que sea el efecto que se esperaba, este espectador solo vio afectación».
«De Los Santos Arias se zambulle en las diversas y, a menudo, conflictivas culturas de la República Dominicana, su país de origen, su devastador legado de colonialismo y su choque de creencias religiosas. La historia de «Cocote» es simple y eterna -un hijo requerido para vengar la muerte de su padre-, pero el lenguaje cinemático que utiliza De los Santos Arias es sorprendente, a veces contra-intuitivo, profundamente efectivo», destaca por su parte Sheila O´Maley.
«Las tomas claustrofóbicas de rituales religiosos en los que los participantes gritan y se convulsionan rinden más en el camino del tedio que lo que hacen con la percepción de los personajes. Sin embargo, la película tiene sus momentos. La escena más poderosa es un intercambio de un solo disparo en el que Alberto y un policía local se ven conversando en la playa, con hermosas aguas azules detrás de ellos; el policía relata una historia desgarradora sobre la corrupción que gobierna todo a su alrededor. Es un excelente fragmento de cine «menos es más». Si tan solo este director se hubiera apegado a ese ethos con más frecuencia», estima el crítico de The New York Times, que la despacha en tres párrafos.
Mientras tanto rogerebert.com enarbola: «De Los Santos Arias filmó los ritos con personas no profesionales, personas que recientemente habían perdido a alguien en su comunidad. Disparó las secuencias él mismo, todo a mano, atrapando lo que pudo de la agonía retorcida, los tambores y las campanas de bongó, las oraciones de cánticos. Esto es básicamente un metraje documental, capturado por su excelente ojo. En el fondo son sonidos de la naturaleza, el viento y el crujir de las hojas, chirridos de pájaros, olas rompiendo. Hay momentos en que una persona, en esas habitaciones atestadas, se para frente a la cámara durante 15, 20 segundos, borrando nuestra vista de la ruidosa escena más allá. Estamos alejados de la acción, somos voyeurs. Esto es por diseño. Es un enfoque a veces frustrante pero siempre fascinante».
«Como explicó de los Santos Arias en una entrevista con Film Comment: «[Cocote] significa ‘cuello’, y eso es solo en la República Dominicana. El español de la República Dominicana es muy, muy diferente. En todas partes en español dicen cojote, pero en dominicano, decimos «cocote.» Cocote es el cuello de un animal, no de un ser humano, y tiene mucho significado. Cuando dices «cocote», implica violencia. Es la idea del cuello de un pollo lo que eres ir a romper «. Los animales se amontonan en el marco, muertos y vivos. Los perros sarnosos corren ladrando. Los pollos decapitados yacen en una pila. Hay una dura foto en blanco y negro de un montón de peces muertos secándose al sol. Alberto vagabundea, un inquieto muchacho del coro observa cómo la gente le corta la cabeza a las gallinas, quita la piel de las cabras, no puede detenerla, no puede protestar», desmenuza la reseña de Sheila O´Maley.
Justo es ella la que ha hecho una interpretación más actualizada, más de vanguardia de la obra en cuestión: «De Los Santos Arias cambia de blanco y negro a color y viceversa. Las imágenes se repiten: una foto en blanco y negro de la cara de Alberto mientras él zumba en su motocicleta, árboles sobre él, el sol iluminando la lente. Se muda de la capital moderna en el tiempo, a un lugar sin electricidad, y mucho menos piscinas límpidas y pacíficas. Las imágenes de televisión a veces interrumpen la acción: un hombre se exorciza con gran garbo, un anciano le cuenta a un periodista cómo su gallo dijo las palabras «Cristo viene». A Alberto le duele lo que él ve como un mundo crédulo y perdido. Hay experimentos en iluminación y en foco. Los faros se perforan en una negrura negra, tejiendo hacia la cámara, una imagen hermosa y siniestra. A veces, lo que sucede fuera de una ventana es muy visible, mientras que las figuras que están dentro, más cerca de nosotros, están en la sombra. Hay un momento hermoso donde Alberto se encuentra en una calle llena de gente mirando fuera de la cámara. Él está en primer plano, pero está borroso. El fondo se llenó de árboles verdes, y una persona que camina escondida debajo de una gran gavilla de hierba en su espalda (Birnam Wood se mueve?) Se encuentra en vivo foco. Estas son elecciones desestabilizadoras y emocionantes que cuestionan los tropos cinematográficos comúnmente utilizados».
Esta última oración vale lo que la película. Porque encierra la almendra de lo que pretendió -quizás inconscientemente- Nelson de Los Santos cuando hizo «Cocote».
Y siguió: «Hay un par de secuencias en paneos de 360 grados, con argumentos y conversaciones escuchadas en fragmentos fuera del marco. La vida continúa, incluso cuando la cámara no está en su sujeto. La última vez que De los Santos Arias usa este dispositivo, sus posibilidades como técnica de narración de historias son tremendamente claras. Alberto emerge del bosque oscuro, avanzando hacia un enfrentamiento potencialmente letal, y cuando llegamos al punto de partida del disparo, desaparece en la noche otra vez».
«En una escena espectacular, Alberto visita a un policía local para discutir los cargos contra Martínez. Filmados en una toma larga e ininterrumpida, Alberto y el policía se sientan en la improvisada comisaría de policía, con sus siluetas en una negra silueta contra el océano azul verdoso tropical que está afuera de la puerta. Lentamente, se levantan y caminan afuera a la luz, cruzando la calle, hablando de impotencia frente a la corrupción desenfrenada. El policía relata una horrible historia sobre otro novio que viola a su novia frente a él. Rodeado por una belleza caribeña tan impresionante, el contraste no puede ser más devastador», observa O´Maley.
Y al final remata con esta aseveración: «»Cocote» no está diseñado para atraerte. Te mantiene a distancia. Hay algo refrescante sobre tal rigor. Esta es una obra de arte desafiante, pero los desafíos producen grandes recompensas».
Y hay más: entre esas recompensas está recientemente, en abril pasado el Premio Especial del Jurado del 37 Istanbul Film Festival, antes del de Innsbruck, en Austria.
La que quizás sea la más importante película dominicana hasta la fecha Cocote, que no fue premiada en los recientes premios La Silla -o sí, aún no queda claro si Judith Rodríguez recibió el premio por Carpintero o por Cocote o por las dos, y si fue una sola estatuilla- acaba de recibir en una sola semana dos puñaladas de amor al cuello, una no del todo favorable que digamos y otra rendida a sus pies. Ambas llaman la atención y hablan positivamente de República Dominicana, gracias a su Ley de Cine.
Alfonso Quiñones (Cuba, 1959). Periodista, poeta, culturólogo, productor de cine y del programa de TV Confabulaciones. Productor y co-guionista del filme Dossier de ausencias (2020), productor, co-guionista y co-director de El Rey del Merengue (en producción, 2020).