Los científicos Hal Fearn y James Woodward, de la Universidad Fullerton, en el estado de Carolina, llevan años desarrollando un motor revolucionario. Este motor podría ser capaz de cambiar la Física tal y como se concibe hoy y hacer posibles viajes interestelares.
La NASA está comprobando la viabilidad de este proyecto, que se asienta sobre un controvertido principio del siglo XIX, y ha concedido a estos investigadores becas para averiguar hasta dónde pueden llevar su idea.
También ha puesto a sus propios expertos a trabajar para averiguar qué recorrido puede tener el proyecto.
Sucede que para viajar a la estrella más próxima duraría 6 mil años en llegar, y como la inmortalidad todavía no existe, Fearn y Woodward buscan la manera de acelerar tanto los motores que sean capaces de llevar a seres humanos hasta ahí en tiempos de una vida.
Su aparato se sustenta en un principio hipotético enunciado por primera vez por el físico austríaco Ernest Mach en 1893. Según este, la inercia de cualquier cuerpo equivale a su interacción con el resto de partículas que componen el universo. Dicho así, parece sencillo. La realidad es que no lo es tanto.
Fue Newton quien enunció que un objeto en movimiento al que no se aplica fuerza alguna tiende a moverse de manera rectilínea y uniforme. Y por ahí anda la cosa.
Alterar su trayectoria requiere de fuerza, de modo que, cuanto más grande es el objeto, más resistencia opone al cambio de ruta. Los libros de texto de Física hablan de sistema de referencia inercial, pero este no deja de ser un término más o menos abstracto. Mach propuso algo mucho más tangible: los cuerpos. Según su teoría, los cuerpos (en el universo, muy especialmente, las estrellas) tejen entre sí una manta invisible de campos de atracción que actúa sobre ellos y explica la fuerza de la inercia.
Pero esta hipótesis tiene muchos problemas. Entre ellos, destaca una pregunta recurrente que Mach nunca supo contestar del todo: si las estrellas no existieran, por ejemplo, ¿dejaría también de existir la inercia?
Albert Einstein, que simpatizó con la idea de Mach, contestó que, en efecto, en un universo donde las estrellas se alejaran indefinidamente de un cuerpo, la inercia de este debería tender a 0.
Pero en su Teoría de la Relatividad no halló el modo de incluir en ella los postulados de Mach, que pasaron a la historia como una hipótesis audaz, pero sin formulación matemática.
Esto no ha amedrentado Woodward, un fiel seguidor de la hipótesis de Mach que ha alcanzado la fama en los círculos científicos por postular desde hace 30 años que, si este estaba en lo cierto, el ser humano podría moverse mucho más rápido de como hace. Y está dispuesto a llegar hasta el final para demostrarlo.
Woodward, de 79 años, dijo a Bloomberg Quicktake que «La gente ya no discute en serio sobre el Principio de Mach, y hoy se pueden leer 5 o 6 definiciones distintas sobre él. Pero todo depende de cómo se entienda. Para mí, simplemente quiere decir que los objetos lejanos influyen en cómo se mueven objetos cercanos».
El motor Mega
El dispositivo en el cual trabajan Woodward y Fearn recibe el nombre de Mega, y pretende aprovechar toda esa potencia gravitacional supuestamente infrautilizada por los motores de propulsión convencional. El objetivo es abandonar la limitada fuerza de la propulsión para abrazar la exponencial inercia de Mach.
Para ello, en el interior del Mega aloja unas piezas de cristal con capacidad para expandirse y contraerse en un movimiento en el que, al ganar estos masa momentáneamente, el aparato produce una vibración hacia una dirección de un modo parecido a una canoa que se mueve hacia delante para compensar la masa de alguien que, tras coger agua, se echa de repente hacia atrás, ha explicado por su parte Business Inside.
Según las estimaciones de estos dos físicos, estos cambios de masa capaces de producir un movimiento vibratorio en mitad del tejido gravitacional de Mach permitirían al ser humano moverse a una velocidad de 0,4 veces la de la luz. Considerando que Alfa Centauri está a 4,3 años luz, el ser humano podría llegar allí en algo más de una década. Claro todo esto es en teoría.
La NASA investiga un invento polémico
La práctica está planteando notorias dificultades. Para empezar, durante años los dispositivos desarrollados por el equipo han sido tan pequeños que la vibración que estimula el movimiento ha sido imperceptible para el ojo humano.
A pesar de que Woodward y Fearn tienen registros de estos movimientos y aseguran que, al menos, sus aparatos hacen lo que ellos afirman que hacen, por ahora ningún otro laboratorio ha podido copiar con éxito el experimento, un paso fundamental en el método científico: todo hallazgo se debe poder reproducir.
La NASA se ha interesado en el proyecto a través de su Instituto para Conceptos Avanzados (NIAC, por sus siglas en inglés) y haya concedido a estos investigadores un par de becas para averiguar hasta dónde pueden llevar su idea. Y a través de la Oficina de Investigación Naval de EEUU (ONR, también por sus siglas en inglés), ha puesto también a sus propios expertos a trabajar para averiguar qué recorrido puede tener el proyecto.
Mike McDonald, experto de la ONR dijo a Bloomberg Quicktake que «Lo bueno de la idea es que se trata de una física revolucionaria que permite variar la masa inercial, lo que significa que puedes volverte pesado y ligero. Mientras cambias tu masa, produces una especie de movimiento de vibración. ¿Es esto posible en este universo? Tal vez vez sí, tal vez no».
«¿Podré decir alguna vez definitivamente si funciona o no? Permíteme responder con otra pregunta. ¿Puedes probar ahora mismo que no existe ni un solo elefante que sea de color rosa? Probar la inexistencia de algo es muy difícil. Las pruebas solo nos dirán si nuestra comprensión del mundo nos aconseja seguir por ese camino», explica el propio McDonald.
«La ciencia no es una herramienta que se manche con el uso. El método científico brilla tanto como cuando se empezó a emplear. Aunque no descubramos lo que creemos que vamos a descubrir, aprenderemos algo que será útil para lo que vendrá en el futuro», planteó.
Por su parte Woodward mantiene también la puerta abierta al fracaso, aunque mira al futuro con optimismo: «Muchas veces, en días en los que las cosas han ido mal, me he disculpado con el equipo y les he dicho ‘Chicos, esto no es como parecía».
«Finalmente, si esto se puede reproducir y nada más puede explicar la fuerza que genera, la ciencia ficción será reivindicada como algo transformado en un hecho científico», sanciona.
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