MIAMI. En un almacén, una compañía de bailarines ensaya un espectáculo que les permitirá realizar una gira por Francia y Estados Unidos. Pero su noche irá muy mal cuando alguien pone un tipo de drogas en la sangría que la mayoria toma. La fiesta se convertirá en una pesadilla para algunos y un trance para otros.
Gaspard Noé está presente en Cannes, pero en la sección de la Quincena de los Realizadores. Hablar de su cine nos deja pocas opciones de enfoque. A los que gustan de poner etiquetas, se les complica la vida cuando tratan de calificar al director argentino.Su cine es diferente de película a película, y sin embargo, al mismo tiempo, es muy cercano e identificable. Así que incluso sabiendo concretamente que no hay mucho acerca de este famoso Clímax, ya teníamos una pequeña idea de cómo sería. La película comienza con una serie de entrevistas que presentan a los diferentes personajes. Un televisor que transmite las imágenes está enmarcado por todos lados por VHS o libros. Con Suspiria, Salò o los 120 días de Sodoma, Eraserhead … Noé nos equilibra frontalmente con sus referencias sobre la cultura que lo construyó. Nos hace entrar en la película, dejando la puerta abierta, sin mentirnos, como si nos diera la bienvenida a su guarida diciendo “Entra bajo tu propio riesgo”.
Al principio, Gaspar Noé filma una comunión. La compañía de bailarines colabora en una coreografía virtuosa, en la que la cámara se casa con su dinamismo y habilidad. Una ósmosis de contorsiones, un rompecabezas de movimientos, una juventud multi-orígenes que se funde bajo la supervisión de una enorme bandera de los colores de Francia. La vida que se muestra en la pantalla, en su forma más embriagadora, luego se transforma en algo más oscuro. Filmada en quince días, sin un escenario real, esta experiencia que hemos preparado por el director italo-argentino nos hace sumergirnos en la antesala del infierno.
La historia trasciende después de varios actos. Esta corre a gran velocidad en una atmósfera agonizante. Todo el mundo da vueltas, todos se acusan de algo. La cámara sigue a los actores, se retuerce, captura fugazmente momentos de violencia para volverse de cabeza; el viaje se vuelve mental, un verdadero viaje aterrador, tenso y sin escapatoria alguna. La cámara amplifica nuestras sensaciones, adornadas con luces de neón, Clímax desvela un mundo asfixiante a la manera de una obra de teatro en varios actos.
Gaspar Noé dijo que quería estar interesado en el caos. Una idea que se refleja en la forma narrativa de la película, donde todo es explotado. La puesta en escena, la edición y las relaciones entre personajes funcionan de maravilla. Noé nos envía los créditos al principio, luego, un segundo más tarde, hace que lo impensable con la cámara, descuida el escenario para trabajar en la improvisación y acepta lo que salga. La música electro-balanceada nos ensordece por noventa minutos (y yo que no tolero más de 10 minutos de música electrónica), te hace perder la noción de tiempo, espacio, realidad. El último movimiento de la película, donde la cámara se volcó, es una convulsión cinematográfica larga e hipnótica, es de leyenda.
Clímax no se parece a nada que puedas vivir en el cine, con defectos obvios (el primer acto se alarga mucho, algo de pesadez en las obsesiones inherentes al cine de Noé). Este caos tan deseado, es la confrontación de sentimientos contrarios: la vida y la muerte, la atracción y la represión, el miedo y la relajación. La cámara navega entre todas estas nociones y las hace colisionar. De aquí nace una chispa: Clímax
Clímax es una experiencia loca, inquietante, en donde consumimos la droga y la digerimos en varios niveles: euforia, ira y descendencia. Una pseudo película de terror agradable. Un juego perverso y espectacular, donde lo macabro se encuentra con el arte.
Somos un periódico de entretenimiento, música, películas y algo más